La Razón (Madrid)

Los seis proyectos para el Carrión (y solo un ganador)

Arquitecto­s de prestigio, como Luis Gutiérrez Soto o Pedro Muguruza, se presentaro­n para hacerse con todo un icono de la modernidad

- Rafael Fernández.

Muchos de los que, hoy en día, pasan a su lado, o lo ven a lo lejos, no reparan en él. Esa mole para algunos, en Callao, fue en su momento, paradigma de la modernidad. Y en buena medida, lo continúa siendo. Un edificio fundamenta­l en el imaginario de Madrid que se construye en una época clave para España: después de la Primera Guerra Mundial, y debido al encarecimi­ento del costo de la vida y al aumento del valor del suelo se produce una división clara entre el sector industrial y el comercial que provoca a las industrias abandonar las grandes ciudades. Durante este periodo entre las dos Guerras Mundiales,España conoce cambios que suponen la aceptación de las corrientes internacio­nales, lo que da paso a una transforma­ción del modo de vivir que buscaba asemejarse al de las ciudades estadounid­enses, por entonces, quintaesen­cia de la modernidad. Así pues, en ciudades como Londres, París y el mismo Madrid buscan una imagen similar a ciudades como Nueva York por lo que se multiplica­n los teatros, cines, salas de baile y nuevos espacios de negocios. Un resultado que incide en la arquitectu­ra y define una nueva tipología de edificios capaz de cumplir con todas estas necesidade­s dando a luz al «edificio comercial».

Con más de 90 años de vida, el edificio Carrión es una obra vanguardis­ta que reforzó la imagen de modernidad que proyectó la construcci­ón de la Gran Vía de Madrid. El edificio Carrión se convirtió así en el edificio representa­tivo de la ciudad, un icono de modernidad que marca no solamente la identidad de Madrid, sino también la historia de la arquitectu­ra española del siglo XX.

En 1930 el promotor Enrique Carrión y Vecín promueve un concurso en Madrid con un programa complejo que busca albergar un hotel, apartament­os, cafeterías, sala de fiestas, tiendas comerciale­s y aportar al mismo tiempo una solución urbana a la esquina que se producía entre la calle Jacometrez­o y la, en ese entonces, nueva Gran Vía en la capital española.

El marqués decidió convocar en 1931 ese concurso privado entre varios arquitecto­s para la construcci­ón de un edificio que se convirtier­a en un hito para Madrid, pero también que fuera de su agrado, tarea nada fácil. Las seis candidatur­as fueron de: Luis Gutiérrez Soto, que formó parte en la llamada Generación del 25; Emilio Paramés con J. Rodríguez Cano; Manuel de Cárdenas; Eduardo de Garay con Juan de Zabala; Luis Martínez Feduchi con Vicente Eced y Pedro Muguruza.

En ese momento, el arquitecto más conocido, además de Luis Gutiérrez Soto, era probableme­nte Pedro Muguruza, por obras como, por ejemplo, la terminal de la Estación del Norte, o el vecino Palacio de la Prensa, aunque fue años después cuando realizó obras como la reconstruc­ción de la Ciudad Universita­ria tras la Guerra Civil, o el proyecto del Valle de los Caídos.

Como el solar era irregular, la solución arquitectó­nica que se requería era un chaflán, un plano recto en lugar de una esquina en la plaza de Callao, o eso pensaron tanto Pedro de Muguruza como Manuel de Cárdenas. Los otros cuatro de los proyectos se idearon con el remate de manera curva, dando un carácter expresioni­sta al edificio y acentuando su horicada zontalidad. Algo que por otro lado le daba un inequívoca aire de modernidad.

El diseño de Pedro Muguruza era, para muchos, el idóneo, porque respetaba su obra del Palacio de la Prensa, y ponía los dos edificios en armonía, como se puede apreciar en la fotografía número 6. El lenguaje clásico con pilastras, balaustrad­as, tondos, arcos y molduras, hacían que esta construcci­ón completara el conjunto con la anterior.

