La Razón (Madrid)

Propaganda

- José María Marco

DelDel magnífico reportaje publicado ayer en estas páginas sobre los nuevos incendios, se deduce que los responsabl­es políticos tienen una idea peculiar acerca de sus responsabi­lidades ecológicas, por así decirlo. Se trataría, según esto, de no hacer nada de tal forma que la naturaleza recupere sus derechos. Es una idea curiosa. Lo era antes, porque la naturaleza fue vista, durante muchos siglos, como la mayor amenaza contra el ser humano. Y ahora, porque la naturaleza ya no existe. El uso masivo de los recursos naturales y en particular la liberación de carbono con la combustión intensiva de combustibl­es fósiles desde hace más de 200 años han cambiado el estado de la cuestión: no es que estemos en un período de cambio climático. Es que estamos en un mundo completame­nte nuevo. Lo que antes llamábamos naturaleza, incluido el clima, depende de la acción del ser humano: de nuestra acción.

Así las cosas, no tiene sentido intentar volver atrás. No hay vuelta atrás posible, y lo que habrá que decidir es cómo utilizar los recursos disponible­s, que son muchos, para encauzar la nueva situación de tal forma que preserve un mundo habitable sin perjudicar el nivel de vida de las sociedades avanzadas ni impedir el progreso de las que están avanzando. Este es el debate político, en el que se pueden avanzar propuestas más o menos liberales o intervenci­onistas, más o menos global es( habrán de serlo en algún momento, entre otras cosas por la dimensión ontológica del asunto) y, además, con la utilizació­n más o menos intensiva de la tecnología. Más protección querrá decir segurament­e más avances tecnológic­os, más informació­n, mejor aprovecham­iento de esta y una nueva manera de utilizar los recursos naturales en vez de abandonarl­os a su suerte. Si se sigue recurriend­o a los tópicos sobre el «cambio climático» como arma para acabar con el adversario político, no se habrá avanzado un milímetro. Al revés, la propaganda, cada vez más primaria y más paró di ca, estará contribuye­ndo a agravar los muy serios problemas a los que nos enfrentamo­s. La propaganda, presidente, también mata.

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