La Razón (Madrid)

El Congreso del PS (Pedro Sánchez)

- Jorge Fernández Díaz

EsteEste fin de semana se celebra en la ciudad del Turia el 40° Congreso Federal del PSOE y, para distraer a la afición, se van lanzando botes de humo informativ­o que desvíen el foco de la evidencia de que llegan a él con el partido organizado a la medida de su Secretario General, convertido de facto en el Partido Sanchista. Tras la traumática experienci­a que Sánchez vivió en el Comité Federal del 1 de octubre de 2016, que le cesó a fin de impedir que pactara con Podemos y separatist­as para alcanzar el Gobierno, le faltó tiempo para modificar los estatutos del partido y así tener las manos libres para, en cuanto recuperó las riendas, hacer lo que antes se le impidió. De este modo, pactó con todos ellos una moción de censura tras haber obtenido los dos peores resultados como candidato de su partido desde 1977, con 89 y 84 diputados en las elecciones de 2015 y 2016, respectiva­mente. Desde entonces, gobierna gracias a ellos. Tras la automoción de censura que se hizo a sí mismo en su Gobierno, eliminando a la guardia pretoriana que le acompañó en toda esa insólita peripecia de retorno al mando, ahora le toca el turno a su partido. Sin Iván Redondo, José Luis Ábalos, Carmen Calvo, Celaá, ni unos cuantos ministros de la primera ola, Sánchez está «solo ante el peligro» cual Gary Cooper, pero no como sheriff de Hadleyvill­e, sino de La Moncloa. La diferencia es que aquí no se enfrenta a unos cuatreros con ansias de venganza, sino a personas normales, ciudadanos españoles que le ven como un peligro real para el futuro que desean para ellos, sus hijos y sus nietos, en una España a la que aman y anhelan que avance en paz, concordia y libertad. Peligro es el que se desprende de los aliados en los que se apoya desde que gracias a ellos accedió y se mantiene en el Gobierno, y de las políticas que impulsa. Su última maniobra de distracció­n ante el 40° Congreso es la descapital­ización de Madrid. Nada habría que objetar ante una iniciativa de descentral­ización política y administra­tiva mediante la ubicación de organismos y dependenci­as públicas del Estado en diferentes ciudades españolas con el objetivo de cohesionar mejor la unidad nacional en su diversidad. Pero lo que Sánchez pretende no es eso, sino debilitar a Madrid por haberle vuelto la espalda en cuantas ocasiones ha podido votar, la última de manera clamorosa el pasado 4 de mayo, marcando un punto de inflexión en la política nacional, con él a la baja y la oposición al alza en todas las encuestas. En todas, salvo en las del Cistezanos. Pero eso no son encuestas, son otra cosa. En los pasados años 80, el PSOE se atrevió a publicitar­se con el eslogan: «100 años de honradez». Ahora deberán añadir: «…hasta Sánchez».

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