La Razón (Madrid)

Dejar de tomar almidón es eficaz en patologías digestivas

► Reducir este compuesto sí está indicado en personas con enfermedad intestinal, pero no es recomendab­le sin supervisió­n médica

- Raquel Bonilla.

Hemos escuchado su nombre en numerosas ocasiones, pero probableme­nte la mayoría no sabe cuál su función dentro del organismo. Hablamos del almidón, un hidrato de carbono de origen natural, más concretame­nte un polisacári­do, que se obtiene a partir de los cereales y de los tubérculos y que ahora está en la diana. Hasta el punto de que, al más puro estilo del gluten, cada vez se está poniendo más de moda eliminarlo de la dieta, sin prescripci­ón médica, como posible solución a las molestias digestivas y como remedio frente a los kilos de más.

«El almidón es el polímero de almacenami­ento de hidratos de carbono de los vegetales, por lo que se encuentra fundamenta­lmente en tubérculos, raíces y cereales y apenas en los alimentos de origen animal», asegura Carmen Aragón, miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinol­ogía y Nutrición (SEEN). Además de las patatas, el arroz, las semillas y los cereales, también podemos encontrarl­o en la leche y sus derivados, el plátano, las judías, las lentejas, los guisantes, guisantes, la calabaza, el pepino con cáscara y la zanahoria, entre otros.

El papel del almidón va más allá de los hidratos, ya que al tratarse del único polisacári­do vegetal que nuestro cuerpo es capaz de asimilar, cada vez se estudia más su repercusió­n en la salud digestiva. Ejemplo de ello es que el Basque Culinary Center ha puesto en marcha un estudio piloto basado en la reducción del almidón y de la sacarosa (principalm­ente el azúcar de mesa) como herramient­a para mejorar los síntomas y las molestias producidas por el síndrome del intestino irritable, un trastorno mucho más extendido de lo que puede parecer, ya que afecta a una de cada 26 personas, en especial a las mujeres, donde la prevalenci­a es de una de cada 11. Los síntomas de este trastorno suelen aparecer en forma de dolor y molestias en la tripa, así como cambios en el ritmo intestinal habitual, ya sea como diarrea o como estreñimie­nto prolongado en el tiempo. Ante esta situación, no existen medicament­os eficaces para curarlo, por lo que el tratamient­o se centra, principalm­ente, en aminorar esos síntomas.

Las conclusion­es del estudio resultan muy prometedor­as: «Al cabo de un mes de seguir esta dieta más del 85% señalaba una mejora en los síntomas. En el segundo mes, después de recuperar la dieta habitual se les volvió a hacer a los pacientes un control. El resultado fue que su situación era mejor que antes de seguir ese patrón de alimentaci­ón, pero volvían a subir los casos con síntomas», asegura Usune Etxeberria, investigad­ora del Basque Culinary Center y nutricioni­sta.

La explicació­n a esta apreciació­n reside en que «el almidón es una fuente de hidratos de carbono complejos. En la boca y en el tubo digestivo, mediante la acción de la enzima amilasa, se descompone en azúcares simples, que son absorbidos a través de la mucosa intestinal para actuar como fuentes de energía en procesos metabólico­s», detalla Aragón.

Entendido como una fuente de hidratos de carbono y, por tanto, como un foco de calorías, más allá de la recomendac­ión de reducir su ingesta en casos de patologías digestivas, ahora se tiende a eliminar su ingesta como herramient­a para perder peso, bajo la creencia de que con su eliminació­n se irán también los kilos de más. Craso error, ya que, tal y como advierte la portavoz de la SEEN, «tanto para prevenir como para tratar la ganancia de peso es necesario modificar el patrón dietético y de actividad física. Intervenir sobre un nutriente único puede no tener efectos o que estos sean nocivos al desviarse la ingesta hacia otros nutrientes. A pesar de esto, las dietas muy bajas en almidón y en otras fuentes de hidratos de carbono, conocidas como cetogénica­s, se han utilizado como estrategia para conseguir pérdida de peso. Los resultados han sido dispares, y en cualquier caso los riesgos para la salud que implican desaconsej­an su uso indiscrimi­nado y sin control médico. Estas mismas dietas bajo control médico estricto son tratamient­o para enfermedad­es metabólica­s y algunas formas de epilepsia».

El 85% de los pacientes con intestino irritable mejora al eliminarlo

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Es el único polisacári­do vegetal que nuestro cuerpo es capaz de asimilar

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