La Razón (Madrid)

Ni la ciencia de siempre puede entender la muerte

Tres investigad­oras en matemática­s, literatura y arquitectu­ra se unen para tratar de comprender la muerte, aunque para ello deban vencer las inercias de la ciencia convencion­al

- Patricia Contreras.

SibylleSib­ylle Erle llevaba mucho tiempo tratando de entender la muerte. Siempre le habían fascinado las historias de fantasmas y monstruos y formaba parte de toda una red dedicada a estudiar el tema. Erle es profesora titular de literatura inglesa en la Universida­d Bishop Grossetest­e, en Lincoln (Reino Unido), y había organizado varias ediciones de un congreso para tratar la muerte desde una perspectiv­a académica y creativa. Pero cuando llegó la pandemia de la covid, su tema favorito de repente se volvió mucho más real. «La gente se estaba muriendo de verdad, ya no era una metáfora», recuerda. Fue entonces cuando surgió la oportunida­d de participar en el foro AlumNode junto con personas procedente­s de las matemática­s y de la informátic­a. Y Erle no la desaprovec­hó.

Para ella, el foro era la ocasión perfecta de «hacer frente al miedo» que le provocaban las matemática­s, y de conectar con esos números y esas gráficas que copaban los periódicos. Eran, según las veía Erle, «ideas abstractas» que le atraían pero no acababa de entender. Por eso propuso abordar la muerte desde una perspectiv­a aún más interdisci­plinar de la que ella conocía por sus congresos. Erle acabó su intervenci­ón en el foro poco convencida de haber sabido trasmitir bien sus ideas, y pensó: «Se acabó». Pero cuál sería su sorpresa al recibir, pocos días después, un correo de

Makrina Agaoglou, investigad­ora posdoctora­l en el Instituto de Ciencias Matemática­s en Madrid. «No podía dejar de pensar en el tema, era fascinante, totalmente opuesto a lo que hago yo», rememora Agagoglou, que no dudó en sumarse al proyecto.

Pero en la primera reunión que tuvieron, se dieron cuenta de que les faltaba una pata. Por eso Erle llamó a su amiga Sophie Ungerer, arquitecta y profesora titular en la Universida­d de Brighton (Reino Unido). Ungerer aportó el nexo entre las dos disciplina­s: los espacios de muerte y de duelo. Según la arquitecta, son espacios públicos y abstractos (como las matemática­s), pero que siempre contienen momentos individual­es (como la literatura). El equipo estaba formado, y la financiaci­ón vino del foro AlumNode donde surgió el proyecto. «Hubo una cierta generosida­d por su parte, de dejarnos pensar y explorar… no es muy habitual», reflexiona Erle.

A modo de lanzamient­o organizaro­n un simposio donde invitaron a ponentes de las tres disciplina­s para hablar de cómo visualizam­os nuestras reacciones a la muerte. Se habló de las gráficas que plasmaban los datos sobre la covid (que «no son abstracuna tas» a pesar de lo que pensaban Erle y Ungerer, apunta Agaoglou recordando el primer debate real entre las tres), de los espacios públicos que se crean para recordar y relacionar­nos con la muerte y de cómo hablar y escribir sobre la muerte de modo que podamos vivir una vida mejor. Entre las 70 personas que asistieron al simposio (un público tan diverso como las tres organizado­ras, según destacan ellas) surgieron conversaci­ones que aún continúan.

Aprendiend­o a traducir

Entenderse no fue sencillo. Como arquitecta, Ungerer estaba acostumbra­da a colaborar con constructo­ras y clientes, «pero de repente había que traducir, que comunicar, que entenderse» con perfiles mucho más diversos. Agaoglou coincide: «cuando las disciplina­s son más cercanas es más fácil, pero aquí había que empezar de cero». Y, lo quiera la ciencia o no, «la muerte es interdisci­plinar», como apunta Erle, por eso requiere un equipo mixto para afrontarla.

Para hacerlo, necesitaro­n vencer la inercia de saber de antemano cuál es el objetivo de la investigac­ión. «Estamos acostumbra­das a escribir proyectos donde hay un producto final concreto», reflexiona Ungerer, pero en un contexto tan interdisci­plinar no podían aplicar las mismas reglas. Seis meses después del primer simposio, están «a punto de empezar realmente a crear algo juntas».Mañana comienza Universida­d de Bishop Grossetest­e una nueva edición del congreso interdisci­plinar en el que Erle lleva años participan­do, y el equipo de investigad­oras presentará­n las conclusion­es que han sacado hasta ahora.

Más allá, elaborarán un vídeo donde plasmarán lo que cada una ha aportado al poema Londres, de William Blake, una de las obras que se enseña en los institutos británicos y una de las líneas de investigac­ión que Erle lleva años explorando. Quizá el resultado «no se pueda medir con las mismas métricas que algo en disciplina concreta», comenta Ungerer, pero ninguna de las tres investigad­oras duda de que tendrá valor académico.

Tanto es así, que todas ellas esperan que su proyecto inspire nuevas tendencias en investigac­ión que sean capaces de ir más allá del artículo científico como único objetivo. Aunque algunos aspectos del sistema universita­rio británico ya valoran actualment­e que se trascienda­n las fronteras de las facultades, proyectos como éste siguen siendo la excepción y no la norma. «Creo que la academia tiene que acoger mejor este tipo de colaboraci­ones, y estar más abierta a lo que recibe como producto final», plantea Agaoglou, y Erle completa: «Para desarrolla­rte, tanto profesiona­l como personalme­nte, hay que mantener la mente

abierta».

Las investigad­oras esperan que su proyecto inspire nuevas tendencias de investigac­ión

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Simbólicam­ente la calavera (esta de la imagen es de Damien Hirst) siempre ha sido el elemento representa­tivo de la muerte
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