El viacrucis indígena para Francisco se llama Quebec
► La acogida en la primera parte de su viaje a Canadá podría dar un giro por el rechazo de la etnia Mohawk
Francisco ha emprendido la segunda parte de su particular «peregrinación penitencial» a Canadá para pedir perdón por las vejaciones cometidas por la Iglesia durante más de un siglo en los orfanatos para niños indígenas. Si la comitiva papal se muestra satisfecha por la reacción de en Edmonton ante un «mea culpa» elogiado del pontífice, las dudas llegan en Quebec, donde la acogida podría no ser tan calurosa.
En los cuatro primeros días de estancia en el país norteamericano, Jorge Mario Bergoglio no ha presenciado el más mínimo gesto de rechazo. Así se lo manifestó el principal líder de los aborígenes Wilton Littlechild, uno de los niños que padeció en primera persona el horror de las llamadas escuelas residenciales y miembro de la Comisión de la Verdad y la ReConciliación que destapó el escándalo. «Sus palabras han sido una verdadera curación y esperanza para muchas generaciones», sentenció ante Francisco.
Sin embargo, esta mirada no es compartida por las Madres Mohawk, una plataforma de víctimas que representa a parte de esta etnia que vive principalmente al sur de Montreal y que planean hacer visible sus protestas por el viaje ante la que ellas consideran una «Iglesia malvada». «Con suerte, no es una obra de teatro, sino un sincero gesto de reconciliación», expone Skip Lafluert, miembro de esta comunidad. «¿Son suficientes las palabras? No, en realidad no. No», expone otra portavoz de este grupo, Joyce Rice.
Tales son las heridas abiertas entre los Mohawk que, no les sirven las disculpas de Edmonton y exigen un perdón personalizado. También cuestionan que Littlechild coronara al Papa con el penacho de plumas que solo se entrega a los jefes de la comunidad o a personalidades insignes como un acto de compasión o valentía. Para Russ Diabo, miembro de los Mohawk de Kahnawake, el arrepentimiento verbal del Papa no es suficiente para ganarse ese reconocimiento, tachando el gesto de «pompa» y calificando su discurso de «facilón». «El Papa no pidió que le pusieran el tocado. No es culpa suya, pero está claro que quienes se lo regalaron no tuvieron en cuenta qué podrían sentir otros indígenas», plantea Maka Black Elk, director ejecutivo de Verdad y Sanación, un colectivo de víctimas de la Red Cloud Indian School, fundada en 1888 por los jesuitas en Dakota del Sur.
Para el que fuera presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá, Murray Sinclair, hay un «agujero profundo» en el acto de contrición de Francisco, puesto que considera que debería haber expresado explícitamente la «coautoría principal de los capítulos más oscuros en la historia de la tierra». El que fuera senador y juez indígena en Manitoba valora la «disculpa histórica» del pontífice, pero cree que hay que pasar a la acción y la Iglesia debe «comprometerse a no volver a hacer esto nunca más» para lograr la reconciliación.
Conscientes de este contexto, el el arzobispo de Quebec, el cardenal Gérald Cyprien Lacroix, anfitrión de Francisco, reconoce que «algunas personas no tienen el corazón para festejar» la llegada de Obispo de Roma. «No puede darse un clima demasiado festivo, pero al mismo tiempo tampoco puede ser un funeral», expone Lacroix que asegura haber medido hasta el más mínimo detalle para no herir sensibilidades. «Ahora que la verdad ha salido a relucir y la hemos aceptado, que hemos reconocido lo que ha pasado y lo asumimos. ¿Cómo nos vamos a reconciliar? Tenemos que mirarnos a la cara y caminar juntos», sostiene el purpurado.