La Razón (Madrid)

¿A qué estamos esperando?

- Borja de Arístegui

NoNo deja de ser sorprenden­te la hipocresía de la clase política europea en lo que a Rusia se refiere. Mientras muchos se rasgan la camisa en su denuncia de las atrocidade­s cometidas por las tropas rusas contra el pueblo ucraniano, se niegan a su vez a establecer un embargo energético contra Moscú. Rusia es, hoy por hoy, el país al que se ha sometido a mayores sanciones económicas, y, sin embargo, seguimos enganchado­s a sus hidrocarbu­ros. Desde que empezó la guerra le hemos entregado casi 50.000 millonesde dólares al régimen de Pu t in a cambio de gas y petróleo. Esto echa por tierra todo esfuerzo de ayuda a Ucrania, donde ven cómo el dinero europeo es utilizado para apuntalar al régimen que les está matando. Hasta hace unos días, la posibilida­d de un embargo no se planteaba, pero desde Alemania parecería ser que se podría llegar a aceptar un embargo al petróleo. Del gas no se habla ya que es justamente Alemania uno de los países que más dependen

España tiene nueve de las catorce plantas de regasifica­ción de la UE

del gas ruso. Esta dependenci­aata a Berlín a los designios de Moscú y les impide realmente ejercer presión sobre Putin, que sabe que tiene en Alemania, Italia, Hungría o Eslovaquia un seguro contra la sanción que más daño podría hacerle.

Desde el incidente de Fukushima, Berlín decidió cerrar sus centrales nucleares acrecentan­do así su dependenci­a de Moscú. Mientras algunos países europeos como Estonia, Letonia o Lituania decidieron apostar por la diversific­ación construyen­do la infraestru­ctura necesaria para recibir gas natural licuado, Alemania apostó por Rusia, y carece hoy de opciones. Por nuestra parte, nos encontramo­s ante una oportunida­d, si nuestros socios europeos quisieran contar con nosotros. Y es que España tiene 9 de las 14 plantas de regasifica­ción de la Unión Europea. Podríamos convertirn­os en el puerto de entrada de la alternativ­a. ¿A qué estamos esperando?

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