Costa Rica, entre el misticismo y el deseo
La debutante Nathalie Álvarez explora el deseo femenino en el filme «Clara Sola»
AcercarAcercar la cámara a las manos, al ojo del caballo entorpecido por el vuelo de una mosca, al sonido del arroyo, al gusano subiendo por el brazo, al tul del vestido de la fiesta. Nathalie Álvarez reconoce que le gusta aproximarse a las cosas que están vivas, pero especialmente a las articulaciones por aquello de intentar sacar el máximo aprovechamiento posible del postgrado en mimo que cursó. bLa directora costarricense se adueña en «Clara Sola »– su debut cinematográfico en el largo con el que estuvo nominada en los pasados Premios Platino a la mejor ópera prima y mejor dirección de fotografía– de la voz femenina de Clara, una mujer de cuarenta años conectada con las caras más exacerbadas de la espiritualidad –los vecinos del pueblo acuden a ella para que les cure padecimientos como la ceguera– más apegada a la tierra que a las personas y obligada a convivir con la opresión censora de una madre extremadamente religiosa que aisla y censura sus incipientes pulsiones sexuales. Al respecto de la fisicalidad de sus planos, Álvarez dice que «lo cierto es que tengo una fascinación con las manos y, en el caso concreto de Clara, podría decirse que las trabajamos casi como raíces. Pensaba en esa clase de personajes que se ven frágiles desde la lejanía pero que al mismo tiempo son capaces de quebrarte con sus propios dedos si te acercas más de lo que para ella resulta deseable. No es una víctima y puede usar sus manos para defenderse, para darse placer, para sentir, para escuchar la tierra. Toda esa fascinación sensorial que ella tiene por lo natural es capaz de llevarla a cabo a través de sus manos».
Descubrimiento sexual
También asegura que «el descubrimiento sexual en cualquier lugar del mundo que sea católico siempre va a ser complicado». De la misma manera que en un país como Costa Rica la religión puede asociarse con todo aquello que sana, también lo hace fácilmente con lo que bloquea: «entre otras cosas, porque es una religión patriarcal y a las mujeres las condiciona, como en el caso de Clara de una manera más rotunda. Al principio siente culpa por el placer que experimenta. Afortunadamente, hemos avanzado bastante en este sentido y aprendido a ser más libres», remata.