Benzodiacepinas
CuentanCuentan los estudios que España es el país que más ansiolíticos consume del mundo. ¿Qué pasa aquí? ¿Qué tenemos de especial para necesitar de forma tan desesperada las benzodiacepinas?
Sabemos que la pandemia, los problemas económicos y la guerra cercana nos han afectado de forma trágica, pero ya antes éramos grandes consumidores de sustancias para la ansiedad, el estrés, el pánico, la depresión o el insomnio. En general, la gente que toma estas drogas no lo hace para divertirse, aunque alguno haya. En general, la primera vez que alguien prueba esta sustancia es porque se lo ha recetado un médico, o el de familia o, con suerte, el psiquiatra de la seguridad social.
Luego, cuando conoces el efecto sedante, ya viene la dependencia, ya sabes que esa pastillita te puede librar de un ataque de angustia, de una noche de horrible insomnio o de una acción desmesurada en la que te juegas mucho. Ya sabes que si tienes que dar una conferencia complicada ante un público exigente, media pastillita de Lorazepan debajo de la lengua una hora antes, te va a mitigar el miedo, el tartamudeo o la aceleración de las palabras.
Como pueden ver, sé de lo que hablo, soy una de esas tantas que tienen la cajita de benzodiacepinas en la mesilla de noche. Y, aunque no las tomo diariamente, soy una ansiosa diaria que tiene que luchar con ese demonio hora tras hora. Mi madre que también lo tenía, decía que ella sufría de los nervios, sufría demasiado la pobre y ojalá hubiera podido tener auxilio a su tormento.
No obstante, no todas las terapias ayudan con esto. Tampoco todos los terapeutas. Pero si al menos hubiese los necesarios en la sanidad pública, un porcentaje de pacientes no llegaría a las sustancias. Así que respondiendo a la pregunta inicial, quizá es que nuestro país resulta especialmente temeroso de la muerte. O quizá especialmente empático con los otros. No lo sé. Sería maravilloso vivir con el único tratamiento para una vida tranquila: la paz y el amor en general.