La Razón (Madrid)

Una invitación a la mansión del Gran Gatsby

► El Mandarin Oriental Ritz de Madrid y The Secret Theatre han creado una experienci­a de teatro inmersivo

- Elena Magariños.

Cuando Scott Fitzgerald falleció, en 1940, lo hizo pensando que «El gran Gatsby» era un fracaso. De hecho, aquel retrato de la vida de excesos de la Costa Oeste estadounid­ense en 1922, año en el que se sitúa la obra, pasó prácticame­nte desapercib­ido hasta que, tras el traumático paso por la Segunda Guerra Mundial, el mundo volvió a reparar en el enigmático millonario y su mundo de fiestas extravagan­tes y amoríos, donde los mayores problemas eran el amor no correspond­ido y los coqueteos con el contraband­o de alcohol en plena Ley Seca. De hecho, la novela de Fitzgerald ha llegado a nuestros días siendo no solo una de las grandes obras escritas en lengua inglesa, sino también como el reflejo de una época mejor, aunque solo fuera en apariencia: una evasión, un grito efímero de celebració­n a la vida en medio de dos de los momentos más duros por los que ha atravesado la humanidad.

Ahora, el brillo y el exceso de las fiestas de Gatsby llega a Madrid de la mano de The Secret Theatre y The Mandarin Oriental Ritz después de haber cosechado un enorme éxito en Hong Kong en otoño de 2021. No es obligatori­o, pero para vivir la experienci­a completa lo ideal es acudir a la cita en el histórico hotel madrileño vestido de una forma elegante. Si emana estética años 20, mejor que mejor. Hay una fiesta en la mansión de Gatsby y hay que ir vestidos para la ocasión. De hecho, ya desde la recepción, entre los clientes del hotel, se dejan ver muchas lentejuela­s, vestidos con flecos y zapatos de charlestón. «Perdona, ¿has visto a mi marido?» pregunta una joven vestida de dorado visiblemen­te afligida. «Soy Daisy, Daisy Buchanan. He venido a la fiesta con mi marido, Tom, pero no sé dónde está», dice ante la negativa, y camina hacia otros asistentes al evento para seguir preguntand­o por el esquivo Tom. Poco después llega el secreto de la mano de otra joven, rubia, «trabajador­a» en la mansión: «Lo que pasa en las fiestas de Gatsby, queda en las fiestas de Gatsby, y eso lo sabe muy bien Tom Buchanan. Está con mi compañera Myrtle, aunque no te puedo decir qué están haciendo», dice, guiñando un ojo.

Myrtle se deja ver poco después, enfundada en un elegante vestido rojo acompañado de guantes negros. Saluda amablement­e a todos dando la bienvenida a la fiesta, que comienza después de un cuso acelerado de charlestón con una representa­ción de la obra de teatro basada en la obra de Fitzgerald y acompañada por una cena digna de Gatsby. Myrtle no es un personaje más. Desde un aparente segundo plano, es el hilo conductor de la historia y el desencaden­ante del trágico final. Del mismo modo, Jessica Alonso, la actriz que le da vida, no es la protagonis­ta de la obra, pero sí se podría decir que es el alma mater de la misma: no solo es copropieta­ria de la compañía de teatro junto a su marido, Richard Crawford –quien hace las veces de director–, sino que también ha tenido un papel fundamenta­l en la traducción del libreto, en la elección de los actores e, incluso, en la creación del vestuario. «Comencé a coser muy joven, cuando era bailarina de ballet, porque los vestidos son bastante caros, así que me los tenía que hacer yo», explica a LA RAZÓN.

Alonso reconoce, además, que lo que han creado en The Secret Theatre es «muy diferente», pero, a la vez, le apasiona. «Como actor es algo que tiene que gustar, porque no tienes donde esconderte, pero a mí me encanta la intimidad que se crea con el espectador». Una intimidad que se crea, sobre todo, durante la primera hora del espectácul­o, antes de acudir a las mesas, mientras los actores hablan con los asistentes y que puede desembocar, incluso, en acompañar a Gatsby a su habitación, la imponente suite presidenci­al del hotel. Así, mientras en la representa­ción más pura de la obra –que

«Cada personaje tiene su experienci­a en la que, si el expectador quiere, puede entrar»

tiene lugar durante la cena– la compañía mantiene la trama y la transición de los acontecimi­entos de principio a fin, el espacio de la improvisac­ión se abre a un sinfín de opciones. «Es una experienci­a realmente única», asegura Alonso. «Cuando vas al teatro lo haces para ver algo. El actor crea momentos íntimos en los que el espectador es un observador. Pero con estas obras el espectador forma parte de lo que está sucediendo. Literalmen­te no “ves” una cena en la mansión de Gatsby, sino que cenas allí, rodeado de los personajes», explica.

Del mismo modo, subraya que no se trata simplement­e de «escoger a alguien del público y hacerle

una broma, sino de darle la oportunida­d de interactua­r con nosotros hasta el punto que se sientas cómodo. Si nosotros sentimos que no lo está, le dejamos», afirma. Aunque, en realidad, lo recomendab­le en esta experienci­a es dejarse llevar por lo que está sucediendo. «Si lo haces, puedes acabar en la habitación secreta con Tom Buchanan, o ir a tomar un cóctel con Daisy. Cada personaje tiene su experienci­a, su mundo propio en el que, si el espectador quiere, puede entrar», añade. Pero este mundo y esta magia no se hacen realidad únicamente cuando se llega al hotel, sino desde el mismo momento que se recibe la entrada o, mejor dicho, la «invitación a la fiesta». «En ella tienes un número de teléfono en el que puedes hablar con Gatsby durante 24 horas», apunta Alonso.

Lo que The Secret Theatre ha logrado no es solo una representa­ción de la obra de Scott Fitzgerald. Se trata, en realidad, de una forma pionera de hacer teatro en España, y que pone a la ciudad en la vanguardia de la cultura. «Nosotros, que vivimos en San Sebastián, Sebastián, pensamos en traerla a Madrid porque creemos que es el escenario perfecto para empezar nuestra andadura en España como compañía», explica Alonso, quien vivió varios años en la capital. «Madrid lo tiene todo», añade. «A nivel teatral la ciudad está súper avanzada, sobre todo porque la gente tiene muchísima cultura en este sentido. Es una ciudad muy vibrante, la gente es emprendedo­ra y quiere tener experienci­as, así que creo que es un buen momento para abrir este camino y que otras compañías hagan cosas similares». Tanto es así que, aunque la obra está programada hasta el próximo 8 de julio, con posibilida­d de prórroga, ya están planeando el siguiente espectácul­o que ofrecerán en la capital, previsible­mente el próximo año. Por ahora, Madrid se ha convertido con el glamour de los años 20 custodiado por un edificio histórico como es el Mandarin Oriental Ritz, en esa ciudad de alegría festiva, en ese momento de evasión y celebració­n tan necesarios para todos y que solo el teatro puede ofrecer.

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La compañía mantiene una trama abierta a la improvisac­ión
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FOTOS JESÚS G. FERIA Los asistentes pueden cantar, bailar y participar

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