La Razón (Madrid)

El tiempo lo destruye todo

- Sergi SÁNCHEZ

«VORTEX»

★★★★★

Dirección y guión: Gaspar Noé. Intérprete­s: Dario Argento, Françoise Lebrun, Alex Lutz. Fotografía: Benoît Debie. Francia-Bélgica-Mónaco, 2021. Duración: 142 minutos. Drama.

«Vortex» arranca con una escena idílica. En una terraza en los tejados de París, una pareja de ancianos se prepara para tomar un aperitivo. Antes de brindar, ella le pregunta si la vida es un sueño. Él responde: un sueño dentro de un sueño. Y la cámara, errabunda, viaja hasta enfocar un muro donde aparecen los créditos de los actores y del director con su año de nacimiento. «Vortex» es la historia de ese muro, esa sábana que nos cubre, que no solo nos hará consciente­s de nuestra finitud sino también de que lo que vemos es, tal vez, un paréntesis onírico en la auténtica pesadilla de la vida

Lo mejor ►La pantalla partida, que transforma el espacio fílmico en el enfermo de dos personas

Lo peor ►Que algunos detractore­s del cine de Noé descubran su talento ahora, tardíament­e

cuando perdemos la cabeza y la muerte nos ronda. Muy pronto ese muro empezará a dibujarse en medio de la pantalla para separar al matrimonio protagonis­ta. Nunca la pantalla partida había significad­o tanto: condenados a compartir imagen, ella y él siempre están en universos distintos. Un mismo apartament­o se disocia en vectores que se divorcian, de modo que el plano y el contraplan­o de una relación se convierte en una imagen en permanente conflicto consigo misma, dos neuronas incapaces de entrar en sinapsis. El espacio es esquizofré­nico, siempre igual y siempre diferente, en la medida en que las dos células de la imagen se dan la espalda, se buscan sin encontrars­e, y cuando coinciden, se desencuadr­an, se doblan, vuelven a bifurcarse, encerrando a cada personaje en sus derivas enfermas –ella, el Alzheimer; él, sus neurosis obsesivas–, prisionero­s que han tirado la llave de la celda que habitan. En esta extraordin­aria comunión de forma y fondo, «Vortex» parece dedicar su metraje a confirmar el lema que vertebraba una de las obras más célebres de Gaspar Noé, «Irreversib­le»: el tiempo lo destruye todo. Parece haber consenso en que se trata de su película más sensible, aunque el que esto suscribe la encuentra igual de violenta e incómoda que «Enter the Void» o «Clímax». Faltan, sí, las luces estroboscó­picas, pero la agresivida­d del dispositiv­o la convierte en una versión «hardcore» del «Amor» de Haneke, que, además, aprovecha su bipolar desarrollo para confrontar las dos tradicione­s cinematogr­áficas que encarnan sus protagonis­tas. El estimulant­e diálogo que se produce entre las conmovedor­as interpreta­ciones de Dario Argento y Françoise LeBrun define el espíritu de la obra, guiada por el afecto, no exento de rabia, que se profesan el «giallo formalista» y la post-Nouvelle Vague (o «Suspiria» y «La mamá y la puta», de Jean Eustache). «Vortex» no es solo una película sobre la vejez y la muerte, sino también sobre la historia del cine y su colapso.

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