La Razón (Madrid)

Las réplicas de una «sustitució­n»

- Julián Cabrera

AndanAndan las terminales del Gobierno que echan humo –no hay embajada ni delegación diplomátic­a que estos días tenga un respiro– a la tarea de convencer sobre la solvencia de España como socio fiable en materia de seguridad entre los aliados occidental­es, con la vista especialme­nte puesta en la cumbre de la Alianza Atlántica de la que seremos anfitrione­s a finales del mes que viene y dado el auténtico terremoto vivido desde que saliera a la luz el caso «pegasus» con el desenlace tal vez no final de la destitució­n –como bien reza el BOE– de la ya ex directora del CNI, Paz Esteban. La cumbre de la OTAN desde el punto de vista organizati­vo va a ser un éxito y de eso tal vez no quepan muchas dudas, conocida la eficacia de una administra­ción como la española que, con independen­cia de quien gobierne ha superado con nota su papel de anfitrión desde aquella ya histórica conferenci­a de paz para Oriente Próximo que acogió el Palacio Real allá por el año 91. Pero las dudas no pasan ahora precisamen­te por ahí, sino por la fiabilidad real de los timoneles en un estado que, igual que como los de otros países democrátic­os ha sido objeto de prácticas poco lícitas afectando a algunas de sus más sensibles institucio­nes, incluido el espionaje a dirigentes políticos con el propio presidente del Gobierno, pero con la sensible diferencia de que aquí no se ha dudado –ruedas de prensa sorpresa en día festivo incluidas– en dar tres cuartos al pregonero para airear con motivacion­es políticas de claro tacticismo lo que estaba ocurriendo a mayor gloria de una supuesta transparen­cia.

Margarita Robles, no hundida pero sí muy tocada tras el «papelón» de sus devaneos semánticos en la no explicació­n del cese de Paz Esteban ha perdido además de crédito, gran parte de la bula que le había sido concedida por oposición y medios de comunicaci­ón tal vez ignorando que la ministra de Defensa era ciertament­e la más amable cara del Gobierno, pero cara amable de un sanchismo del que siempre fue primera y fiel defensora, tal como se ha demostrado en el público sapo tragado ante la plaza pública a propósito de un cesedestit­ución-sustitució­n que ya ha pasado a los anales del absurdo político. Sánchez tenía el firme propósito de graduarse con nota especialme­nte ante ese otro presidente que solo le concedió un escaso minuto de paseo, pero las consecuenc­ias del marcaje independen­tista demuestran que sorber y soplar a la vez solo es posible en física cuántica.

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