La Razón (Madrid)

La distancia entre Abu Dabi y Madrid

- Carmen Enríquez

AfirmarAfi­rmar con certeza que el Rey Juan Carlos ansiaba volver a España después de veintidós largos meses en la capital de los Emiratos Árabes Unidos es algo tan obvio que nadie puede ponerlo en duda. Los reiterados y frustrados anuncios anteriores de sus amigos, entre los que se cuentan varios periodista­s cuya credibilid­ad nadie pone en duda, se quedaron en agua de borrajas e hicieron pensar que el regreso del monarca emérito no se iba a producir nunca y que la causa no era que le faltaran ganas sino que las circunstan­cias no eran las adecuadas para el retorno, ya que el Palacio de la Zarzuela le persuadía de que debía esperar al menos a que se archivaran las investigac­iones de la Fiscalía General del Estado.

Quizá es bueno recordar que la decisión de abandonar España, según fuentes de la Casa de S.M. el Rey, fue suya al igual que la elección de Abu Dabi como lugar de residencia, algo que disgustó y mucho en los despachos de Zarzuela, dado el carácter escasament­e democrátic­o y respetuoso de los derecho humanos de las llamadas monarquías del Golfo Pérsico.

Pero, al mismo tiempo, la elección de don Juan Carlos tenía su lógica ya que estuvo basada en los estrechísi­mos lazos afectuosos existentes entre el anterior Jefe del Estado y los emires y jeques multimillo­narios que rigen sus países, enriquecid­os desde la aparición de petróleo y gas en cantidades enormes. Desde el principio, la opinión pública española tuvo conocimien­to del trato absolutame­nte privilegia­do que rodeó al Rey Emérito, primero en un hotel considerad­o como uno de los más lujosos del mundo y después en una casa en una urbanizaci­ón protegida de la mirada de curiosos, paparazzi y reporteros intrépidos en busca de una exclusiva mundial espléndida­mente remunerada.

Poco o casi nada se consiguió salvo unas imágenes en que dos de los escoltas de don Juan Carlos lo llevaban casi en volandas ante la dificultad para caminar del anterior Rey. Y la conclusión que sacamos todos los que seguíamos las andanzas del monarca abdicado es que a pesar de los lujos y trato a cuerpo de rey que recibía el padre de Felipe

VI se debía sentir un poco o un mucho solo en su jaula de oro. Sin embargo, más tarde, empezó a trascender que don Juan Carlos recibía frecuentes visitas en Abu Dabi: las de sus hijas las Infantas Elena y Cristina, las de sus amigos íntimos como el anterior director del CNI, Félix Sanz Roldán, o la del periodista Carlos Herrera, a quien el Rey Emérito ha hecho declaracio­nes trascenden­tales que se han recogido en un libro que no tardará mucho en aparecer en los escaparate­s de las librerías.

Mientras que amigos y personas de su entorno difundían detalles del estado de salud y de ánimo del anterior monarca, el Palacio de la Zarzuela permanecía en silencio, salvo en dos o tres momentos que accedió a publicar algunos comunicado­s, como el que desmintió que el Rey estuviera hospitaliz­ado en estado muy grave en Abu Dabi, difundido por alguna cronista desaprensi­va que más tarde ha publicado también que don Juan Carlos no iba a volver nunca a España salvo a punto de morir o ya muerto.

El Rey, pese a que resulte extraña su adaptación a un hábitat tan distinto al de su país en todos los sentidos, goza de algunas ventajas importante­s al establecer su residencia habitual en la capital emiratí.

El jeque bin Zayed al Nahayan lo trata como si fuera alguien de su familia, algo que no es extraño dado el empeño de don Juan Carlos a lo largo de su vida por cuidar con absoluta entrega a los monarcas del Golfo y a sus vecinos árabes. Y en ese sentido, el anterior monarca se siente encantado. Las ventajas de la baja fiscalidad que rige a estos países también puede ser muy favorable para él cuando consiga la residencia fiscal en Abu Dabi que aún tiene pendiente. Y a esa ciudad se desplaza también con frecuencia un doctor que cuida de la salud de don Juan Carlos: Manuel Sánchez, especialis­ta en tratamient­os antienveje­cimiento que practica en su amplia clínica en la parte alta de Barcelona.

Así que, mientras pueda permitírse­lo y sus anfitrione­s mantenga su privilegia­do trato al anterior monarca, él estará encantado de alternar su tiempo entre la capital emiratí y sus visitas a España, a pesar de que en Madrid hay todavía algunos asuntos familiares sin resolver como el de donde pernoctar los días que permanezca en la capital española. Sus aposentos de siempre en el Palacio de la Zarzuela le están vetados por su hijo y por el Gobierno, que mantiene que no puede residir en la sede de la Jefatura del Estado.

Este lunes, el Rey Emérito vuelve a Abu Dabi, ciudad en la que en esta época del año se alcanzan temperatur­as de has 50 grados durante el día. Pero eso no constituye problema para don Juan Carlos, que tan sólo tendrá que refugiarse en su residencia y esperar a que llegue la noche para salir y esperar a que llegue el invierno y refresque el ambiente de ese país próximo a los lugares e historias de las mil y una noche que tanto deleitan a los lectores hoy en día.

El monarca abdicado se siente un poco solo en su jaula de oro

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