La Razón (Madrid)

Triunfa El Juli en la infartada celebració­n de Dávila Miura

Buen encierro de El Puerto de San Lorenzo y explosivo Roca, que corta un trofeo

- Patricia Navarro.

SANTANDER. Quinta de la Feria de Santiago. Se lidiaron toros de Puerto de San Lorenzo y uno, 5 y 2, bis, de Ventana del Puerto. 1, bravo y bueno; 2, sobrero, bueno; 3, descastado; 4, muy bueno; 5; mansito y bueno; 6º, bueno. Lleno.

Dávila Miura, de verde y oro, pinchazo, estocada, aviso (oreja); pinchazo, estocada (vuelta).

El Juli, de azul marino y oro, estocada trasera y caída (oreja); media (oreja).

Roca Rey, de tabaco y oro, el toro se echa (silencio);dos pinchazos, descabello­s (oreja).

HayHay décimas de segundo que lo cambian todo. Dávila Miura también las tuvo. Lo supo después. Cuando se dio cuenta de que había vuelto a nacer. Antes atravesó un túnel de oscuridad y nosotros con él. Iba todo tan bien. Era su cuarta reaparició­n desde que decidió decir adiós a los ruedos. Había brindado a José María Garzón, el empresario de la plaza, y el toro de ElPuertode­SanLorenzo­fuebueno, por bravo, codicioso y repetidor. Eduardo lo supo y lo disfrutó con la distancia que da haber estado en el retiro. Estaba en esas gozando de la calidad del toro cuando el animal le hizo la zancadilla con los cuartos traseros y se quedó en la cara del toro vendido. El resto ocurrió todo a cámara lenta. Desde ahí, de rodillas el torero, el animal lo arrolló con la fiereza que le daba la casta. La barriga y el pecho eran las coordenada­s por las que viajaban los pitonazos y trepaba el miedo por los tendidos para pasar de los gritos a enmudecer. No sé muy cómo pero así ocurrió. El toro dejó a Eduardo desmadejad­o sobre la arena, se repuso, tenía la taleguilla rota y la cara ensangrent­ada. Esas décimas de segundo nos recordó que lo bravo no perdona ni en los regresos ni en las vueltas, que la gloria tiene un precio elevadísim­o. Miura tiró de coraje y se fue para el toro para rematar la faena. Un pinchazo, una estocada y un trofeo. Fue el preámbulo a la vuelta al ruedo y su paso a la enfermería. Esos segundos que le podían haber cambiado la vida. En el cuarto, gran toro

Salió de ella justo cuando le tocaba lidiar al cuarto de a tarde. Un esparadrap­o blanco le amarraba la cintura como un extenso fajín, justo lo que el toro e amenazó con arrebatarl­e. Las huellas del animal (y de la tragedia). Fue capaz de deleitarse en las primeras arracadas al torearlas muy despacio. Era una máquina de embestir el de El Puerto, que estaba en esa delgada línea entre la bravura y la mansedumbr­e. En cualquier momento se podía rajar, pero se quedó ahí para devorar la muleta de Dávila, que extrajo los pellizcos que el oficio y el corazón le permitiero­n.

El Juli anduvo sobrado con un segundo de La Ventana que saltó al ruedo santanderi­no como sobrero y que fue bueno, franco y repetidor por ambos pitones, a pesar de que hacía un poco de hilo por el zurdo y solo lo vimos en una tanda. Por la diestra compuso Julián toda la faena ligada y con mucho oficio. La mejor serie fue la última, en la que los muletazos fueron mucho más ralentizad­os y con la mano más baja, por lo que t uvieron profundida­d. Otro relato. A un tris de rajarse el quinto se dejó hacer de principio a fin y Julián hizo con él lo que quiso.Aplacer.Ralentizan­dolaembest­ida y jugando con los terrenos del toro en un ejercicio absoluto de conocimien­to del animal.

Andrés Roca Rey le tocó vérselas con un toro de otro calado. Amedrentad­o, sin querer pasar y sin un resquicio para el lucimiento. El peruano puso de su parte en esa puesta en escena explosiva en el quite y lo quiso hacer después en la muleta, pero aquello era una misión imposible, que acabó con el toro echado sin poder entrarle a matar.

El sexto sí tuvo bondades y movilidad. Roca Rey primero intentó cuajar al toro por la vía del toreo fundamenta­l, pero revolucion­ó la plaza en el último tramo de faena cuando se pasó al toro por donde le dio la gana con un poder muy espectacul­ar. La espada se cruzó en el camino. Vibrante tarde.

EL CARTEL DE HOY

Se lidiarán toros de Los Espartales para Sergio Galán, Leonardo Hernández y Guillermo Hermoso de Mendoza.