El arquitecto hizo varios cambios en el diseño, pasando, por ejemplo, de una portada con un arco de medio punto en la planta baja a una apertura rectangula­r. Posteriorm­ente, volvió a cambiar esta entrada por una sucesión de columnas, y por último, por arcos de medio punto entre pilastras.

Los seis diseños fueron presentado­s en la revista “Arquitectu­ra” en junio de 1931, y se daba a conocer en ella la planta y el alzado propuestos. Sin embargo, no fue Pedro Muguruza quien gana el concurso. Tampoco Luis Gutiérrez Soto. Y es que llegó el día en que el marqués tenía que decidir qué proyecto autorizarí­a para ser realizado en su solar... y descartó los seis. Ninguno fue de su agrado y se declaró nulo el concurso, así que todos quedaron en papel y nunca vieron la luz.

Finalmente, don Enrique Carrión contrató a Feduchi y Eced, que habían presentado conjuntame­nte uno de los diseños, y les hizo directamen­te el encargo para que hicieran un proyecto nuevo que guarda, sin embargo, mucha semejanza con el que ya habían presentado anteriorme­nte, en un estilo claramente expresioni­sta (inspirado en el expresioni­smo alemán y con forma de barco). Una elección personal del marqués que, como tantas otras a lo largo de la historia, han cambiado para siempre la fisonomía de Madrid.

El Edificio Carrión alcanza los 54 metros de alto, consta de 16 plantas y ocupa una superficie en planta de 17.200 pies cuadrados (1.597 metros cuadrados). Su programa mixto busca representa­r la modernidad de la época, de tal manera que uno de los espacios del edificio se diseña bajo el principio racionalis­ta, solución que se basa primordial­mente en responder a su función por lo que la decoración de los interiores es sencilla y bebe del art decó.

Inaugurado a tres años del inicio de su construcci­ón, el sistema constructi­vo del edificio Carrión era básico, pero incorpora adelantos tecnológic­os que destacan la obra convirtién­dola, como decimos, en un símbolo de la modernidad. Su estructura mixta, metálica y de cemento armado posee vigas de hormigón; cuatro de ellas se convirtier­on en las vigas más largas de Europa de ese entonces, midiendo 31 metros de largo y 3,10 metros de altura, con un peso de 70 toneladas cada una. La estructura de la cubierta se convirtió en la sala de espectácul­os más grande del centro de Madrid.

En el proyecto original albergaba 64 apartament­os, un hotel, una cafetería, un bar, un restaurant­e, una fábrica de agua de Seltz y oficinas y salas de fiesta. En su planta inferior disponía de una sala de cine para casi 2000 espectador­es, llamada cine Capitol, hoy dividida en varias salas más pequeñas. El primer propietari­o fue Enrique Carrión, marqués de Nelín. Durante la Guerra Civil Española, su azotea fue empleada como observator­io avanzado.

El edificio logró ser el emblema del Madrid moderno y su imagen aerodinámi­ca inspiró a otros arquitecto­s en capitales españolas. El anuncio luminoso de neón de la marca Schweppes situado desde 1972 en las plantas superiores es uno de los símbolos de la Gran Vía y de la ciudad y ha aparecido en numerosas películas españolas, una de las aparicione­s más famosas «El día de la Bestia», dirigida por Álex de la Iglesia. Este cartel fue uno de los indultados al aplicar la ordenanza municipal de publicidad en 2010. El 3 de abril de 2018 fue declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento. El Edificio Carrión hizo así su entrada, oficialmen­te, en el aeternum de Madrid.

En 1930 el promotor Enrique Carrión promueve un concurso para construir el edificio

Como el solar era irregular se adoptó una solución arquitectó­nica: se levantaría en chaflán

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Proyecto de P. Muguruza
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Idea de L. Gutiérrez Soto

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