Morante pellizca y Ginés se abandona y la lía
El de La Puebla corta un trofeo al primero y Marín corta dos al sexto y sale por la Puerta Grande
► LAS VENTAS (MADRID). Se lidiaron toros de Alcurrucén. El 1º, noble y a menos; 2º, complicado y sin entrega; 3º, informal y sin emoción; 4º, manso imposible; 5º, sin clase ni fuelle; 6º, bueno. Lleno de «no hay billetes».
► MORANTE DE LA PUEBLA,de turquesa y oro, estocada desprendida (oreja); dos pinchazos, estocada corta (silencio).
► LÓPEZ SIMÓN, de azul marino y oro, estocada (saludos); estocada caída (silencio).
► GINÉS MARIN, de malva y oro, estocada buena (saludos); estocada (dos orejas).
LoLo curioso no era que no hubieraunapuñeteraentrada por ningún lado ni que la reventa hubiera hecho su agosto en octubre. Tampoco que fuera una de esas (maravillosas)tardesenlasqueantes de pasar algo o no, ya se vivía la expectación y la ilusión. Pero lo que de verdad era curioso, por no decir inverosímil y un huracán de emociones, fue que Morante dibujó una verónica por el pitón derecho del toro que resultó un fogonazo de los que quitan aliento mientras el animal se rebrincaba entre las telas. Lo repitió una y otra vez hasta cuatro tal vez.MadridrugíacomosolorugeLas Ventas. Quitó a la verónica y una fue tan monumental como la plaza. Por gaoneras al paso se llevó el toro al caballoysecaíaMadrid,porqueMadrid también es de Morante. Y Morante es del mundo. Se emborronó López Simón en el quite y a punto estuvo de prenderlo. El comienzo de faena del de La Puebla fue la constatación de su aquí y ahora. Bestial. Unaexplosióncadamuletazo,losdel desprecio... Tan íntegro como asentado a la arena para llevárselo al mismo centro, porque allí era el lugar y
Por gaoneras al paso se lo llevó al caballo y se caía Madrid, porque Madrid también es de Morante
estaba dispuesto. Fueron dos o tres tandas más, antes de que el toro se consumiera. No le aguantó el envite, queeramucho,queeratodo.MoranteesteañohablaconDioscaraacara cada tarde. La tanda de naturales, ya con la espada buena, fueron un regalodetorería,deentrega,deverdad, de bien torear, porque hay muchas formas de hacerlo, pero esta es eterna. Luego vino lo de la espada y el trofeo, pero casi casi ¿qué más da? Tragedia griega fue que el cuarto resultara manso de libro. E imposible. No pasaba ni por aquí ni por allá. Y no hubo más resquicio para poder ver a Morante. Brindó López Simón al segundo y enelcentrosequedóparacomenzar por estatuarios. No perdonó el manso, que había huido del caballo, pero cogió al torero con una violencia espantosa: para lanzarle por los aires y despuésperseguirleenlaarena.Una barbaridad. Se lo trajeron los compañeros desmadejado. Inaudito fue que le echaran agua y acabara por reponerse para volver de nuevo a la caradelsegundo,quenoregalónada y en más de una ocasión amenazó por cogerle de nuevo. Lo intentó Alberto Simón de principio a fin y la estocada fue perfecta. Sin más. Abajo se le cayó en el quinto. El de Alcurrucén no tuvo buenas las embestidas, eran inciertas e informales y la faena de López Simón no superó esas barrera más allá de sus muchos intentos. Lo bordó Morante en el quite por chicuelinasalterceroyreplicóGinés. Era un papelón. Lo solventó. Quiso en la muleta, pero el toro no superó su informalidad y la estocada fue sublime.
Lo impensable
Manseó también el sexto. Una pena. El suflé que tanto habíamos gozado con ese trofeo de Morante en los albores se nos fue bajando toro a toro, manso a manso. Pasó lo suyo la cuadrilla para ponerle los palos y ya quedó a Ginés Marín el trago final. El de Alcurrucén sacó ese resquicio que llevaba dentro y Ginés fue capaz de exprimirlo y firmar naturales gloriosos. Nadie lo esperaba, pero lo que hizo estaba al alcance de pocos, tan despacio y tan largo que hubo alguno que fue decididamente el final de la tanda y bien podría haber sido el final de los tiempos. Lo gozó y los gozamos cuando creímos la tarde perdida. Ginés Marín se abandonó al toreo y los naturales resultaron antológicos. Tanto como para perderte en la mitad de su vuelo, porque no solo los detuvo en el tiempo sino que los prolongó. Otra historia. Ginés volvió a conquistar Madrid. Ginés volvió. Nos comerá el invierno de nuevo, pero de otra manera.