La Razón (Madrid)

El Quinto vino o los Madriles más castizos

► Para no perderse los garbanzos con gambas y los caracoles en salsa ► Un aliciente para no mudarse nunca del barrio de Cuatro Caminos

- Andrés Sánchez Magro.

Luis y Juan Roldán pueden decir lo mismo que Jacinto Benavente: que son madrileños, y por serlo del todo, no han nacido en Madrid. Y fundaron El Quinto Vino. Pocas tabernas tan castizas se seguirán abriendo como esta lo hizo en 1995, porque poco se juesin al mus en este país, invadido por los inabarcabl­es contenidos de canales, que dejan poco espacio a las ganas de emprender.

Cuando después de una de esas noches de naipes, órdagos y lances, alguien fríe unas croquetas tan deliciosas como las de Esperanza, puede conseguir que algún nacido sevillano, no pare hasta montar un establecim­iento propio, donde poder servir esa perfecta fritura de bechamel, que tanto representa a la cocina tradiciona­l española.

Manjares caseros

La experienci­a ganada desde los trece años trabajando en establecim­ientos ajenos, le dio a Luis la sabiduría suficiente como para saber que en esta ciudad, a la gente hay que darles bien de beber, comer y si cabe además entretener­les, y que no te la puedes envidar ni a chica ni a grande cuando no te sabes las reglas del juego. Así pasó que todos los que entraron en la partida, repetían parar y ni a sus casas volvían a comer el cocido, las croquetas, las lentejas y todos esos manjares caseros que hoy se echan de menos en las raudas y modernas cocinas, que ya han invadido hasta los fogones domésticos.

Historias y personajes

En este local lleno de historias y personajes para enmarcar, que regentan Juan junto a José María y Antonio Valero, que se ha ido recogiendo en sus paredes y estantería­s estantería­s a modo de reliquias: fotos, pósters, botellas de vino, azulejos flamencos y en fin, referencia­s a otros tiempos que por suerte, aquí nadie quiere olvidar. Ni siquiera Luis, que hoy disfruta de lo suyo, entregado a las considerac­iones más esenciales de la vida. A las 200 croquetas diarias y a la famosa tortilla de callos que se servían en aquellos inicios, se le han ido sumando recetas de origen andaluz, madrileño, gallego o manchego, pero siempre capitaliza­das por estos grandísimo­s colonizado­res de paladares tan ansiosos de delicias, aunque menos temerosos de no saber qué es lo último de último en gastronomí­a, o cualquier otra tontería.

Morcilla artesanal

Hoy es Carmen quien organiza perfectame­nte la banda españoga la de las ollas y fogones. Esos garbanzos con gambas, la carrillera al palo cortado, batiburril­lo de habitas y alcauciles, las acedias de Sanlúcar y los caracoles en salsa, son como montarse en un tren a la cuna de los lunares, y escuchar a Lola Flores desmedirse en su «tu lo que quieres es que me coma el tigre».

Pero es que la longaniza de Reus rellena de los trompetas de los muertos, y las filloas rellenas de xoubiñas, y la morcilla artesana de Burgos dan una idea de lo que ayuda en general no nacionaliz­arse uno de su pueblo, y en particular a crear un menú tan rico y que la Renfe debería de patrocinar.

Qué beber

Mención especial necesita la carta de los líquidos esenciales, que por algo no podía dejar de aparecer en el título, y que desde su inicio, incluye las suficiente­s denominaci­ones de origen y bodegas necesarias como para disfrutar en mesa, o en esa maravillos­a barra en la que uno pierde la noción del tiempo.

Este barrio de Cuatro Caminos y los cinco pinos del borbónico Felipe V, tiene la suerte de tener una casa como esta, y aunque es aclamada también entre todas las personas extranjera­s que la visitan, no deja de ser un aliciente para no mudarse nunca.

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ALBERTO R. ROLDÁN Se trata de un local lleno de historias y personajes para enmarcar
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