La Razón (Madrid)

Belarra, yo no te creo: los rusos violan a las ucranianas

Pedro Narváez

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LoLo escribía ayer Juan Ramón Lucas en estas páginas: las guerras las empiezan los hombres pero las sufren más las mujeres. Leo en la CNN cómo murió Karina Yershova, de 22 años, largo cabello castaño y decorada con tatuajes. «La mutilaron. Le dispararon en la pierna y luego le hicieron un torniquete para que dejara de sangrar. Después, le dispararon en la sien». Antes, habían abusado sexualment­e de ella. No son pocos los grupos pro derechos humanos que han denunciado que el ejército de Putin usa la violación como arma de guerra. Fundido en negro. En la imagen se ve ahora a Ione Belarra en uno de sus mítines de agresivo acento feminista. Repite eso de que quiere llegar sola y borracha (vaya panorama) a su casa y que los hombres, todos, más o menos, nacimos para hacer el mal. Todos menos Putin. Interior noche. El presidente ruso ultima con su corte de confianza el asalto final a Ucrania. Destruir las casas, matar a los hombres, humillar a sus mujeres mientras ellos se desangran y aún pueden percibirse de lo que ocurre en un largo plano secuencia. Se deben oír gritos desesperad­os, algún espectador se percatará de que, efectivame­nte, se trata de una «snuff movie» y que lo que ocurre no es una licencia cinematogr­áfica sino la realidad misma, que siempre da más morbo, como en «El juego del calamar». No están solas ni borrachas, pero las mujeres han sido violadas sin que Ione Belarra haya hecho nada para impedirlo. Aún más, con la negativa de Belarra a que se intente. Las elegidas por Putin, el maestro, pueden ser vilipendia­das. Esto pasa en casi todas las guerras desde que nació el mundo. Igual su feminismo no ha olfateado una manada más allá de un borracheró­n en Pamplona. Ministra, mire a la cámara, imagínese a usted misma, a una hermana, a su mejor amiga, en ese trance. ¿De verdad sigue pensando que actos así los evitan la diplomacia? ¿Si entran en su casa espera que sus vecinos se queden en la puerta a ver lo que hacen con usted o cree que actuarían o llamarían a la Policía? Eso está haciendo una parte del Gobierno de España.

Interior día. En el Congreso dos ministras se dirigen a la bancada azul, cuchichean entre ellas, una ríe las ocurrencia­s de la otra. Mantienen ese ritmo sincopado hasta que toman asiento. Entonces el semblante se torna serio, antipático incluso. No quieren dejar ese lugar por el dinero y el poder que les proporcion­a. Ante la sangre solo les sale un mohín seco. Son Ione Belarra e Irene Montero. En el Congreso las llaman las Pili y Mili. ¿No lo sabían, ministras?

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