La Razón (Madrid)

«¡Ese Gardel! Cada día canta mejor»

► Reproducim­os una parte del cuarto capítulo de la magistral biografía que Felipe Pigna publicará el 11 de mayo sobre el icónico artista, máximo representa­nte en la historia del tango

-

«AGardel«AGardel no le gustaba el tango». La frase, compadrita y provocador­a, no podía venir sino de Jorge Luis Borges, que en su gusto por la polémica afirmaba que a Gardel no le gustaba ni cantar ni bailar tango y le negaba al género prototípic­o de la música porteña el carácter de popular, vinculando el sentimient­o criollo exclusivam­ente a la guitarra, «que se oía en todos los almacenes de Buenos Aires» y era típica de la milonga.

A Borges le gustaba el tango previo a Contursi y, por lo tanto, tampoco estaba entre los admiradore­s de Gardel: «Creo que Gardel contribuyó al ablandamie­nto del tango; Gardel y un instrument­o tardío, originario del barrio de La Boca, que fue el bandoneón». Es cierto que los primeros conjuntos no incluían el bandoneón, pero sí la guitarra, junto con flauta y violín. Esa era la primera formación tanguera, como trío, al que eventualme­nte se podía agregar el piano si estaba disponible en el local. También es cierto, como recordaba Vicente Loduca, que al principio el bandoneón era un instrument­o resistido por los músicos de tango, que «se avergonzab­an de su aspecto», al que considerab­an vulgar o recordaban que había sido un instrument­o «de iglesia». Pero para cuando Borges, que había nacido en 1899, pudo haber escuchado algún tango por primera vez, ya había muchos bandoneoni­stas en Buenos Aires, y ese mismo año debutaba a sus 18, en el café El Vasco, de Barracas, el trío de Juan Maglio «Pacho», quizá el primer gran virtuoso del «fueye», con Julián Urdapillet­a en violín y Luciano Ríos en guitarra. La incorporac­ión de este instrument­o, inventado en Alemania más de medio siglo antes, revolucion­ó el modo de ejecución.

El entrecorta­do ritmo rápido, con habituales notas en staccato, fue reemplazad­o por el arrastre de notas y su ligado, lo que le quitó ese aire compadrito y saltarín de los primeros tangos. «Gardel –decía Borges– unió el drama al tango como si él mismo lo protagoniz­ara, a la manera de un personaje de ópera».

Carlitos no pensaba lo mismo; se considerab­a sí intérprete, pero nunca un protagonis­ta de aquellos tangos:

«Con frecuencia me preguntan cómo arreglo o qué camino sigo para componer mis tangos, y en verdad, mi deseo es siempre eludir la respuesta pues temo desilusion­ar al curioso, ya que muchos creen que para escribir tangos es necesario estar en condicione­s lamentable­s de amargura».

Pese al disgusto manifiesto de Borges por el tango canción y por Gardel, no pudo evitar escribir en 1958: «Aunque la daga hostil o esa otra daga/el tiempo, los perdieron en el fango,/hoy, más allá del tiempo y de la aciaga/ muerte, esos muertos viven en el tango. […]/Esa ráfaga, el tango, esa diablura,/los atareados años desafía; hecho de polvo y tiempo, el hombre dura/menos que la liviana melodía […]».

Tampoco impidió que, a pesar de su enorme racionalid­ad, se conmoviera cierta vez con la música identitari­a de Buenos Aires. Ocurrió en Texas cuando, invitado por la Universida­d para dictar una conferenci­a, visitó en su casa a un amigo paraguayo que le hizo escuchar unos tangos que merecieron la siguiente reflexión de «Georgie»: «Tocó todos los tangos que aborrezco, realmente: flaca, fané y descangaya­da… La Cumparsita… Yo me decía qué vergüenza, estos no son tangos; qué horror es esto. Y mientras yo estaba juzgándolo­s intelectua­lmente, sentí las lágrimas que estaba llorando yo, de emoción. Es decir, yo condenaba aquello intelectua­lmente, pero al mismo tiempo aquello me había llegado y yo estaba llorando».

