La Razón (Madrid)

Trilerismo de derechos

- Carlos Rodríguez Braun

YaYa sabe usted, señora, que es usted la que termina pagando las supuestame­nte justas y progresist­as políticas del Gobierno. Lo que no sabe es cómo lo hará. Un caso repetido son los llamados derechos sociales, y en particular el derecho a la vivienda. Las autoridade­s se llenan la boca con palabras estupendas, y esperan llenar las urnas con votos favorables, alegando que promueta ven el acceso a la vivienda. En el caso de las viviendas sociales el asunto es más que dudoso, porque si se entrega una vivienda por debajo del precio de mercado eso significa que el Estado forzará a la gente a pagar la diferencia con impuestos; así, lo que facilita el acceso a la vivienda para unos, lo dificulta para otros.

En los últimos años, en el intervenci­onismo que siempre ha caracteriz­ado a la construcci­ón en nuestro país, ha destacado la reserva para vivienda protegida y alquiler social del 30 % de todos los proyectos inmobiliar­ios, e incluso, como leí hace un tiempo en «Cinco Días», los proyectos en suelos consolidad­os, ya urbanizabl­es: «Esas parcelas son las que ya tienen los permisos, provienen de edificios antiguos o de inmuebles que se tiren para rehabilita­r. Esta propuesta es muy similar a la que Ada Colau impulsó en Barcelona en 2018».

El desastre de esa medida, promovida por la ultraizqui­erda, se ha visto con claridad, precisamen­te, en Barcelona, con la oferta a la baja y los precios al alza. También allí la progresisG­eneralitat progresisG­eneralitat ha comprobado que controlar el precio de los alquileres reduce la oferta y daña a quienes se pretende beneficiar: los jóvenes y las personas con menores ingresos. Es la misma idea que promueve Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, y todas las medidas para perjudicar a las trabajador­as.

Pero, consciente­s de la escabechin­a que pueden ocasionar, las autoridade­s se han apresurado a aclarar que ellas no usurpan la propiedad privada, porque la norma será aplicada por los ayuntamien­tos, y limitada por las autonomías. Incluso, si aplican la norma, los ayuntamien­tos deberán compensar a las empresas promotoras cediéndole­s suelo. Típico trilerismo que ocultará, como siempre, la repercusió­n de todo esto en los bolsillos de la gente.

En un punto, sin embargo, la izquierda tiene razón, esta pésima idea existe desde el calamitoso gobierno del trío calavera: Barbie-Guindos-Montoro.

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