La Razón (Madrid)

¿Vivo en España o en un polígono industrial?

Jesús Amilibia

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No gusta en la pista central del circo que se repitan cansinamen­te los mismos números. El personal exige novedades porque no sabe o no quiere saber que la vida es una constante repetición y ansía que le distraigan con alguna originalid­ad, además de los saltos mortales en el trapecio y los payasos listos y tontos. Y yo vivo sin vivir en mí otra vez, mayormente porque no sé si España, mi España, es un estado plurinacio­nal, o 17 nacionalid­ades con sus distintas gradacione­s, o 17 autonomías con identidade­s distintas o una nación de naciones. ¿Vivo en una urbanizaci­ón de adosados o en un polígono industrial? Volver con la definición de la España siempre indefinida por invertebra­da, es como volver con el hombre bala o el rugido del león desdentado en la jaula de las locas. Demasiados lanzadores de cuchillos tirando a la diana nacional por enésima vez. Un coñazo, dicho sea con permiso de Irene Montero y sus coleguis.

Cada vez que las nuevas mentes del PP, que son las viejas pasadas por el plumero, hablan del Estado plurinacio­nal o de las nacionalid­ades,

Santiago Abascal se pide unas cañas con patatas bravas: intuye que se va poner las botas a votos. Ahora que España le busca novio a Leonor como máxima inquietud nacional, la princesa no merece pasar por estos trances angustioso­s. ¿Va heredar un país o un metaverso? ¿El País Digital de Nunca Jamás o un Estado plurinacio­nal virtual? ¿Un avatar del alma ibérica? Ya sabemos que la cuestión es peliaguda, pero yo imaginaba que la galleguiza­ción de España (o del PP) era algo así como poner los percebes al alcance de todos.

No esperen mucho. Solo no se desencanta­n los que nunca estuvieron encantados.

Diario de un viejo que le grita al televisor

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