Vuelve Imelda
Javier Ors
LasLas dictaduras siempre amenazan con volver, pero ahora no como memoria insepulta o espectro shakesperiano, sino en la figura de carne y hueso de los nietos. Ferdinand Marcos regresa al gobierno en Filipinas, aunque no como pasado sin cerrar o debate pendiente, sino a través del hijo. La familia Marcos fue una dictadura conyugal donde Ferdinand como Imelda, tanto monta, monta tanto, alentaron un régimen de cleptocracias y represiones que dejó como sinónimo de su corrupción la metáfora inolvidable de 1.200 pares de zapatos. El matrimonio fue derrocado de los asientos del poder por una revolución popular y ahora vuelve a ellos también por consentimiento del pueblo, o sea, a través de las urnas, que le han dado un respaldo de 31 millones de votos. Hay mucho hijo que, aparte de la casa, la hamaca y el cuadro de la abuela, también hereda del padre el oficio, que es una cosa muy española, perpetuándose así el apellido dentro de la medicina, la arquitectura, el periodismo, la banca, que son profesiones con mucha solera encima. Lo que sucede es que ahora también sucede esto con los autoritarismos, que parecen querer eternizarse en el descendiente de turno, amenazando con convertirse en una sombra secular. Winston Churchill repetía la idea de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, que es igual que decir que es el mejor de los sistemas que tenemos. Lo que sucede es que la democracia aparte de un derecho necesita una ciudadanía, o sea, gente formada, y es justo lo que falla. Hay mucho analista por ahí preguntándose cómo la Familia Marcos ha vuelto a las gradas de la res pública y la cosa está que el Marcos, que llaman Junior, aunque gaste ya 64 palos, se ha ganado la confianza de los jóvenes de TikTok, que no guardan memoria del pasado y son mucho de logos. Así que mientras por aquí andamos relegando las humanidades, los Marcos se han percatado de que uno de los agujeros de la democracia es que en las aulas faltan lecciones de historia.