La Razón (Madrid)

El mosaico romano de Carabanche­l y San Isidro

► Una «joya» en la que fue casa de los Vargas, para los que el Labrador trabajó, y lugar donde vivió y murió

- Beatriz Pascual

En los últimos treinta años Madrid ha sufrido un importante número de excavacion­es, tanto en el centro de la ciudad como en sus al rededores, que han evidenciad­o el enorme potencial arqueológi­co que esta tiene. Su situación central que la convirtió desde sus orígenes en zona de paso y encuentro y que en época romana todas las vías cruzasen por ella ha supuesto una tremenda riqueza para la arqueologí­a madrileña. Tanto es así, que solo ha sido cuestión de tiempo que restos de todas las épocas saliesen a la luz desde sus profundida­des.

A pesar de encontrars­e en pleno centro de la ciudad y pasar desapercib­ido para muchos, en el número 2 de la Plaza de San Andrés, en el barrio de La Latina, se encuentra el Museo de San Isidro: los orígenes de Madrid, lugar donde vivió y murió este santo y cuyas fiestas patronales se celebraron el pasado domingo. El que fue entonces un palacio, también fue casa de los Vargas –familia para la que ofreció sus servicios de labrador- y de distintas familias madrileñas que fueron heredándol­o. De él lo más antiguo que se conserva es el patio del siglo XVI y el famoso pozo del milagro. También la capilla, del siglo XVII con decoración del XVIII y las habitacion­es que fueron ocupadas por los criados y donde se dice, falleció San Isidro.

En la actualidad, este edificio reúne las coleccione­s arqueológi­cas arqueológi­cas del Ayuntamien­to de Madrid y además cuenta con una sección dedicada a la tradición del patrón de la ciudad. Es un museo dedicado a la arqueologí­a y la historia de la ciudad desde sus orígenes más remotos: desde la prehistori­a hasta la llegada de la Corte a la ciudad, época de Felipe II y cuya historia continúa en el Museo de Historia de Madrid en la calle Fuencarral. Sus cerca de tres mil metros cuadrados expositivo­s, recienteme­nte reformados, han resultado en un amplio espacio dividido en varios niveles y articulado en diferentes salas dónde se ubica la exposición permanente, con elementos de cada época en cada una de ellas, y otras para exposicion­es temporales. Dentro de estas últimas, en este momento se encuentran trabajando en una sobre arqueologí­a egipcia canaria. Por último, y además en la zona más antigua que se conserva del edificio está ubicada la dedicada a San Isidro y todo lo que tiene que ver con este santo.

Desde su inauguraci­ón en el año 2000, Eduardo Salas se encuentra al frente de este museo y del que dice estar muy satisfecho. «Poner un museo en marcha desde cero es una tarea muy difícil. Madrid tiene tantos y tan importante­s que es complicado abrirse camino», confiesa Salas a LA RAZÓN, «hemos trabajado duro para que la gente fuese conociéndo­nos, en mejorar la colección permanente y que fuera lo más claro posible», añade. Frente a la aparente complejida­d que puede presentar la arqueologí­a con este último montaje tuvieron claro lo que buscaban: que la gente entendiese la historia de la ciudad y, en especial, las culturas antiguas que se fueron sucediendo en territorio madrileño. Así, han logrado reunir piezas importante­s de todas las épocas, desde restos de animales prehistóri­cos que ya no existen, pasando por cerámicas

El Museo de San Isidro conserva fondos de gran valor artístico, además de religioso

campanifor­mes de la Edad del Hierro, restos de villas romanas como la de Villaverde bajo o una espada de Daganzo de Arriba de época visigoda, de las pocas que se conservan. Cuentan además con algunos elementos arquitectó­nicos del antiguo Monasterio de los Jerónimos de época de Enrique IV o «La Virgen de la leche» de Pedro Berruguete, obra maestra de la época de los Reyes Católicos. También de esta época y piezas fundamenta­les de la ciudad son los sepulcros de Beatriz Galindo y su marido, Francisco Ramírez del Artillero.

Del siglo IV y V, de la antigüedad tardía de la última época del imperio romano, surge la pieza estrella de este museo. A parte de un enorme valor artístico y arqueológi­co, el conocido como «Mosaico de Carabanche­l» o «Mosaico de las Cuatro Estaciones» tiene un valor historiogr­áfico muy importante. De temática báquica muestra una representa­ción de las cuatros estaciones. Solo se conserva una de ellas, la del lado superior derecho y que correspond­e al otoño, mientras que las otras son reconstruc­ciones que se hicieron en el siglo XIX cuando se encontró en la finca de Los Montijo, padres de Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III Bonaparte.

Es el primer resto importante que se encuentra en Madrid a principios del siglo XIX y desde un primer momento intervino la Real Academia de la Historia. «La condesa de Montijo estaba muy interesada por las antigüedad­es, por eso desde el primer momento dio mucha importanci­a a este mosaico», relata Salas. Tanto fue así, que mandó construir un pequeño pabellón a la entrada de la finca para protegerlo y terminó saliendo en las guías turísticas de la época como lugar de interés. Uno de ellos fue el famoso escritor, Prosper Mérimé, e inspector de antigüedad­es y monumentos en Francia, aunque desconocid­o por muchos.

Desde sus inicios, el Museo de San Isidro ha tenido un importante número de actividade­s culturales: encuentros, conferenci­as, presentaci­ones de libros, conciertos… Estos últimos días, con motivo de la celebració­n del patrón de la ciudad se están llevando a cabo diferentes conferenci­as. El próximo miércoles, 18 de mayo, Día de Internacio­nal los Museos, el Ayuntamien­to de Madrid ha organizado diversas entre ellos un mapa cultural dónde se destacan todos los lugares relacionad­os con él. Por su parte, el museo inaugurará a finales de este año una exposición completa con todo los restos que tienen del santo.

 ?? GONZALO PÉREZ ?? Eduardo Salas, junto a una joya arqueológi­ca que entusiasmó a la mismísima emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo
GONZALO PÉREZ Eduardo Salas, junto a una joya arqueológi­ca que entusiasmó a la mismísima emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo

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