La Razón (Madrid)

Criptodine­ro al borde del pánico

► El inmenso, profundo y oscuro universo de las criptomone­das, de pronto, ha entrado en convulsión, se contrae y existen peligros ciertos de quiebras posibles Jesús Rivasés

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NassimNich­olasTalebN­assimNicho­lasTaleb escribía el miércoles en Twitter que «cuando alguien te dice que no hay peligro de quiebra, es que hay peligro de quiebra». Respondía a Brian Armstrong, CEO (primer ejecutivo) de Coinbase Global Inc, que había intentado tranquiliz­ar a los mercados con un «no hay riesgo de quiebra» en una semana de casi pánico en el oscuro universo de las criptomone­das. «Sonámbulos hacia el precipicio cripto», titulaba el Financial Times un artículo sobre los vaivenes de estas monedas, algo que ha pasado más inadvertid­o en la España ahíta de broncas partidista­s, de un enredo de espías ventilado en la plaza pública o de la última ocurrencia de algún ministro para llamar la atención o levantar una cortina de humo. «Yo no me invento ningún chiste. Solo miro lo que hace el Gobierno e informo de los hechos», decía Will

Rogers (1879-1935), un humorista americano, también conocido como

«el hijo favorito de Oklahoma». La cita la ha rescatado ahora el analista Juan Ignacio Crespo, siempre muy perspicaz y de los contados en España que siguen minuto a minuto la debacle y las convulsion­es de las criptomone­das, a las que también define como «la nada digital».

Taleb (1960), ensayista, investigad­or y financiero libanés nacionaliz­ado estadounid­ense, alcanzó la fama en 2007 cuando publicó «El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable». Miembro del Instituto de Ciencias Matemática­s de la Universida­d de Nueva York, explicaba que durante siglos, desde Juvenal, el cisne negro era el paradigma «perfecto» de lo imposible. Todo eso saltó por los aires cuando en 1697, Willem de Vlamingh, un capitán de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, encontró abundantes cisnes «bastante negros» en Australia. Taleb se apoyó en esa peripecia para construir su teoría de que lo improbable es posible y que, además, puede tener grandes efectos. La guerra de Putin, ahora, es el último –y dramático– de un cisne negro y el coronaviru­s el penúltimo.

Las criptomone­das no son ningún «cisne negro» ni tampoco su crisis actual, largamente anunciada, pero el impacto de su caída también puede ser enorme. Coinbase Global Inc es una plataforma -en teoría segurade comercio de criptomone­das con sede en San Francisco, California, que ofrece servicios de intercambi­o entre criptomone­das y monedas fiduciaria­s en alrededor de 32 países, así como almacenami­ento y gestión de activos digitales en 190 países en todo el mundo. El que su primer ejecutivo proclame que «no hay riesgo de quiebra», justo cuando las llamadas «monedas estables, como Luna o Terra hayan perdido más de un 90% de su valor ha provocado la explícita advertenci­a de Taleb que, esta vez, no anuncia ningún cisne negro, sino una tan compleja como esperada crisis.

El universo cripto es inmenso y profundo, repleto también de una «materia oscura» tan inaprensib­le como la cósmica. Las alarmas se han disparado por los vaivenes de las «monedas estables», que no son más que divisas digitales con un valor indexado al dólar o a una cesta de activos reales. Las más conocidas son Tether, Terra y Luna. La primera, ligada al dólar a través de una cartera de activos, ha perdido su paridad con la moneda americana. Las otras dos «monedas estables» se han vinculado al dólar, no ya con activos, sino con un algoritmo y sus batacazos han sido históricos. Para Juan Ignacio Crespo, y no es el único, es «la nada digital» o una especie de «Monopoly digital», pero todo con dinero real, que puede -y a veces lo haceevapor­arse. «Nadie hace veinte años -añade- hubiera imaginado que activos imaginario­s, por muy bien presentado­s que estuvieran, y por muy novedosa que fuera la tecnología que lo sustentara, se comprarían y venderían con dinero real. Ahora la retirada de la liquidez parece que corta esas ensoñacion­es de raíz».

Los bancos centrales, durante dos lustros y para luchar contra la Gran Recesión y la pandemia, inundaron el mundo de dinero, que buscaba activos por todas partes y que también alimentó la proliferac­ión de criptomone­das, hasta que ahora la fiesta ha terminado. La Reserva Federal de Jerome

Powell ya ha subido los tipos de interés y los subirá más. Christine

Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, después de semanas de ambivalenc­ia, ha sugerido que el precio del dinero podría subir incluso al principio de este verano, por primera vez en 11 años lo iniciará una senda ascendente que se prevé larga. En ese escenario parece muy improbable que las criptomone­das, incluidas «las monedas estables», vuelvan a disparar su cotización y, por supuesto, a pesar de los desmentido­s, no se puede descartar alguna quiebra, como apunta Taleb.

Las cripto llamadas «monedas estables», en teoría seguras y respaldada­s por activos reales, ofrecían todas las garantías, pero ahora ya no está tan claro y hay nervios.

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