La Razón (Madrid)

¿Por qué unos tantos (Gürtel) y otros tan poco (ERE)?

- Eduardo Inda

QueQue Sánchez es un autócrata no es algo que diga yo, que naturalmen­te lo digo, que lo afirme el común de los mortales o que lo concluya un catedrátic­o de Ciencia Política de Harvard. Lo certifican, más allá de toda duda razonable, los hechos. Un primer ministro que lo primero que hace tras conocer la condena de dos correligio­narios por robar es insinuar que los indultará queda retratado como un sátrapa bananero por mucho que le hayan votado 6,7 millones de españoles. Esto es lo que hacen los Putines o Erdoganes de la vida, no un demócrata europeo ni, desde luego, alguien que cree en el Estado de Derecho y en la separación de poderes. Máxime cuando en el Código Ético de tu propio partido se afirma que «no se concederán indultos a cargos públicos condenados por delitos ligados a la corrupción». Cualitativ­amente la situación es repugnante en términos éticos y morales. Y cuantitati­vamente es el no va más o casi porque los delincuent­es Chaves, Griñán, Zarrías, Magdalena Álvarez et altri malversaro­n la friolera de 680 millonazos que se dice pronto. Es el segundo mayor caso de saqueo de fondos públicos conocido en Europa, naturalmen­te tras el protagoniz­ado por esos grandes campeones que son los Pujol. Un servidor puede llegar a entender que se otorgue la gracia a un político que distrajo 60.000 euros para pagar el tratamient­o de cáncer en EEUU a un niño de su municipio pero no a los autores de esta salvajada. A los que, como el presidente y todos los periodista­s de argumentar­io, sostienen que ni Chaves ni Griñán «se han llevado un solo euro» hay que puntualiza­rles que lo mismo es robar dinero público para meterlo en el bolsillo propio que para colarlo en el de unos amiguetes. Destinar fondos públicos a un fin diferente para el que están legalmente presupuest­ados es malversaci­ón, que viene a ser una forma fina de llamar a lo que los vulgares mortales denominamo­s robar, trincar, sisar, rapiñar, choricear o mangar. El desahogado del presidente no sólo les va a aplicar esa medida medieval sino que, además, ha puesto en tela de juicio la decisión del Supremo. Vamos, que ha sugerido que la Sala de lo Penal ha prevaricad­o. Y, con un par, echa mano de un sofisma bíblico para defender a sus malhechore­s mandando a esparragar la independen­cia judicial: «Pagan justos por pecadores». Ahora resulta que un tipo como Griñán al que han metido seis años de prisión por robar, algo en lo que han coincidido todas las instancias judiciales, es poco menos que Robin Hood, y quien le ha condenado, la Sala que preside Manuel Marchena, el malévolo sheriff de Nottingham. Qué asco. Más allá de estas nada baladíes puntualiza­ciones hay que resaltar que por enésima vez se repite el doble rasero que existe en este país cuando se juzgan las corruptela­s de los unos y de los otros. El caso Gürtel, otra golfada como la copa de un pino, fue sancionado con infinita mayor severidad que la Audiencia de Sevilla los ERE. A Francisco Correa, el encargado de mover los hilos extramuros de Génova 13, le metieron 51 años de reclusión por el trinque de 28 millones. A Bárcenas le cayeron 29. En ambos casos casi el mismo tiempo del que segurament­e vivirán por mucha triple de la mayor que les apliquen. Claro que el por otra parte lógico ruido mediático que se registró con Gürtel nada tiene que ver con el silencio cuasisepul­cral que se ha vivido con unos ERE que ni estaban ni se les esperaba en telediario­s ni periódicos. Conclusión: en el PP se lo tienen que hacer mirar.

Echa mano de un sofisma bíblico para defender a sus malhechore­s: «Pagan justos por pecadores»

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