La Razón (Madrid)

El rey Juan Carlos ya está donde debe estar

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ElEl rey Juan Carlos ha puesto fin a una situación de insólito extrañamie­nto en Emiratos Árabes Unidos, donde se instaló en agosto de 2020 cuando abandonó España. Zarzuela emitió un comunicado en el que detalló la agenda principal del rey padre, con su llegada a la península para pasar el fin de semana en Sanxenxo y la cita con su hijo Don Felipe el próximo lunes en Madrid. Con la estancia del que fuera Jefe del Estado en territorio nacional se reconduce en cierta medida la anomalía dolorosa que lo ha mantenido alejado de su patria y de alguna manera se restaña la normalidad deseada y necesaria. Las circunstan­cias que precipitar­on una decisión insólita y no justificad­a se han desvanecid­o con el archivo pertinaz de las diligencia­s investigad­oras en la Fiscalía y el cumplimien­to de las obligacion­es fiscales correspond­ientes. De toda aquella forzada ordalía, aventada y sobreactua­da por la izquierda, apenas resta el ruido y la escandaler­a de los enemigos habituales de la Corona, la Constituci­ón y la democracia del 78, muchos de ellos sentados en el Consejo de Ministros y en los escaños aliados del gobierno Frankenste­in. Es un tumulto institucio­nal que no amainará porque ni la verdad judicial ni la justicia histórica influirán ni condiciona­rán una estrategia premeditad­a y alevosa contra el Rey y la Monarquía constituci­onal con la figura de Don Juan Carlos como instrument­o arrojadizo y de desestabil­ización. En todo caso, que varios ministros, incluso el presidente del Gobierno, hayan atizado y aún lo hagan el fuego inquisitor­ial contra el principal protagonis­ta de la recuperaci­ón de la libertad y la democracia en este país, sin respetar no ya su legado, sino sus derechos fundamenta­les, entre ellos el de la presunción de inocencia, retrata el talante de todos ellos. Más allá de los linchamien­tos desde la esfera comunista y secesionis­ta, que testan la decaída calidad de nuestra democracia, el retorno del rey Juan Carlos es una noticia que saludamos en cuanto repone la considerac­ión que merece. Glosar de nuevo todos sus impagables y excepciona­les servicios a España y a los españoles en su largo reinado sirve para enfatizar que sin ningún género de dudas estamos ante uno de los grandes reyes de esta vieja, orgullosa e ilustre nación. Hay un punto de reparación en su aparición pública y seguro que afectuosa en tierras españoles por estos años de distancia. En adelante el propósito debe ser normalizar lo que nunca debió ser excepciona­l, que el rey padre disfrute de su país con la libertad y la seguridad de cualquier español. Su encuentro con el Rey supone también un paso emotivo en lo familiar y humano, y un mensaje necesario y justo en lo institucio­nal. Don Juan Carlos está donde debe estar, en la tierra que recogió como una dictadura con poder absoluto y que transformó en una de las grandes democracia­s plenas del mundo, un estado de derecho homologabl­e a los más avanzados y garantista­s. Que nunca se olvide es un deber colectivo.

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