La Razón (Madrid)

Puerta Grande chica de Rufo y otra vez Julián

► Tomás sumó un trofeo de cada uno de sus toros y El Juli perdió con la espada una faena al natural que volvió a conquistar a los tendidos de Madrid

- Patricia Navarro.

AlAl paso embistió el primer Garcigrand­e, como si se lo supiera todo, como si no quisiera nada. Parándose, pensándose­lo, un caso raro... Un mal comienzo diríamos. No hay que desconfiar. Esa arrancada anodina y descolgada, también hay que decir, fue la que aprovechó Tomás Rufo para soplarle un lance soberbio. De esos que detienen el tiempo y empujan los ánimos, los vapulea, joder qué despacio se puede torear. Y toreó con los vuelos del capote con lo difícil que eso es. Lejos ya de las inercias de salida. Estaba la tarde para él, el ambiente. Esos días ocurren. Madrid es así, está vivo. Late. El toro tenía cosas buenas guardadas. Muchas y se las fue sacando con temple exquisito, suavidad que gustó en Madrid y perdonó la falta de ajuste en muchos momentos. Vistió la labor bonita Rufo y aunque la alargó acabó con eficacia y paseó un trofeo que en esta plaza no es poco.

El segundo se tuvo que devolver. Sin duda. Era una obviedad, pero lo mantuviero­n en el ruedo y El Juli, que volvía después del faenón al toro de La Quinta, no tuvo nada que hacer. El toreo con animales así es el anti todo. Manseó de salida el cuarto, pero logró retener El Juli la embestida a la verónica. El Garcigrand­e repetía, humillaba, el toro era, el toreo quería ser. Buscaba

huecos, versiones, partituras que le dieran la musicalida­d que el otro día le entregó el corazón de Madrid. Por el derecho le cosió las embestidas, atosigando al toro, sin dejarlo respirar. Pero no. No fue ahí. Ni en ese momento ni en esos compases. Llegó al natural. En la verticalid­ad y relajado, alargando un viaje de un toro que quería ir. La faena fue ganando enteros, olés, adeptos, vibración... Y cuando nos quisimos dar cuenta se había vuelto a meter a Madrid en el bolsillo. Casi nada. Se fue detrás de la espada como un loco y como un loco encontró hueso. A la segunda fue. Y el trofeo pedido y no concedido. Había tardado mucho en caer el toro y de hecho lo hizo en la misma puerta de toriles con los dos avisos. El Juli y Madrid con entrega tantos años ha. La vida

pasa y de pronto los misterios vuelven a resolverse en el mismo sitio a distintas horas.

Se movió el tercero sin acabar de definirse. Era el turno de Alejandro Talavante en su segunda tarde. Dos de cuatro. No fue bien la cosa. Al toro le faltó ritmo y a Talavante convicción. Él no creyó en la faena y el resto tampoco. Lo único bueno es que no alargó y el nubarrón final vino con una estocada espantosa. Miguelín Murillo lo bordó con los palos a un quinto que era tremendo de pitones. Una barbaridad por donde miraras. De rodillas comenzó la faena y cuando quiso torear en redondo trepó por los tendidos la presión. Qué difícil tuvo Talavante salirse de esos puñales. Lo volvió a hacer. Quiso cuajar al toro que tenía buena la arrancada, aunque duró poco y Talavante optó pronto, demasiado, por una versión tremendist­a de mucho arrimón y torear mirando al público, desplante incluido tirando la muleta. Mérito tenía, pero faltaba grueso de faena potente que sustentara una puesta en escena en Madrid. Fernando Sánchez se llevó una pedazo ovación en el sexto. Torero. Rufo tenía la Puerta Grande a medio abrir. A nada que se sacó el toro al centro se vino abajo. Tiró de buenas maneras, de suavidad, de querer y de poner lo que el toro no tuvo. Una estocada muy contraria puso final a la historia y la gente pidió una trofeo que el presidente concedió. La Puerta Grande era chica. El Juli había conquistad­o el corazón de Madrid.

El Juli y Madrid con entrega tantos años ha. La vida pasa y de pronto los misterios vuelven a resolverse

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JESÚS G. FERIA Tomás Rufo volvió a abrir la Puerta Grande de Las Ventas

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