Destilado romanticismo
Obras de Brahms y Schumann. James Ehnes, violín. Orquesta Nacional. Director: Juanjo Mena. Auditorio Nacional. Madrid, 1 - X- 2021.
La Nacional sigue con su plan bien diseñado de dedicar parte de su programación a la literatura schumaniana. Le ha tocado el turno en esta ocasión a la «Sinfonía nº 4» en su versión definitiva de 1851, que era la que Schumann prefería; en contra de lo que pensaban su mujer, Clara, y Brahms. El acercamiento de Mena ha sido de extracción romántica, lejos de la sequedad y fustigamiento de otros más habituales en busca de una pretendida búsqueda de lo auténtico, y estuvo cuajado de detalles de buen gusto, tanto en el distendido fraseo, muelle y bien ligado, aplicando un controlado «rubato», cuanto en la planificación general y en el impulso rítmico. Desde la introducción, «Ziemlich langsam», todo estuvo perfilado con cuidado, con el balanceo adecuado y las progresiones dinámicas justas, con aliento y lirismo, aunque no evitó borrosidades en la coda. Cálida sonó la cuerda en la «Romanza», donde el concertino invitado, cuyo nombre desconocemos, tocó plausiblemente su caracoleante solo. Mucha agilidad en el «Scherzo» y adecuadas retenciones antes de la transición al «Finale», «Langsam-Lebhaft», para preparar el majestuoso «crescendo», paso a paso, con el diseño temático básico, hasta alcanzar el clímax a impulsos de una batuta elástica y orientadora, con solo pequeños momentos de emborronamiento, sobre todo en la urgente e imitativa coda. Buena prestación de una orquesta con 62 músicos. Respetuoso con el solista, puntilloso incluso a veces, no del todo logrado en los «tutti», fue el acompañamiento en el «Concierto» de Brahms –músico hermanado con Schumann– al buen violinista que es Ehnes, de quien recordamos un excelente «Concierto» de Britten. Posee un sonido agradable e igual, delgado y afinado siempre, aunque de escaso relieve, de pequeño volumen, poco audible en los «forte», pero su timbre es de calidad y su mecanismo casi impecable. Se lució en la extensa cadencia y en los compases de cierre y se mostró aéreo y espiritual en el «Adagio», sostenido por una magnífica madera.