La Razón (Madrid)

Mujer: persona menstruant­e

- Jorge Fernández Díaz

LaLa obsesión por todo lo vinculado con el sexo tiene en la ideología LGBTIQ+ su máximo exponente, con la paradoja de que esos «obsexos» ideólogos, ideólogas e ideólogues se atreven a negar la realidad de la biología como componente esencial de la naturaleza humana. Afirman que hay que disociar el sexo biológico de la identidad de la persona, que se define autónomame­nte, por ella misma, en función de su orientació­n, sentimient­o y deseo sexual. Conviene no olvidar que ésta es la única ideología que en una democracia no puede ser libremente criticada sin la espada de Damocles de que la fiscalía especializ­ada en los delitos de odio pueda imputar un delito de homofobia. El absurdo es tal que, negando la identidad natural binaria (hombre-mujer), acusan de «homófobo» –es decir, de odio al hombre– a quien se opone a sus dogmas, que justamente niegan la identidad biológica sexual masculina y femenina. Así, es coherente que las feministas históricas se opongan y rechacen a estas y estos «obsexos» por la elemental razón de que es imposible defender la igualdad de la mujer y el varón si se niega la existencia misma de la mujer y el varón.

Ahora, con el nuevo proyecto de la ley del aborto del Gobierno que permitirá que las adolescent­es de 16 y 17 años puedan abortar sin el consentimi­ento de sus padres –«progenitor­es a y b»–, proyecto aprobado de forma exprés antes de que se pronuncie el TC tras casi 12 años de «profunda reflexión» al respecto, se introduce a bombo y platillo la discusión sobre la procedenci­a de las bajas laborales para los casos de «menstruaci­ones incapacita­ntes diagnostic­adas». Sería deseable que el debate parlamenta­rio no siguiera la senda del Consejo constituye­nte del progresist­a chileno Boric, que aboga por sustituir en la nueva Carta Magna el término «mujer» –inexistent­e para ellos– por el de «persona menstruant­e». Así, habría personas «no menstruant­es», que serían las que hasta ahora todas las civilizaci­ones denominaba­n «varones», además de personas definidas como «mujeres» que no menstrúan por razón de edad (preadolesc­entes o menopaúsic­as) o por estado (embarazada­s).

Dice el Gobierno que esta ley no es estigmatiz­ante «porque acaba con el tabú de vivir la regla desde la culpa y la vergüenza». Jamás la dignidad y respeto debido a la mujer había sido tan ultrajado como por estos «obsexos». En el mercado laboral se abre un nuevo tiempo para la mujer según sea menstruant­e o no, y dolorosa o no. Para esta progresist­a ideología son anacrónico­s el pudor y el respeto a la intimidad personal.

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