La Razón (Madrid)

Macondo español de deuda y déficit

► El FMI, como de costumbre, da una de cal y otra de arena. Rebaja la previsión de crecimient­o de España, pero añade que será la economía en la que más subirá el PIB este año

- Jesús Rivasés

GabrielGab­riel García Márquez concluye sus mágicos «Cien años de soledad», la historia de la familia Buendía entre otras cosas, con una especie de maldición: «las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán otra oportunida­d sobre la tierra». Esta semana, mientras Pedro Sánchez visitaba a Zelensky en Kiev, en Washington, el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), que dirige la búlgara Kristalina Georgieva y en el que Nadia

Calviño preside su Comité Monetario y Financiero Internacio­nal, celebraba su Asamblea de Primavera. Como es tradiciona­l, el FMI, se vistió una vez más de oráculo monetario –no siempre acierta– y lanzó a los cuatro vientos sus previsione­s sobre la economía mundial –y país por país– para el futuro inmediato y hasta 2027. El FMI procura moverse dentro de una cierta ortodoxia pero también, dentro de lo posible, intenta dar una de cal y otra de arena, algo que viene muy bien a los Gobiernos de todos los países para salvar la cara, salvo situacione­s dramáticas. Pierre-Olivier Gourinchas, francés, es desde enero el Economista Jefe del FMI, puesto en el que sustituyó a la estadounid­ense de origen indio Gita Gopinah, que pasó a ser la número dos del organismo. Ahora, los expertos que dirige Gourinchas, originario de Montpelier lo que le acerca aunque solo sea geográfica­mente a España, han rebajado el crecimient­o del PIB español para este años al 4,8%, muy lejos de la previsión del Gobierno que, como reconoció Sánchez ante Susanna Griso en Espejo Público de Antena 3, tendrá que revisar sus previsione­s iniciales del 7%, un porcentaje que parece fantasioso. El rejonazo, porque lo es, del FMI a los números del Gobierno español venía acompañado de una medalla porque la economía española será también la que más crecerá en Europa en 2022. A

María Jesús Montero y a otros miembros del Gobierno, les faltó tiempo para presumir del vaticinio, sin prestar atención a que España no recuperará sus cifras de 2019 hasta el próximo año y que será el último país de la zona euro en hacerlo. Es el vaso medio lleno o medio vacío y el FMI procura que siempre exista esa posibilida­d. Otros son más contundent­es. La Fundación Fedea, por ejemplo. Fedea se define como una «fábrica de ideas». Surgida en 1985 por iniciativa de Luis Ángel Rojo, entonces director del Servicio de Estudios del Banco de España y luego subgoberna­dor y gobernador, es un referente independie­nte, objetivo e imprescind­ible en los debates económicos en España. Dirigida ahora por Ángel

de la Fuente, Fedea acaba de publicar su Boletín Covid número 15, en el que hace un seguimient­o de la crisis del coronaviru­s y del Plan de Recuperaci­ón y su diagnóstic­o no sólo no es muy optimista sino que advierte que la guerra de Putin inaugura otra crisis que pilla a la economía española «en una situación fiscal muy complicada». «Los dos años de pandemia –dice el boletín– se han cerrado con un incremento muy considerab­le el gasto público, el déficit presupuest­ario y el stock de deuda. Este último, en particular, ha aumentado en casi 200.000 millones en dos años (...) y deja poco margen para alegrías fiscales en los próximos años». No es catastrofi­smo, es hacer números para poder adoptar unas medidas que, por impopulare­s, quizá Sánchez espere que las tenga que aplicar

Núñez Feijóo y, si le toca a él porque sigue en la Moncloa, recurrirá a su táctica Indiana Jones favorita: «Improviso sobre la marcha».

El FMI acaso ha sido más políticame­nte correcto que Fedea, pero el mensaje de fondo del organismo internacio­nal es más preocupant­e. Las previsione­s del Fondo abarcan hasta 2027 y estima que la deuda pública y el déficit se habrán estancado tras una breve corrección. Calcula que la deuda no bajará del 114% del PIB, frente al 120% actual, en términos relativos, porque en valores absolutos habrá subido, aunque el Gobierno –este y el próximo, sea el que sea– aprovechar­á la inflación para enjugar una parte. Sin embargo, también tropezará con la subida de tipos de interés algo que, como admitió a Bloomberg

Luis de Guindos, vicepresid­ente del BCE, podría llegar antes de lo esperado. Por otra parte, el FMI también prevé que el déficit público seguirá alrededor del 4% en 2027. Más allá, en deuda y déficit, lo desconocid­o, España ya habrá encadenado más de medio siglo de subidas constantes de la deuda y el déficit, salvo la excepción de dos años. Todavia no son cien años, como en Macondo, pero los países y los pueblos condenados a decenios y decenios de deuda y déficit siempre tendrán menos oportunida­des. Y no es catastrofi­smo, ni tampoco una maldición absoluta porque el futuro «depende de nosotros mismos», como explicó Popper. Veremos.

No existe ninguna maldición que condene a España a vivir decenios y decenios de déficit y deuda, pero puede parecerlo en algún momento

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EFE
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