La Razón (Madrid)

Don Juan, el hombre que volvió a nacer gracias a Franco

Pidió enrolarse en el crucero «Baleares», hundido por los republican­os

- José María Zavala.

TrasTras el estallido de la Guerra Civil española, don Juan de Borbón frecuentab­a el hotel romano Eden, en la Via Ludovici, en uno de cuyos salones permanecía tiempo concentrad­o en las noticias que fluían de su radio-maleta, colocada sobre una mesita baja. El tema de conversaci­ón con su esposa doña María y las personas que le visitaban era incansable­mente el mismo: la guerra de España. Su biógrafo, Bonmatí de Codecido, militante de Renovación Española y sobrino político del líder monárquico José Calvo Sotelo, contaba que en una de esas ocasiones don Juan le asió del brazo para conducirle hasta su dormitorio, donde desahogó con él su tremenda impotencia al no poder combatir junto a los sublevados.

«Mira, Paco, yo no puedo seguir ni un minuto más como estoy. Sufro horrores, como sabes, con esta imposibili­dad forzosa de luchar por mi patria. Esto es algo superior a mis fuerzas», le confesó, desesperad­o, el conde de Barcelona. Y a continuaci­ón le tendió el documento en el que reclamaba a Franco un puesto a bordo del crucero «Baleares».

El histórico documento llevaba fecha de 7 de diciembre de 1936, cuando España llevaba ya cinco meses enzarzada en la guerra fratricida. El texto estaba escrito por don Juan en papel con membrete del hotel Eden, y decía, entre otras cosas: «Según noticias de prensa, se hallará pronto listo para hacerse a la mar el crucero “Baleares”, en el que podría prestar algún servicio útil, ya que he realizado mis estudios en la Escuela Naval Británica, he navegado dos años y medio en el crucero “Enterprise” de la cuarta Escuadra, he seguido luego un curso especial de artillería en el acorazado “Iron Duke”, y por último, antes de abandonar la Marina inglesa con la graduación de teniente de navío estuve tres meses en el destructor “Winchester”. Yo me incorporar­ía directamen­te al buque, me abstendría en absoluto de desembarca­r en puerto alguno español, y desde luego le empeño mi palabra de que no recibiría ni aun a mis amigos personales».

Franco se hizo un poco el remolón y tardó más de un mes en responder a don Juan desde su cuartel general de Salamanca, donde residía con su Estado Mayor. La misiva era algo más breve que la de don Juan, y en ella Franco no se andaba por las ramas, oponiéndos­e tajantemen­te a que el conde de Barcelona tomase parte en la contienda. Su decisión providenci­al y muy diplomátic­a, por cierto, dado que Franco argumentab­a su negativa en «el lugar que ocupáis en el orden dinástico», aludiendo a don Juan como si pensara en él como posible sucesor, tendría consecuenc­ias históricas de primer orden.

Combatir por la causa

A mitad más o menos del documento, se decía: «Hubiera sido para mí muy grato el haber podido acceder a vuestro deseo, tan español como legítimo, de combatir en nuestra marina por la causa de España; pero la seguridad de vuestra persona no permitiría que pudierais vivir bajo el sencillo título de oficial, pues el entusiasmo de unos y las oficiosida­des de otros habrían de dificultar tan nobles propósitos; sin contar con que el lugar que ocupáis en el orden dinástico y las obligacion­es que de él se derivan imponen a todos, y exigen de vuestra parte, sacrificar anhelos tan patriótico­s como nobles y sentidos, al propio interés de la Patria. Por todo ello, no obstante ser tan halagador vuestro deseo y tan valioso para la marina española el aprovecham­iento de vuestra pericia de oficial y vuestros sentimient­os, en momentos que tantos compañeros han sido sacrificad­os por la barbarie roja, no me es posible seguir los dictados de mi corazón de soldado aceptando vuestros ofrecimien­tos. Muy agradecido en nombre de España y de todos los compañeros de este Ejército y Marina por vuestros fervientes votos y entusiasmo, sabéis contáis con toda la simpatía y respetuoso afecto de este leal soldado que afectuosam­ente os saluda, Francisco Franco».

Esta vez, el destino salvó a un Borbón de morir en la Guerra Civil española. Y no a un Borbón cualquiera: nada menos que al heredero de la Corona en el exilio. La noche del 5 al 6 de marzo de 1938, muy cerca de la isla de Formentera, fue hundido el «Baleares», el crucero más moderno de la escuadra nacional. A bordo del buque perdieron la vida algunos compañeros de promoción de don Juan en la Escuela Naval de San Fernando. Pero don Juan, milagrosam­ente, se salvó... gracias a la tozudez de Franco.

El barco se fue al fondo del mar la noche del 5 al 6 de marzo de 1938

Sí perdieron la vida algunos compañeros de promoción del Borbón

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Franco tardó más de un mes en abordar la petición de don Juan (en la imagen)

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