La Razón (Madrid)

Un plato que se sirve frío

- Cristina L. Schlichtin­g

PuesPues sí, la venganza es un plato que se sirve frío. Al final, lo que ha pasa- do entre la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y el expresiden­te del PP Pablo Casado es cosa más vieja que la tos. Amigo introduce a amiga en la carrera política, amiga sube como la espuma, amigo quiere el protagonis­mo total y reacciona con suspicacia: se desata la guerra. No se entiende muy bien cómo Pablo Casado (segurament­e por culpa del entonces secretario general del partido Teodoro García Egea) no apreció que se enfrentaba, no sólo a una mujer con talento, sino a la enorme popularida­d que ésta había cosechado en Madrid en tiempos de covid. Su forma de dar largas a las pretension­es de Díaz Ayuso de presidir el PP madrileño parecía el trato con una colegiala. Como después ha explicado el actual líder ‘popular’ Alberto Núñez Feijoo, si tienes una ganadora en una región, aprovéchal­a, haz tuyo su triunfo, en lugar de ponerle palos en la rueda. Y por fin estalló el escándalo cuando, el pasado mes de febrero, se supo que Génova había contratado detectives para cribar el perfil personal de Ayuso y enterrarla. Un método frecuente en política, pero de perfil mafioso. La líder reaccionó destapando con grandeza y libertad todos los detalles de las gestiones empresaria­les de su hermano, sin miedo y blandiendo la verdad. En ese momento se escribió el final de Pablo Casado.

Por eso, el nuevo dirigente del Partido Popular, en su empeño en cerrar heridas y cohesionar de nuevo al partido, programó entre sus primeras decisiones la convocator­ia para el congreso del PP en Madrid que ha aupado a Ayuso. ¿Por qué cuestionar el triunfo de una compañera de tu propio partido?

Isabel será presidenta a partir de este viernes, en un acto que fue promociona­do con un vídeo en el que sale hasta Blas y, sin embargo, no ha habido mención alguna ni de Pablo Casado ni de Teodoro García Egea. En las imágenes salen algunos expresiden­tes de Gobeirno como José María Aznar, Mariano Rajoy; también Alberto Núñez Feijoo; expresiden­tas de la capital como Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes; Pío García Escudero, José María Alvarez del Manzano o Alberto Ruiz Gallardón; el alcalde de Madrid José Luis MartínezAl­meida y hasta Toni Cantó. Ni gota para los dos caídos. Verde y con asas, la alcarraza.

A Feijoo le ha tocado clausurar el congreso, como es lógico, y el run run ha estado en las invitacion­es cursadas a Rajoy y Aznar para flanquear a la flamante nueva presidenta. Era una petición delicada y casi imposible. Rajoy no pensaba ir en caso de que no fuese Aznar y para Aznar, muy leal a los suyos, era una patata caliente. Fue él quién promocionó las carreras de Casado y Ayuso, meterse en medio era desagradab­le. Por otro lado, a nadie se le oculta que apoyarse en dos ex presidente­s entraña un mensaje ampuloso (y ambicioso) que no es exactament­e imprescind­ible. Ayuso no es Feijoo, por mucho que una y otra vez elija como rival político al presidente del Gobierno Pedro Sánchez, baza que siempre ha sido su gran éxito. Ayer repitió este discurso y denunció al «Gobierno más autoritari­o de la democracia», el que «le está arrebatand­o la ilusión a España, no quiere que conozcamos nuestro legado ni nuestra historia y censura el español». Fue muy audaz: «la solución más que nunca está en el PP y sobre todo en el de Madrid. Somos siempre la solución para España frente a quienes la tiranizan y humillan».

En cuanto a sus nombramien­tos, el principal ya se conocía en los mentideros: Alfonso Serrano será secretario general del partido en Madrid, esto es, el segundo de a bordo y la mano derecha de la regidora. Serrano ha adelantado a su círculo que probableme­nte dejará su cargo de portavoz parlamenta­rio para cumplir con soltura sus funciones en Génova. Acabó el culebrón. Parece mentira que la derecha se haya buscado su principal enemigo dentro de casa.

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