La Razón (Madrid)

Los ultras en la UE: París no es la excepción

► En los últimos 20 años la extrema derecha ha pasado del ostracismo a la normalizac­ión en el panorama político europeo

- Mirentxu Arroqui.

EnEn febrero de 2000, las cancillerí­as europeas reaccionar­on de manera airada cuándo el Partido Popular de Austria formó una coalición gubernamen­tal con el partido del ultraderec­hista de Jörg Haider. Los entonces catorce miembros restantes del club impusieron un férreo cordón sanitario y un bloqueo diplomátic­o sin precedente­s contra otro miembro del club que fue diluyéndos­e progresiva­mente.

Desde entonces, los partidos considerad­os de ultraderec­ha han dejado de ser una rara avis en el panorama europeo. Ahora forman parte del paisaje habitual, con momentos de mayor esplendor o declive, y en cada país los denominado­s partidos tradiciona­les lidian con ellos de diferente manera: mientras algunos prefieren el aislamient­o otros creen que su demonizaci­ón puede acabar siendo contraprod­ucente e incluso forman gobiernos de coalición con ellos. Este domingo volverá a reeditarse el duelo ya vivido en 2017 entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Tampoco sorprende ya que la líder de este partido se clasifique en la segunda vuelta de los comicios presidenci­ales franceses. El hielo se rompió cuándo su padre, Jean Marie, se midió contra el conservado­r Jacques Chirac en 2002 y dejó fuera de la carrera, contra todo pronóstico, al socialista Lionel Jospin, lo que supuso todo un cataclismo para la izquierda francesa y un terremoto generaliza­do en el país que ya presagiaba la crisis de los partidos tradiciona­les en Francia que ha cristaliza­do veinte años después en el ostracismo de las dos tradiciona­les fuerzas políticas.

En los últimos años, los considerad­os partidos de extrema derecha, populistas o euroescépt­icos, han vivido considerab­les victorias, aunque en un panorama cada vez más fragmentad­o algunas de ellas han sido efímeras. Quizás la situación de mayor esplendor es la vivida en Polonia y Hungría, dos países que viven una deriva autoritari­a que supone toda una amenaza existencia­l para el club. Tanto el Gobierno de Viktor Orban- cuya fuerza política Fisdesz abandonó el Partido Popular Europeo en marzo de 2021 tras años de desencuent­ros- como el Ejecutivo polaco de Ley y Justicia han puesto en solfa uno de los dogmas fundamenta­les del club comunitari­o al amenazar con desobedece­r las sentencias del Tribunal de Justicia de la UE y su oposición a la acogida de refugiados procedente de Siria en 2015 ocasionó una dolorosa brecha entre Este y Oeste del club comunitari­o. Otro de los grandes hitos de los considerad­os partidos populistas de ultraderec­ha fue cuando la Liga de Matteo Salvini formó parte del Gobierno junto a Giusseppe Conte entre junio de 2018 y septiembre de 2019 y el propio Salvini fue vicepresid­ente y ministro de Interior hasta que esta coalición se rompió y el antiguo presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se convirtió en el primer ministro de Italia para alivio de Bruselas. En otros países, sin embargo, los buenos buenos resultados electorale­s no se han traducido en la presencia en el gobierno. Tras las elecciones de 2019, la ultraderec­ha de Vlaams Belang consiguió convertirs­e en la tercera fuerza del Parlamento Federal y el segundo partido más votado en Flandes (norte del país, hablá neerlandes­a). A pesar de que la coalición de gobierno no ha incluido a este partido, esta fuerza política consiguió un importante éxito simbólico cuándo, por primera vez desde 1936, el rey Felipe de Bélgica recibió al líder de este partido dentro de los tradiciona­les contactos previos a la formación de gobierno.

En Países Bajos, las elecciones de marzo de 2021 tuvieron un sabor agridulce para los partidos considerad­os de extrema derecha. Si bien el Partido por la Libertad de Geert Wilders, perdió tres escaños respecto a las elecciones pasadas y quedó relegado al tercer lugar, el Foro de la Democracia (también considerad­o de ultraderec­ha) pasó de dos a ocho escaños. Tras la reedición de la anterior coalición de gobierno de cuatro partidos, Wilders es el principal jefe de la oposición de un hemiciclo muy fragmentad­o. Si bien el liberal Mark Rutte nunca ha gobernado en coalición con un partido de extrema derecha, en 2010 consiguió el apoyó de Wilders para la investidur­a y precisamen­te fue esta pérdida la que acabó desembocan­do en la convocator­ia de elecciones en 2012.

En cuanto a Alemania, la extrema derecha de AFD vivióm omentos de esplendor tras la política de puertas abiertas de Angela Merkel durante la crisis de refugiados. En las últimas elecciones, si bien el partido parecer haberse desinflado, supera el 10% y fue el partido más votado en Sajonia y Turingia, al Este del país. A pesar de esto, la fuerza ultraderec­hista quedó relegada a quinta fuerza, cuándo en los anteriores comicios había conseguido la tercera posición. Otro de los países en los que la ultraderec­ha ha perdido fuelle en los últimos años ha sido Finlandia, dónde el partido conocido como Verdaderos Finlandese­s tuvo que conformars­e con la cuarta plaza en junio de 2021 en las elecciones municipale­s.

La radicaliza­ción del mapa político europeo no sólo se ha producido en la derecha también tiene su analogía en el signo contrario. En Francia mismo el tercer partido nacional es el de Jean Luc Mélenchon que se define de extrema izquierda.

La efectivida­d del cordón sanitario divide a los europeos pues hay quienes creen que es estéril

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