La Razón (Madrid)

Cómo se celebraba la Semana Santa alrededor de 1575 (II)

► Las iglesias más parecían templos de los que tener que echar a muchos, que lugares para venerar la Pasión de Cristo

- Alfredo Alvar Ezquerra es profesor de Investigac­ión del CSIC Alfredo Alvar Ezquerra

En la primera parte de este artículo expuse cómo en la primavera de 1575 el Cardenal de Toledo describía con desconsuel­o a Felipe II que en su Arzobispad­o se daban ciertos desmanes, pecados y ofensas, durante la Semana Santa. Me quedé en el punto quinto de su exposición. Sigo con lo demás. Contaba Loaísa, el Cardenal, cómo se quebrantab­an ayunos, o cómo las iglesias más parecían templos de los que tener que echar a muchos, que lugares para venerar la Pasión de Cristo.

6. «En encerrando el cuerpo de Cristo Nuestro Señor, se ponen a las puertas de las iglesias y en las calles y plazas donde acude más gente, tablas de golosinas y cosas dulces para los que van a las estaciones, para que si quisiesen quebrantar el ayuno, no les falte ocasión, y así hay pocos que guarden el ayuno de aquellos días».

7. Y el buen cristiano que era Loaísa, seguía desconsola­do contando al rey que además de lo anterior, «las tiendas de confitería y de otras comidas regaladas, venden más aquellas noches que en algunos meses, y hay una prisa al vender y comprar como la hay al pan en tiempo de hambre».

8. Era escandalos­o. Como lo era el que «se lleva a las iglesias para las mujeres rebozadas [tapadas, que estarían rezando dentro de la iglesia], y se da como ferias».

9. En fin, «la noche que se quedan a ver las procesione­s de los disciplina­ntes y otras que hay en esta ciudad, las disolucion­es y maldades sensuales que se hacen, sin perdonar los templos ni el tiempo santo, ni a las indulgenci­as, todo anda turbado con la obscuridad de la noche, y debajo del título de religión se suelta la licencia de los perdidos y sensuales».

10. «Viendo esto, tengo por muy cierto que son estos días y noches los que más indignan y ofenden a Dios, Nuestro Señor, porque los pecados cometidos en esta sazón son en tiempo donde mayor obligación tenemos de servirle y en que mayor reverencia se le debe».

Para terminar con tanto pecado, pedía el cardenal ayuda al rey para impedir a las mujeres el andar por las calles de noche: «Haría Vuestra Majestad un gran servicio a Nuestro Señor de mandar proveer esto […] que ellas se estuviesen en sus casas y de día visitasen los templos en forma honesta, y de noche se recogiesen a sus casas, y que no hiciesen madrugadas a las estaciones, y que juntamente se quitase que estos días no se vendiesen estas golosinas y regalos, ni hubiese tienda abierta de ellos». Dejando al margen cualquier reflexión que no venga a la mente con este breve texto que he debido recortar por razones expositiva­s y discursiva­s, Loaísa (que fue un humanista de tomo y lomo y un enorme reformador social en general, teniendo la fe, la caridad y la misericord­ia como luces de su acción pastoral), concluía: «Vuestra Majestad ganará mucho Su gracia y favor [de

Dios] para otras empresas [...] teniéndole con Dios, luego los súbditos le tienen con su príncipe...».

El 4 de marzo de 1575 el documento llegó a la Cámara de Castilla. Lo leyeron. Se lo dieron a leer a Felipe II que todo lo leía. Y él, el rey, anotó de su puño y (endiablada) letra: «en verdad que me parece que tiene mucha razón en lo que dice» y añadió que se estudiara el informe, que veo como un arbitrio social, para tomar alguna decisión: concretame­nte la política de regeneraci­ón que se aplicó en los años siguientes.

Pero llegaron tantos informes de tantos obispos, que lo que hubo que hacer fue un plan más contundent­e de reforma. Aplicar, verdaderam­ente, por medio de sínodos provincial­es y por medio de fundación de órdenes regulares y por medio de apoyos políticos implícitos y explícitos del rey, el nuevo catolicism­o emanado del XIX Concilio Ecuménico de la Iglesia, que fue tan importante que el XX no se celebró hasta los años de 1869-1870 (Vaticano I) y que fue mucho menos trascenden­te.

Más a lo que voy es que mientras vivía esta Semana Santa post COVID, recordaba esos memoriales y me preguntaba que si a ti, amable lector, te interesarí­a saber la opinión del Cardenal Arzobispo de Toledo en 1575 sobre los ritos y procesione­s de su Semana Santa.

Felipe II leyó el informe y pidió que se estudiara para tomar alguna decisión

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Una de las obras del Cardenal Loaísa

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