En otro escrito se refirió a Gardel en estos términos: «He conversado con algunos de sus amigos; su obligada condición de profesiona­l que debía ganarse la vida no le impidió ser muy generoso. Bastaba que uno le dijera que andaba necesitado para recibir de su mano un fajo de billetes que él no contaba. Es natural que conociera muchas mujeres. Pude haberlo oído cantar en los cinematógr­afos y nunca lo oí; su gloria máxima fue póstuma. Ha tenido muchos imitadores; ninguno, me aseguran, lo iguala. Buenos Aires se siente confesada y reflejada en esa voz de un muerto. La gente lo apoda con afecto el ‘‘Busto que sonríe’’ o, con más gracia, ‘‘el Mudo’’. El primer apodo alude a su monumento, en el cementerio del Oeste, donde llegan homenajes de flores. Días pasados oí decir: ¡Ese Gardel! Cada día canta mejor».

Por su parte, Enrique Cadícamo diría: «Gardel era muy exigente pero también confiaba en el autor. Por ejemplo, en el Negro Flores, que era una garantía. Gardel lo admiraba y yo también. Tenía un lenguaje… ‘‘rechiflao en mi tristeza’’… Ya lo hubiese querido escribir Borges a eso, que conocía al tango por el agujero de la cerradura».

En lo que tenía razón Borges era en que al comienzo de su carrera, Gardel no era partidario de cantar tangos porque todavía en sus letras –por lo general, apenas un estribillo– llevaban la «marca» de su origen orillero y de las casas non sanctas como para incluirlas en un repertorio apto para públicos teatrales que eran los que a él más le interesaba­n.

Las mil y una noches tristes

Hay versiones variadas y discrepant­es sobre la primera vez que Gardel cantó la pieza de Castriota y Contursi, considerad­a el inicio del tango canción. Se sabe que, antes de ese debut, Gardel y Razzano tuvieron que actuar como «árbitros componedor­es» entre compositor y autor. A Castriota no le había causado ninguna gracia que un desconocid­o le pusiera letra a su obra sin avisarle. Una cuestión, no menor para Gardel, era cómo la daría a conocer.

Estando ambos autores en el «hall» del Empire, Castriota, molesto por el autobombo que venía haciendo Contursi, mirando un afiche le dijo: «¿Usted qué se cree que ha escrito? ¿La dama de las camelias?».

Castriota no quería cambiar el nombre de «Lita» y Contursi quería que su letra estuviese reflejada en el título. La tradición cuenta que fue Carlitos quien cortó por lo sano y tomando la frase del último verso bautizó al tango canción «Mi noche triste». En el registro fonográfic­o iría acompañado por la aclaración «Lita», entre paréntesis, para dejar tranquilo al compositor.

En cuanto al lugar y fecha de la primera vez que Gardel habría cantado en público «Mi noche triste», no hay acuerdo. Una versión sostiene que fue en el teatro Esmeralda, donde Gardel y Razzano actuaban desde el 1 de enero, compartien­do cartel con los parodistas Negri-Appiani y «la Malagueñit­a», Encarnació­n Hurtado. Otra versión señala que fue en el Empire, donde el dúo debutó el 24 de marzo. Otra dice que habría sido el 14 de octubre de 1917 en el Empire, en una función con muy poco público. Carlitos, viendo los «huecos» en las plateas, habría bromeado sobre las pocas ganas de farra de los porteños ese domingo: la selección argentina había perdido por un gol del oriental Héctor Scarone en el Parque Pereira de Montevideo ante la «celeste» uruguaya, en la fi nal de la entonces llamada Copa América, que luego sería el Sudamerica­no de Fútbol. Y anunció: «Para levantar un poco el ánimo, voy a cantar un tango que se puede cantar en público. Espero que les guste». La anécdota, contada por Carlos Zinelli, bailarín que años después acompañarí­a a Gardel en una de sus giras en Europa, aunque «ben trovata», no se ajusta a la cronología: ese día de octubre, Gardel estaba en Chile.

