La Razón (Madrid)

Val Kilmer: la voz quebrada del sueño americano

Filmin estrena «Val», documental sobre la vida del actor después de sufrir un cáncer de garganta

- Matías G. Rebolledo.

PocasPocas metáforas se han resquebraj­ado más del uso que la del arte del «kintsugi». Ya saben, lo de volver a unir las piezas de lo que ya se rompió, no para recobrar su valor, sino para entender la historia del desgaste. Pocas metáforas, eso sí, serían más acertadas para hablar de «Val», el documental sobre Val Kilmer que llega hoy a los cines y a Filmin de manera simultánea. Después de «Top Secret», «Amor a quemarropa», «Top Gun», e incluso de enfundarse el antifaz de Batman, ¿qué queda? En sus dos horas de metraje, Ting Poo y Leo Scott intentan llevarnos de la mano por la carrera del último icono del Hollywood del Antiguo Régimen mientras son testigos de la recuperaci­ón anímica y física del mito, conectado a una electrolar­inge para hablar y refugiado ahora en sus cuadros. «Conocí a Val hace unos diez años, cuando trabajaba como montador en una comedia. Le gustó mi trabajo y lo que había hecho con los distintos formatos en los que se rodó. Me contó que era un gran videoafici­onado y que toda su vida había ido acumulando vídeos caseros», explica Scott antes de que Poo haga explícita la sorpresiva mecha que dio inicio al documental: «Leo y Val estuvieron rodando mucho material sobre la vuelta de Kilmer al teatro con una obra basada en Mark Twain. Luego llegó su enfermedad y, cuando se recuperó, le pregunté por esas cintas. Lo que no esperaba era ver un garaje lleno de ellas», añade la co-directora sobre las más de 1.000 horas de metraje de Kilmer documentan­do su vida desde finales de los 70 y que les llevó más de nueve meses digitaliza­r y ordenar debidament­e.

Sin miedo a nada

Ídolo de masas, materializ­ación de lo homoerótic­o en la era Reagan, actor de método desde que se puso en la piel de Jim Morrison y compañero complicado, menos para los que siempre le defendiero­n y que aquí aportan sus testimonio­s (Kevin Bacon, Robert Downey Jr., Tom Cruise), Kilmer es, según el crudo retrato que hace «Val», la voz perdida del sueño americano. Poo y Scott pintan un retrato completo, complejo y concienzud­o sobre un Kilmer que –aunque no se mencione en el filme– perdió su capacidad para hablar al negarse, en un principio, a recibir tratamient­o médico para su cáncer de garganta. Así, es su hijo Jack quien nos guía en lo sonoro, prestando voz a su padre y sin miedo a entrar en temas peliagudos, como el de la relación tóxica de Kilmer con su propio padre, su divorcio de Joanne Whalley o su desencanto con un Hollywood que le dio la espalda en cuanto comenzaron a salirle arrugas: «Tuvimos toda la libertad del mundo. Ni siquiera le interesaba­n los detalles, se preocupaba más por cómo estábamos nosotros», explica Scott, antes de que matice Poo: «De hecho, mucho del material que está en el documental ni siquiera llegó a verlo antes del estreno. Lo que sí hacíamos era enseñarle partes que íbamos a usar pero no desde una perspectiv­a de juez, sino para ver si eso le traía algún recuerdo específico que luego pudiéramos verbalizar a través de su hijo. Es nuestro tercer guionista no acreditado, pero jamás nos dio ninguna indicación temática», añade.

Entre reflexione­s, recuerdos de su época dorada y algún que otro

corte de «Planeta Rojo», la infame película de Antony Hofmann que muchos citan como su descenso a los infiernos, en «Val», empatizamo­s con el hombre más allá del mito, el soñador más joven en graduarse jamás de la prestigios­a Juillard de actuación, y también el padre que, pese a todo, jamás dejó que su desidia pasase a sus hijos. En definitiva, la vida, carrera y obra, entre lo brillante y lo trágico, de esos ojos azules que siempre se miraron en Marlon Brando.

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El actor Val Kilmer, en su estudio de California, con la electrolar­inge que usa ahora para comunicars­e
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