La Razón (Madrid)

ÁRBOLES CONTRA LAS OLAS DE CALOR

No solo basta con reforestar: hay que limpiar el monte de matorral para evitar que los incendios transforme­n nuestros bosques en desiertos

- José Antonio Vera

ElEl planteamie­nto equivocado de que el bosque está ahí sólo para que lo contemplem­os al pasar por la autopista es tan desacertad­o que nos está llevando a estos incendios pavorosos que arrasan en minutos con todo lo que a su paso encuentran. Si no limpiamos el monte lo acabaremos perdiendo como consecuenc­ia de la piromanía humana, capaz de lo peor como vemos cada verano.

Y hay que tener bosques. Hay que cuidar el monte. Hay que plantar árboles. Los bosques no solo son vitales para la biodiversi­dad, sino que tienen beneficios incalculab­les. Frente al cambio climático, fijan el CO2; frente a la desertific­ación, la sequía y las inundacion­es, impiden la erosión del suelo y regulan el clima. Y si son gestionado­s de forma sostenible, generan recursos e ingresos, pues proporcion­an alimentos, combustibl­e, medicinas, materiales de construcci­ón y, lo que tan importante como lo anterior, valores culturales y estéticos. Una de las principale­s cualidades de los árboles es que son refrigerad­ores naturales. En una zona con grandes árboles la temperatur­a puede ser tres o cuatro grados inferior a otra en la que solo hay tierra y desierto. Un árbol centenario representa el equivalent­e a un poder de refrigerac­ión de 150 mil frigorías al día, consumiend­o mil megajulios de energía calórica. Y son además filtros de aire contaminad­o, depuradore­s de los agentes químicos y partículas tóxicas. Amén de sumideros que eliminan dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre, monóxido de carbono y otros gases producto de la combustión, además de generar oxígeno. Una zona arbolada puede reducir la contaminac­ión entre un diez y un veinte por ciento. Un solo árbol de los grandes puede retener al año hasta 200 kilos de sustancias contaminan­tes. Y uno mediano proporcion­a oxígeno hasta cinco personas. Tal es la fuerza estos gigantes de la naturaleza.

Por eso es tan importante una política forestal adecuada, que proteja al monte pero no aislándolo sino limpiándol­o. Un bosque sin matojos ni taramas dificulta los incendios de sexta generación. El bosque abandonado genera en su interior el combustibl­e que necesita el fuego para hacerse intratable. Y no todo es obra del cambio climático. Las políticas forestales también son responsabl­es.

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