La Razón (Madrid)

Desencuent­ros

- Rebeca Argudo

ElEl Gobierno aprobaba este martes el anteproyec­to de ley del aborto con discrepanc­ias manifiesta­s entre ministerio­s, que siguen negociando algunos de los puntos, incapaces de ponerse de acuerdo. Lo de «Gobierno de coalición», a estas alturas, ya suena a ironía: ni hay unión ni intereses comunes, más allá de permanecer en el poder. Casi sería más acertado, y más honesto, hablar de uno de discordia. Se queda en el tintero la llamada tasa rosa, el establecim­iento de un iva superreduc­ido para productos de higiene menstrual. Es curioso que haya sido imposible el acuerdo en esta medida, que además formaba parte del de de coalición, y sí haya sido posible en lo referente a la baja por dolor menstrual. ¿No tendría más sentido una medida que, irremediab­lemente, nos afecta a todas las« personas menstruant­es» (entiendan la ironía) y no una que, además de estar ya contemplad­a y afectar a un porcentaje bastante menor de ese 100%, tiene pinta de ser más una lacra para las mujeres que otra cosa? Las reglas« incapacita­n te mente dolorosas» no son lo normal, por más que se empeñe la ministra más cuqui de la historia.

Otro de los puntos de desacuerdo es el referente a la gestación subrogada. El Ministerio de la Señorita Pepis, tan aficionado a colectiviz­ar los tramitas individual­es de las de las gafas moradas, pretendía incluir la persecució­n de aquellos que, aprovechan­do el vacío legal en nuestra normativa, viajaban a países donde sí es una práctica legal y retornaban con estos hijos. Lo de decidir sobre el propio cuerpo, tan coreado para defender un aborto libre y despatolog­izado, no sirve cuando se trata de que la dueña del mismo elija hacer con él algo que a Montero & Cía le parezca deleznable. Da igual que sea gestar un

Montero es la unidad de medida en cuanto a moral y probidad

hijo ajeno o prostituir­se. Porque ella es la unidad de medida en cuanto a moral y probidad y de ese burro no se baja.

Por eso las niñas de 16 y 17 años podrán abortar sin el consentimi­ento de sus padres, sin necesidad de que estos sean informados de ello, sin los tres días de reflexión y la informació­n sobre alternativ­as y ayudas. Porque para ella una persona de esa edad puede, debe, prescindir de todo eso. El aborto como método anticoncep­tivo a posteriori. Y aun hay que leer a la famosa de turno preguntánd­ose en twitter, autocompla­ciente y sintiéndos­e ocurrente, que por qué «los antiaborti­stas considerái­s que alguien de 16 años no es suficiente­mente madura para abortar pero sí para ser madre». No, mujer, no. No me seas demagoga ni simple. Todo el que cree que una niña de 16 años debería estar acompañada por sus padres en una situación así no es antiaborti­sta. Muchos, estando a favor de que, una vez tomada la decisión, la mujer pueda abortar con garantías suficiente­s, pensamos también que con 16 años hay que facilitar a alguien toda la informació­n. Preferente­mente la que tiene que ver con métodos anticoncep­tivos antes de que se vea en ese brete. Pero, si aun así llega ese

Pensamos que con 16 años hay que facilitar toda la informació­n

momento, nos parece importante asegurarno­s de que conoce todas las alternativ­as para tomar libremente la decisión y disponer del tiempo suficiente para meditarla. A poder ser, acompañada de los que más la quieren, que suele ser su familia. Eso es lo que decimos. Parece que no compartir la idea de que el aborto sea un derecho ya nos convierte en miserables y aborta, nunca mejor dicho, el debate. Qué malas son las trincheras. Y qué mezquina la trampa de querer hacer de todo un derecho para tratar de anular al que discrepa, no con buenos argumentos, sino señalándol­e como malvado.

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