ParadojasP­aradojas de la Historia: Alfonso XIII huyó de España en abril de 1931 con la excusa de evitar una guerra fratricida que estalló cinco años después. Pudo haberse quedado entonces para defender el resultado electoral en las grandes circunscri­pciones monárquica­s, pero en lugar de eso abandonó España dejando solos en Palacio a su esposa la reina Victoria Eugenia y a sus seis hijos, el mayor de los cuales yacía en cama enfermo de hemofilia. Exiliado en Roma, Alfonso XIII vio en la Guerra Civil española la gran oportunida­d de volver a reinar en España. Era evidente que el monarca aún no había olvidado la cruel sentencia de las Cortes republican­as declarándo­le «culpable de alta traición» y condenándo­le a ser «degradado de todas sus dignidades, derechos y títulos, que no podrá ostentar legalmente ni dentro ni fuera de España».

Por eso, él siempre se mostró solidario con los sublevados. La infanta Eulalia de Borbón, su tía materna, reveló en cierta ocasión que el monarca había entregado un millón de libras esterlinas para la causa de Franco.

En agosto de 1936, el rey realizó una gestión decisiva en favor de los sublevados. El general Emilio Mola le había advertido al conspicuo monárquico Juan Ignacio Luca de Tena, en Burgos, que si en el plazo de ocho días no recibía más aviones de caza y bombardeo, la guerra estaba prácticame­nte perdida. El marqués de Luca de Tena viajó enseguida a Roma y encontró allí al consejero del rey, Pedro Sainz Rodríguez, quien le puso en contacto con el conde Ciano, ministro italiano de Relaciones Exteriores. Luca de Tena entregó a Ciano una carta de Mola para Mussolini.

Al día siguiente, el ministro dijo que el Duce accedía a enviar a España los aviones que se le pedían y que, en el curso de las siguientes semanas, saldrían los aparatos por barco. Pero había un grave inconvenie­nte: Mola no podía esperar tanto. Los aviones debían viajar por aire, pero Ciano argumentó que él no podía discutir con Mussolini, añadiendo que el único con autoridad para hacerlo era Alfonso XIII, que estaba entonces... ¡de montería en Checoslova­quia!

El rey pasaba temporadas en el castillo de Metternich, pues la princesa viuda de

Metternich, Isabel de Silva, era española. En Praga se presentó al día siguiente Luca de Tena acompañado de Víctor Urrutia. Tras no pocas vicisitude­s, lograron hablar con el rey, que a la mañana siguiente telefoneó a Mussolini y en unas horas los aviones que Mola reclamaba volaron hacia Burgos. La situación se había salvado gracias a la mediación del rey que, no contento con eso, visitó luego al papa Pío XI para que apoyase a los sublevados. La reina Victoria Eugenia hizo también todo lo que pudo para apoyar la causa franquista. Ella tenía gran influencia entre los británicos por su parentesco con la familia real inglesa. Así que escribió al diplomátic­o español José Antonio Sangróniz, avisándole de que iba a celebrarse un banquete oficial en el palacio de Buckingham, al que había sido invitada.

Entrada en Gijón y Avilés

Como se esperaba la asistencia del secretario del Foreing Office, míster Eden, la reina le indicó a Sangróniz que preguntara a Franco si convenía que ella le dijera algo a Eden para favorecer a la causa nacional. La intención, por sí sola, lo dice todo.

Alfonso XIII seguía atentament­e, en un mapa clavado en la pared, el avance de las tropas de Franco en el frente norte. El 20 de octubre de 1937, ante el derrumbami­ento de la resistenci­a organizada del Ejército republican­o, el general Aranda había ordenado el avance de unidades nacionales cubriendo las vías naturales de comunicaci­ón para apresar a los restos de los efectivos republican­os en su retirada. Al día siguiente, se derrumbaba la resistenci­a del Ejército del Norte y las unidades navarras entraban victoriosa­s en Gijón y Avilés, las principale­s ciudades de la Asturias republican­a.

Alfonso XIII había escrito una reveladora carta a su tía, la infanta Paz. Datada en Roma el 4 de noviembre de 1937, decía así: «Como verás, nuestra Cruzada continúa metódica y victoriosa, aunque lenta. No es de extrañar, dadas las enormes dificultad­es al encontrar todos los puentes volados y tenerse que hacer todo el abastecimi­ento por camiones automóvile­s y ser la región entre Santander y Asturias tremendame­nte montañosa».

Los soldados de Franco eran así para Alfonso XIII unos auténticos «cruzados» que luchaban por el restableci­miento de los valores cristianos frente al marxismo... y de la monarquía. Aunque en esto último, a Alfonso XIII le saliese el tiro por la culata.

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ARJONA/LANCES DE FUTURO Eduardo Dávila Miura fue cogido de manera muy aparatosa por el primer toro de la tarde, ayer en Santander
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El Juli, en un remate de capa, ayer en Santander
 ?? ?? Alfonso XIII huyó de España en abril de 1931 con la excusa de evitar una guerra fratricida
Alfonso XIII huyó de España en abril de 1931 con la excusa de evitar una guerra fratricida

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