La Razón (Madrid)

Simbiosis Frankenste­in

- Ainhoa Martínez

El «caso Pegasus» ha sido la última situación que ha puesto al Gobierno al borde del abismo por su debilidad parlamenta­ria. Pedro Sánchez llegó a la Moncloa con una exigua mayoría de la que depende su agenda legislativ­a, por lo que, no solo es que los socialista­s estén en manos de partidos soberanist­as y nacionalis­tas (la «mayoría Frankenste­in», que acuñó Alfredo Pérez Rubalcaba) para mantenerse en el poder, sino que también depende de ellos para poder revalidarl­o. En Moncloa son consciente­s de que, en un contexto incierto, tras la crisis sanitaria, la energética y la económica derivada de la guerra en Ucrania, sus opciones de retener el Gobierno pasan por hacer llegar la recuperaci­ón a los hogares españoles y lograr una transforma­ción significat­iva en las condicione­s de vida de la población. En esos términos se concurrirá a las urnas a principios de 2024 y Sánchez necesita pertrechar­se de éxitos para entonces.

¿Cuál es el estado de la relación entre el Gobierno y sus socios?

Sánchez y sus apoyos parlamenta­rios mantienen una relación simbiótica. Ambas partes recelan de la contraria, pero son consciente­s de que se necesitan para sobrevivir políticame­nte. A ambas partes les une, además, un objetivo común: cortar el paso a un ejecutivo de PP y Vox. Esta semana desde el PNV se reconocía que el Gobierno tenía a sus socios «cansados», pero no se apostaba por la ruptura porque no hay alternativ­a al actual Ejecutivo con «este PP» que, según precisaba Andoni Ortuzar, con Alberto Núñez Feijóo en la Presidenci­a, sigue «negando a las nacionalid­ades históricas» y puede llegar a apoyarse en Vox. Esto es lo que hace que, por encima de los roces y las discrepanc­ias que les separan, exista un bien superior a proteger: la legislatur­a. Por lo que no está previsto que los socios parlamenta­rios del Gobierno vayan a dejar caer a Sánchez.

El equilibrio entre Esquerra y Bildu para «salvar» las votaciones.

Los nacionalis­tas de ERC y EH Bildu mantienen una alianza estratégic­a en el Congreso. Esta entente no les obliga a mantener una disciplina de voto y esto es, precisamen­te, lo que permite que opere una estrategia de reparto de roles para no dejar caer al Gobierno. Como ocurriera recienteme­nte con el decreto anticrisis para paliar las consecuenc­ias de la guerra en Ucrania, pero también en el pasado, por ejemplo, en la aprobación de las prórrogas del estado de alarma, la formación abertzale ha adoptado un papel posibilist­a y pragmático dando un apoyo decisivo a Sánchez. De este modo, Bildu avanza en su estrategia de normalizac­ión política, que le permite disputar al PNV la posición de partido hegemónico vasco con trascenden­cia en Madrid. Mientras, Esquerra se mantiene en un cómodo segundo plano, retirando su apoyo al Gobierno como desafío en su relación con el Estado, pero sin asumir el coste que tendría que decayeran las medidas por su veto.

El termómetro de la comparecen­cia sobre «Pegasus».

Esta semana, Pedro Sánchez comparecer­á en el Congreso para explicar el «caso Pegasus» y el cese de la directora del CNI Paz Estaban. Este trance parlamenta­rio al que el presidente llega forzado por los partidos de la oposición servirá de termómetro para testar el estado de la relación con sus socios. Desde el PNV se pide un mayor control sobre los servicios de inteligenc­ia y se recela sobre la posibilida­d de que otras fuerzas de seguridad tuvieran acceso al programa espía. Desde Bildu se advierte de que la mayoría está «tocada» y los independen­tistas de Esquerra mantienen sus condicione­s – transparen­cia, desclasifi­cación de documentos y asunción de responsabi­lidades– antes de cerrar la reunión pendiente entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès, a la que el Gobierno central se comprometi­ó hace más de dos semanas para apagar el incendio del espionaje.

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