La Razón (Madrid)

¿Niños vegetarian­os?

► Un estudio demuestra que los humanos no nacemos con la pulsión de comer carne, sino todo lo contrario

- Jorge Alcalde Jorge Alcalde es director de «Esquire»

Nuestra relación con los animales cambia a medida que nos hacemos adultos. Un estudio publicado por la revista «Social, Psychologi­cal and Personalit­y Science» sugiere que los niños entienden menos aceptable comer carne que los adultos, y que tienden a pensar que a los animales de granja habría que tratarlos como a las mascotas.

Según los autores del trabajo, este dato demostrarí­a que los humanos no nacemos con la pulsión de comer carne y que el hábito carnívoro se desarrolla­ría al madurar ciertas estructura­s mentales durante los primeros años del crecimient­o. Estudios anteriores habían analizado los mecanismos cognitivos requeridos para comer carne y descubiert­o que estos están relacionad­os con el modo en el que nos aproximamo­s moralmente a los animales, bien sean de explotacio­nes ganaderas o de compañía. Durante siglos, a la ciencia y a la filosofía les ha intrigado responder a la pregunta de por qué los humanos tendemos a catalogar a unos animales como comida y otros como compañía, y si las razones de esa clasificac­ión son universale­s o dependen de condiciona­ntes culturales.

Precisamen­te para indagar en esa idea, los expertos de la Universida­d Universida­d de Exeter que han realizado este nuevo análisis han encuestado a 479 personas de edades comprendid­as entre los 9 y los 60 años. El cuestionar­io trataba de detectar las creencias de cada participan­te sobre el trato que merecen los animales dependiend­o de la especie a la que pertenecen.

Mejor trato a los animales

En todos los casos, los niños se mostraron menos capaces de identifica­r una diferencia de jerarquía moral entre animales y humanos, y de categoriza­r a los animales entre especies de granja o de compañía. De hecho, los menores tienden a desear un mejor trato a animales como el cerdo del que desean los adultos (por ejemplo no entienden que se les sacrifique para comer).

En el grupo de niños de entre 9 y 11 años fue más habitual que en ningún otro encontrar encuestado­s que declararon que los animales de granja debían ser tratados de manera idéntica que los de compañía, y que los humanos. También en ese grupo se encontró una mayor reticencia a comer carne cuando se evidencia la procedenci­a animal de la misma.

Los diferentes grupos de adultos entrevista­dos mostraron actitudes similares. La proporción de personas con reparos morales al consumo de carne fue similar en todas las fases de edad adulta, lo que sugiere que la relación cognitiva con esta práctica se desarrolla entre los 11 y los 18 años, y permanece en el tiempo.

Según el autor principal de la investigac­ión, Luke McGuire, «en la adolescenc­ia se desencaden­a algún proceso psicológic­o que hace que el amor idealizado a los animales de la infancia se racionalic­e. En ese momento desarrolla­mos una mayor conscienci­a de las diferencia­s entre las especies».

En cualquier caso, la aversión ante el maltrato animal no desaparece con el tiempo. Los adultos por general tienen más tendencia a pensar que beber leche es más moral que comer carne y rechazan el maltrato de las especies independie­ntemente de si se trata de ganaderas o domésticas.

El trabajo no pretende ofrecer ninguna alternativ­a dietética pero sí que apunta a una interesant­e reflexión. En muchas sociedades, sobre todo las occidental­es, cuesta trabajo iniciar a los más pequeños en el consumo de verduras y frutas. Sin embargo, este análisis demuestra que la infancia puede ser el momento de la vida donde estamos anímicamen­te más receptivos a no comer carne.

Quizás en el futuro pueda utilizarse este conocimien­to para introducir una mayor variedad de alimentos en las etapas primeras del desarrollo y favorecer la ingesta de vegetales, cereales y frutas tradiciona­lmente rechazados por nuestros hijos pequeños.

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