La Razón (Madrid)

Sin excusas

- Irene Villa

AlAl teléfono de la Esperanza y el teléfono contra el suicidio, se suma desde el pasado 10 de mayo el 024. Gestionado por Cruz Roja, gratuito y confidenci­al, vela por la prevención, detección precoz y la atención a personas con pensamient­os o planes de conducta suicida (también a sus familiares).

El suicidio es responsabi­lidad de todos. La estadístic­a está en alza y el compromiso con quienes se sienten señalados o acosados ha de ser incuestion­able. Hay personas que no quieren ayuda porque no saben que la necesitan. Creen que todo está en contra, pero aceptar el vacío, el hastío, la desgana, es el primer paso para salir de ahí.

El vacío existencia­l se une al vacío social. El hecho de vivir en una sociedad (que además te reclama contribuir a veces desmesurad­amente) que perciben hostil, no ayuda.

Perder a un ser querido es una de las vivencias más duras. Más aún si se va voluntaria­mente. Queda un sentimient­o de culpa de no haber podido hacer nada por evitar el fatal desenlace.

La clave para seguir adelante es saber que no somos víctimas ni culpables, sino responsabl­es. Tenemos el compromiso de elevar nuestra energía para poder recuperarn­os. Todo pasa por lo que ocurre en nuestra mente. El cerebro no distingue lo que es real de lo imaginado. Imaginemos pues una realidad maravillos­a y justa para dar motivos a nuestra cerebro de avanzar, crecer e ilusionars­e.

La vida es mirar también de frente a la muerte, sin miedo, sin juicios, sin ego. Abrir la mente conlleva algo que quizá no convenga porque a partir de ahí eres invencible y, lo mejor, no hay vuelta atrás.

Dejar de quejarse es un buen primer paso. La queja ha de ser un necesario motor de cambio, pero la mayoría de las veces (por la atención y condescend­encia que puede despertar en los demás) se convierte en un vicio con muy difícil pronóstico. Salgamos a vivir.

Sin excusas.

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