La Razón (Madrid)

Cuando los abrazos valen más que un lorazepam

► Dos usuarios de la Fundación Manantial relatan a LA RAZÓN la transforma­ción que ha supuesto en sus vidas

- Beatriz Pascual.

Dicen que no es hasta que conoces y tienes contacto directo con algo cuando caen todos tus prejuicios. Esta es la sensación que recorre a muchos cuando cruzan la puerta de alguno de los centros en los que trabaja la Fundación Manantial, donde solo en la Comunidad de Madrid cuenta con 47 centros sociales para personas con enfermedad mental grave y duradera. La localidad de Parla dispone de una residencia y un Centro de Rehabilita­ción Laboral, en el que bastan con poner un pie dentro para que la empatía, la cercanía y la paz te invadan. Allí se encuentra Paco Alcolea, usuario de este centro desde hace diez años y que a día de hoy define como «mi hogar y punto de referencia». Desde hace 44 años padece trastorno de la personalid­ad, trastorno ansioso depresivo y depresión mayor del que sufrió su primer brote solo con 16. En sus tres partes de vida, dice seguro que esta tercera es cuando realmente está viviendo. Fue en un momento de desesperac­ión –muy habituales durante la enfermedad­durante enfermedad­durante una de las sesiones junto a su psiquiatra, cuando tras confesarle ser capaz de dar uno de sus brazos por un abrazo, esta le derivó a una trabajador­a social que después le habló de esta Fundación. «Se saltó los protocolos y me dio un abrazo que me supo a gloria», recuerda Alcolea para LA RAZÓN. Dice que cuando llegó estaba destruido y completame­nte solo, porque la enfermedad es así, te aísla de todo. «Pero me armé de valor y aquí solo encontré calor, compañía y de alguna forma, vida. Dicen que la depresión no te mata pero tampoco te deja vivir y realmente es así», asegura.

Desde hace 26 años la Fundación Manantial trabaja con el objetivo principal de mejorar la atención social de las personas con problemas de salud mental. Es decir, que las personas puedan romper ese aislamient­o, estar conectadas con otras personas y puedan pasar por procesos de recuperaci­ón, de rehabilita­ción que les permitan vivir la vida de una manera más plena. Esto es posible gracias a la alianza que tienen con la Comunidad de Madrid que cuenta con la Red de Atención Social a Personas con Enfermedad Mental Grave. Una red de dispositiv­os que se extiende en residencia­s, centros de rehabilita­ción psicosocia­l, centros de rehabilita­ción laboral, centros de día, equipos de apoyo social comunitari­o. Todos ellos trabajan para que aquellos que padecen enfermedad mental puedan vivir con los demás, como ciudadanos de pleno derecho y que estén integrados en su comunidad.

«Cuando llegué empecé a ver todo lo que me ofrecía esto y me lancé sin red. Poco a poco fui mejorando y estar aquí me sirvió para atenuar mi enfermedad y me ha hecho crecer como persona», confiesa Alcolea. Después de muchos años dónde no tener ningún sitio al que ir define esta última etapa de su vida como una revolución personal. Junto a sus compañeros comparte actividade­s y paseos, tardes de película, lectura mientras toman un café, prestan su ayuda a una protectora de animales, arreglan ropa y juguetes que después donan y realizan un prograaquí ma de radio, entre otras. Este última es su favorita. «De forma que vas paliando todas esas necesidade­s que tienes sin darte cuenta, te vas sintiendo cada vez mejor y cambias», relata.

A día de hoy dice sentirse mucho mejor, pese a que la enfermedad está ahí y nunca termina de irse. La medicación es una muleta, pero para él «un abrazo vale más que un lorazepan». No baja la guardia, sabe que esta es traicioner­a y que cuando crees que estás mejor «de golpe y porrazo te ataca con una fuerza brutal». Como un niño que mira por primera vez al mundo con ojos curiosos, Alcolea confiesa ser el mismo que entró hace diez años por la puerta del centro pero solo ha potenciado cualidades que tenía dentro y que no eran capaces de salir. No se le olvida que «la única vez que he reído con ganas de verdad ha sido y llevaba años sin hacerlo» y pese a que le está pasando eso que decía Gloria Fuertes de que «cuando aprendes a vivir te tienes que morir», tiene claro que exprimirá la vida hasta el último minuto.

Además la Fundación Manantial da su apoyo en otras áreas, como en el ámbito penitencia­rio para reinserció­n, ofrece protección jurídica para que la personas en vulnerable­s tengan apoyo profesiona­l a la hora de toma de decisiones en determinad­os aspectos de su vida y por último, el empleo, con el que están especialme­nte volcados. En concreto, facilitan que la gente se incorpore a un puesto de trabajo en cualquier empresa y a su vez, generan empleo a través del programa Manantial Emplea. Es decir, que todos los servicios de limpieza, catering y administra­tivos de sus centros son personas con discapacid­ad

La única vez que he reído con ganas de verdad fue aquí y llevaba años sin hacerlo»

Siempre pensaba que el problema era de otros hasta que fui consciente de que el problema era yo»

por problemas de salud mental. Uno de ellos es Paco López, al que encontramo­s en la residencia de Parla dónde empezó como auxiliar de limpieza de este centro hace cerca de ocho años y donde fue ascendido a adjunto hace cuatro. López nunca encontró problemas a la hora de encontrar trabajo sino para mantenerlo. «Siempre creía que la culpa era de los otros, no fui consciente de que algo no iba bien y de que el problema era yo hasta que la situación con mi familia y vecinos fue insostenib­le», confiesa a LA RAZÓN. Fue su psicóloga quien le derivó a un Centro de Rehabilita­ción Laboral en Móstoles dónde durante nueve años hizo diferentes talleres, tuvo el apoyo y la ayuda de una psicóloga, una terapeuta ocupaciona­l y de una preparador­a laboral hasta que estuvo preparado para incorporar­se al que iba a ser su nuevo empleo. «Al principio es duro porque no te ves allí. No eres consciente de que estás enfermo y de que necesitas ayuda… pero te abren los ojos».

Hasta entonces López salía adelante «pero de mala manera» y no fue hasta que entró en el CLR cuando encontró su camino. «Para mucha gente es difícil de creer que te pueda gustar la limpieza, pero me gusta mi trabajo. Me gusta ver todo limpio y crear entornos agradables para las personas. Los residentes son nuestros clientes y trabajamos para ellos: queremos que estén lo más a gusto posible gracias a nuestro trabajo», confiesa. López ha pasado de no tener estabilida­d en ningún nivel a tener casa propia, un trabajo estable e ingresos regulares. Gracias a la política de Plan Integra, después de un tiempo haciendo suplencias fue contratado de forma indefinida y ha podido hacer un plan de vida. Ese es el principal objetivo de la Fundación Manantial; que cada uno pueda tener su plan de vida sea el que sea. El de López, una hipoteca de un pequeño apartament­o en Móstoles, una pareja y su perrita. Al año atienden alrededor de unas 2.700 personas y están muy centrados en impulsar y poner en marcha iniciativa­s de prevención y atención temprana y sensibiliz­ación. Para ellos es muy importante promociona­r la salud mental, que se hable y que las personas entiendan la importanci­a que tiene cuidar su salud mental, hablar de qué le ocurre a tu estado emocional y pedir ayuda si es necesario.

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Paco López disfruta viendo entornos limpios
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FOTOS: DAVID JAR Paco Alcolea participa en la radio de la Fundación una vez por semana
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