«Un segundo»: Yimou y su eterno amor al cine
El director viaja hasta la convulsa Revolución Cultural China
Fue la cinta elegida este año para inaugurar el Festival de San Sebastián y no cuesta demasiado adivinar por qué. Dirigida por el prestigioso cineasta de origen chino Zhang Yimou, quien privilegia aquí su mirada aguda –reminiscencia de su pasado como director de fotografía– para ofrecer imágenes cargadas de sensibilidad y esteticismo, «Un segundo» se sirve de un contexto histórico provechoso y muy conflictivo en términos políticos y sociales como la Revolución Cultural China de finales de la década de los años sesenta para configurar un hermosísimo relato que no deja de manifestarse como una íntima y casi pareciera que confesional carta de amor al cine.
Algo que ejemplifica con precisión una escena tan poética como trabajada en donde todas las mujeres del pueblo con sus manos «adecuadas» ayudan a limpiar los rollos desbaratados de cintas de película que se han visto dañados por un incidente y cuelgan del techo de la trastienda del cine como si formaran una cortina de nostalgias y movimientos. Enviado a un campo de trabajo en el desangelado noroeste de China, un prisionero con ademanes desconfiados y espíritu de superviviente logra escapar del hambre y la opresión, y emprende un desesperado viaje con el único objetivo de ver un documental en el que aparece su hija durante un intervalo de tiempo corto e insuficiente, apenas un segundo. Su encontronazo con una joven huérfana desafiante que ha robado delante de sus narices la película que necesita ver complica inicialmente el proceso de «reencuentro» con su hija pero termina propiciando, tras una serie de altercados, fugas y persecuciones recíprocas, una inesperada amistad nutrida de generosidad y refugio entre dos absolutos desconocidos que quieren dejar de sentirse solos.