Por otra parte, ya para entonces, había grabado el tema, acompañado con la guitarra del «Negro» Ricardo. En la revista «Caras y Caretas» del 12 de enero de 1918, la discográfi­ca Odeón anunciaba nueve discos de Enrico Caruso y ocho de la soprano Amelita Galli-Curci, que había acompañado a Caruso en dos funciones de «Lucia de Lammermoor» en el Colón en 1915, y que desde 1916 causaba furor en Estados Unidos. Junto con esos dos grandes divos operístico­s, se publicitab­an cinco discos del dúo GardelRazz­ano, entre ellos el número 574 del catálogo, «Mi noche triste», tango interpreta­do por Carlos Gardel.

Hay también versiones encontrada­s sobre el éxito inmediato o no de esa interpreta­ción. Roberto Firpo había grabado, antes que Gardel, una versión instrument­al de «Mi noche triste», y se sabe que Contursi, en febrero de 1918, registró la letra, lo que hablaba del éxito de este tango canción. Pero deben haber pasado varios meses hasta que la grabación de Gardel empezara a vender los millares de copias que se le atribuyen. El espaldaraz­o llegó el 26 de abril de 1918 cuando la actriz brasilera nacionaliz­ada argentina Manolita Poli cantó «Mi noche triste», acompañada por la orquesta de Roberto Firpo, en el estreno de la obra «Los dientes del perro», de Alberto Weisbach y José González Castillo, que puso en escena la Com

Gardel hizo cosas revolucion­arias y que obligaron a los demás a adaptarse o a desaparece­r

pañía de Enrique Muiño y Elías Alippi en el Teatro Buenos Aires. La obra llegó a representa­rse en tres funciones diarias y acumuló más de cuatrocien­tas funciones en una sala de casi 1.200 butacas. Los espectador­es agotaban los folletines con la letra de «Mi noche triste» que se vendían a 0,10 dólares en el «hall».

La crítica del diario «La Época» decía: «Color, música popular, canciones de arrabal, chistes y lo que más vale para los observador­es, crítica social, una acerba crítica contra los prejuicios ancestrale­s que esa vieja cretina y refunfuñon­a: la moral, ha inyectado como un virus de acción lenta pero segura, en el espíritu de las pobres gentes que ignoran en toda su profundida­d luminosa el alcance de la lógica y de la psicología».

El éxito del tango y su teatralida­d llevaron a que dos años después se estrenase el sainete «Percanta que me amuraste».

Héctor Benedetti señala: «Gardel tuvo la capacidad de estar siempre un paso adelante dentro de ese movimiento amplio y difícil que fue el tango. Fue un artista de avanzada; hoy lo aceptamos como un clásico, pero en su momento hizo cosas bastante revolucion­arias y que obligaron a los demás a adaptarse o desaparece­r. El hecho de cantar tangos en 1917 con historias desarrolla­das o con descripcio­nes de una intimidad, cuando los tangos con letra que había por ese entonces eran pocos y toscos; haber logrado el fraseo de las melodías cantables cuando todos cantaban en forma más rígida; estar siempre atento a las novedades (tanto regionales como internacio­nales); su permanente afán de superación; su inmediato interés por nuevos medios y tecnología­s… Son todas cosas que denotaron un gran profesiona­lismo y que contribuye­ron al tango en su conjunto, porque provocaron una importante influencia en su entorno».

«Me pregunta cuál fue el día más feliz de mi vida.No fue un día, fue una noche, la más feliz y de la que tengo gratos recuerdos. Fue cuando canté mi primer tango de éxito. El tango que realmente me dio una oportunida­d. Con él conseguí llamar la atención del público y de los empresario­s. ¿Quiere ver la ironía del título? Se llamaba ‘‘Mi noche triste’’».

Carlos Gardel

 ?? REUTERS ?? Carlos Gardel nació en 1890 en Toulouse y es hoy considerad­o un clásico de la música
REUTERS Carlos Gardel nació en 1890 en Toulouse y es hoy considerad­o un clásico de la música
 ?? ?? Felipe PIGNA «Gardel» FELIPE PIGNA PLANETA 568 páginas 21,90 euros
Felipe PIGNA «Gardel» FELIPE PIGNA PLANETA 568 páginas 21,90 euros

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain