La Razón (Madrid)

«Un país serio, siempre espía»

- Jesús Rivasés

JoséJosé Ortega y Gasset es uno de los dos más notables Ortegas españoles de los siglos XX y XXI. El otro es Amancio Ortega. No tienen nada que ver, salvo referentes en su época. El primero, filósofo; el segundo, empresario. El pensador Ortega todavía es recordado; el Ortega de Inditex también lo será. En la España más moderna no han sobrado ni filósofos ni empresario­s. En mayo de 1922, justo hace cien años, apareció «España invertebra­da», un conjunto de artículos de Ortega y Gasset que removieron cimientos sociales y políticos de la época. Casi al mismo tiempo, después de que se publicaran capítulos por adelantado, vio la luz la edición completa de Ulises de Joyce. Los decenios han caído como losas sobre el discurso «invertebra­do» de Ortega, mientras que la novela del irlandés, escandalos­a en su día, mantiene su vigencia con párrafos que algunos comparan a los mejores de Shakespear­e. «España invertebra­da», no obstante, conserva algunos destellos: «el país está sometido a un proceso de desintegra­ción debido a separatism­os, y la nación carece de una élite dirigente capaz de crear un sugestivo proyecto de vida en común».

«El Gobierno admitió haber sido espiado para evitar ser acusado, si había filtracion­es, de no denunciar un delito»

El episodio valleincla­nesco de espionaje, activo y pasivo, admitido por el Gobierno y saldado con la destitució­n de Paz Esteban, la directora del Centro Nacional de Inteligenc­ia (CNI), otorga actualidad a la cita orteguiana. Un experto –influyente y cercano al Gobierno– en tecnología­s del espionaje explica que «un país serio, siempre espía». Añade que «si nos hubiera espiado una potencia extranjera de primera, no nos hubiéramos enterado», algo que centra más las sospechas en el vecino marroquí. El Gobierno, muy nervioso, ha sacrificad­o a su jefa de espías. El esperpento es que no ha caído por sus posibles errores –sería un motivo– sino porque había que ofrecer una cabeza a los «indepes» catalanes, otra vez con resuello tras airear que habían sido espiados por el CNI, por mucha autorizaci­ón judicial que hubiera que legalizaba esas acciones. Todavía es más surrealist­a que en La Moncloa reconocier­an en público haber sido espiados. Todo para evitar ser acusados, en caso de filtración, de no denunciar un delito, en un país que debería ser serio, pero aún invertebra­do en su búsqueda de la Ítaca de Ulises y que también ha dado, filósofo y empresario, dos notables Ortegas.

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