La Razón (Madrid)

¿Y si los 104 millones de la ley del aborto fueran para cunas?

► La lglesia, con proyectos como Hogar de Vida, sale al rescate de embarazada­s en situacione­s límite

- José Beltrán.

«Amí«Amí y a mis hijos nos han salvado literalmen­te la vida». Laura lo cuenta sin aspaviento­s, pero con una contundenc­ia que abruma. Hace cinco años que llamó a la puerta del Hogar de Vida. Tenía 25 años y una hija de un año y medio de una primera relación. Se había quedado embarazada. Su novio le dio la espalda y sus padres le propusiero­n que abortara. Pero ella se negó. Cogió su bolso y se echó a las calles de Alcalá de Henares a buscar ayuda: del Ayuntamien­to

a Cáritas, de Cáritas a Red Madre. Y de Red Madre a la que se convertirí­a en su casa a partir de ese momento.

«Cogí el tren y me planté en Boadilla del Monte y en la puerta me recibió sor Cristina». Laura no puede borrar ese instante de su cabeza y su corazón, cuando fue recibida por esta religiosa de las

Siervas de la Pasión que, junto con sor Emilia, convive en un piso compartido las 24 horas del día con tres embarazada­s y madres en situación de vulnerabil­idad para sacarlas adelante. Se trata de una iniciativa de la Fundación Golfín, una plataforma de la Diócesis de Getafe que nació hace diez años.

«Están con nosotras hasta que el bebé cumple un año y todo es gratuito para ellas. Además del apoyo material y afectivo, también les dispensamo­s atención humana, sanitaria, psicológic­a, espiritual y les buscamos trabajo. Y todo lo que ganan es precisamen­te para que sean autónomas», expone Sofía Juste, directora del Hogar de Vida, que repasa cada uno de los rostros de esas madres a las que han ofrecido un futuro: «Unas son empleadas del hogar, otras cajeras, camareras, auxiliares de geriatría…». Su apoyo no acaba aquí. El seguimient­o continúa para salir al rescate ante posibles obstáculos personales o financiero­s: «No lo pasamos mal cuando se van, porque sabemos que han dado un salto de madurez enorme y están preparadas para enfrentars­e a casi todo. Además, lo nuestro no es un ‘adiós, muy buenas.’ Buscamos ser su referencia a la hora de tomar decisiones clave para su futuro».

Así lo siente Laura, que gracias a la mano tendida de las religiosas y los laicos del Hogar vio cómo de un plumazo se esfumaba una tensión y una carga que se hacían insoportab­les. «Me sentía indefensa, con un bebé en mis brazos y otro de camino. ¿Y ahora qué hago? ¿Para dónde tiro? Ellas se convirtier­on en mi familia de un segundo para otro, sin pedirme nada a cambio. Me dieron techo, comida…», agradece cinco años después, tras reconcilia­rse con su novio, tener juntos a otros dos hijos –tres niñas y un niño– y reconducir un proyecto en común que parecía abocado al fracaso.

Por eso, cuando este martes Laura escuchó de pasada que el Gobierno aprobaba en Consejo de Ministros una reforma legislativ­a que permitía el aborto desde los 16 años sin permiso paterno y que anulaba el período de reflexión para decidirse, a Laura se le volvieron a revolver las entrañas como entonces. «No puedo negar que es la solución más fácil, pero un aborto no es un acto sin consecuenc­ias, se queda contigo para toda la vida. Quizá una adolescent­e o una joven quiera hacerse a la idea de que pude continuar con su vida como si nada de un día para otro, pero a la larga, ese trauma aparece», expone ahora con 31 años, en búsqueda de empleo y con el deseo de lanzarse a estudiar psicología, «precisamen­te para dar respuesta y analizar este tipo de preocupaci­ones que nos pueden bloquear a las mujeres». De hecho, no duda en abordar la cuestión del aborto cada vez que se cuela en una conversaci­ón con sus amigas o conocidas: «Siempre les digo lo mismo: eres libre de tomar la decisión que quieras y yo te respeto, pero piénsatelo dos o tres veces».

«Resulta absurdo que se pueda matar a un bebé de un instante a otro sin dar margen a meditarlo y, en el caso de las adolescent­es, sin permiso, porque esa misma chica sí necesite que sus padres le firme una autorizaci­ón para irse de excursión con el instituto», denuncia Sofía, que lamenta que los 104 millones de euros que se van a destinar para materializ­ar el anteproyec­to legislativ­o no se inviertan en un plan nacional para la maternidad vulnerable. Sobre todo, porque la directora del Hogar de Vida sabe lo que cuesta llegar a fin de mes a golpe de donativos (fundaciong­olfin.org), de hacer piruetas con mercadillo­s y festivales solidarios, amén del apoyo de subvencion­es, que este año han aumentado de forma significat­iva desde la Comunidad de Madrid”.

«Aunque nuestros recursos son limitados, nunca decimos un ‘no’ directo aunque no tengamos plaza, buscamos encauzar a las embarazada­s que llegan a nosotras, para evitar que ninguna vida se pierda», añade, asumiendo con cierta perplejida­d que recienteme­nte un donante les haya permitido hacerse con el edificio de una residencia para ampliar su cobertura. «Vamos a ir ampliando poco a poco, porque no queremos perder nuestra esencia de familia», subraya sobre unas mujeres que llegan desesperad­as, a través del boca a boca, de alguna parroquia o de los servicios sociales.

«Imagínate la cara de algunas de ellas cuando abren la puerta y ven que les reciben dos monjas», bromea la hermana Cristina, intentando quitar hierro a una realidad más que compleja, cuando se acompaña en el día a día. «Resulta difícil devolverle­s la alegría y la confianza en ellas mismas y en las demás. Pero eso requiere de tiempo, no pueden pretender que acojan lo que les aconsejas a la primera. Yo les insisto mucho en que no se dejen atrapar por el pasado, sino que apuesten por los sueños que tienen por delante», apunta esta consagrada mexicana que lleva casi dos décadas en España. «De nosotras creo que aprecian la libertad con las que las tratamos, se sienten queridas y saben que nos tienen para todo», expone la hermana Emilia que acumula experienci­a como misionera en México, así como a pie de guardería en Barcelona. «Los niños me llaman la yaya y yo les quiero como si fueran mis nietos», apunta esta sierva de la Pasión, que lleva en su adn el legado carismátic­o de su fundadora, Teresa Gallifa, de defender la vida de los más indefensos en situacione­s tan límite como ignoradas para la mayoría.

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La directora del Hogar de Vida, Sofía Juste, ayer, en Boadilla del Monte
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JESÚS G. FERIA

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