La Razón (Madrid)

Pablo López, la magia de un piano con alegato: «Escuchen música con sus madres»

- C. S. Macías.

Con la primera nota de su piano, ya puso al Teatro Real de Madrid en pie. No era la primera vez que Pablo López actuaba en un formato de mínimos –voz y piano– en Universal Music Festival. Con las entradas agotadas, y un público entregado para reencontra­rse con el malagueño, dio un recital cargado de mensajes, en un ambiente de velada que confesó le hacía sentirse como en el salón de su casa.

Comenzó el concierto recordando al tándem creativo Antonio Flores-Joaquín Sabina con algunas estrofas de «Pongamos que hablo de Madrid», a la que pronto siguió «Vi». Fiel a su acerado instinto escénico, no tardó en hacer partícipe al público que, enseguida, se sumó a la celebració­n acompañánd­ole con fervor en «El camino» y «La mejor noche». Volvió a recordar a Antonio Flores en un breve fragmento de «No dudaría», que fue seguido por los asistentes que transforma­ron el coro en clamor, antes de fundirse con «Me conocen». Demostró su aplomo instrument­al y vocal en un diálogo permanente­mente renovado con las canciones y con el público convirtien­do un amplio recital pianístico en show con nervio, contagioso, lleno de vida. También acudió al infalible cancionero del maestro Joan Manuel Serrat –«Aquellas pequeñas cosas»– y le dio un buen repaso a toda su discografí­a, haciendo parada en hitos como «El mundo» o «Te espero aquí». Llegó a convertir la tapa del piano de cola en caja de ritmo con la que también hizo acompañami­entos mientras el público le reclamaba una canción a prueba de superstici­ones: superstici­ones: «Trece», que hilvanó con la de «Hijos del verbo amar» junto con los fans que amplificab­an la resonancia del compás con sus palmas y le hacían unos coros bien entonados, en ocasiones casi profesiona­les.

Entre medias, desde el público le lanzaron un: «Ole tú, guapo» qué Pablo López replicó con simpatía: «Yo creo que en cualquier caso, esto es un sitio de desahogo donde podemos dialogar. Decidme lo que sea, que nos entendemos», y sus fans no dejaron de contarle y cantarle. Y en medio de la música, también hubo risas, muchas, sobre todo cuando la palabra DNI arrancaba el ferviente aplauso del público. «El otro día renové el DNI... (aplausos y risas)». Y fue en el valor de las pequeñas cosas, de lo cotidiano, cuando el malagueño recordó que, lo que más le gusta leer de su carnet de identidad es «cuando dice que soy hijo de mi madre. Hijo de María Dolores». Con ella entre el público, hizo un alegato al valor de la familia, al amor, y lanzó un consejo a sus fans: «Vayan con sus madres a escuchar música, os lo recomiendo», que hizo emocionar a las madres que estaban presentes. Y fue ahí, cuando se arrancó con «El niño».

«Pablo, te quiero en mi equipo», le gritaba una fan. Y él siguió dialogando con su público. «Soy un teacher complicado”... Ese que en la Voz Kids los niños elegían de manera repetida, aun confesando que no comprendía­n todas sus letras, el que sabe darle al pulsador en el último instante porque encontró en un semitono a un «ganador». Y entre esas, pidió luz para verificar que, en la tercera fila estaba su amiga, Niña Pastori. Mientras ella saludaba el público reclamaba en coro el «que canten, súbela a cantar», pero Pablo López la emplazó para otra ocasión. La dinámica del concierto fue generosa: baladas como «Lo saben mis zapatos» –que levantó al público de sus asientos– además de composicio­nes fibrosas como «Suplicando», «Barco a Venus» –de nuevo Mecano– o «Tu enemigo» recordando el sin sentido de las guerras con ese «tus manos son mi bandera y tengo de frontera una canción». Y con Mecano y el «Me cuesta tanto olvidarte» recordó a la chica del Starbucks de la que se «enamoró para siempre» cuando le servía un tea chai. Tal vez, si ella se dé por aludida sepa hoy que en el algún momento de la vida, Pablo López la amó; aunque solo fuera en aquel instante en el que ella escribía el nombre sobre el vaso de cartón. También confesó su «cobardía», de ese día que «tarde, como siempre», compuso la canción «Dos palabras», huyendo de aquella que tuvo el valor de decirle un «te quiero».

Fue la primera vez que, en vez de reclamarle «otra, otra», las fans lo hicieron cantando «De primaveras el jardín» y él, que había ido a abrazar a su equipo entre bambalinas, tuvo que salir corriendo, en forma de maratón, a tocar los acordes a piano. Cerró con «El gato» instando a todos a dejar los prejuicios en la vida y a «querer sin aranceles», y una interpreta­ción de «El patio» que selló de forma inmejorabl­e el espectácul­o. Llenó el Teatro Real de un improvisad­o cielo estrellado de las luces de las linternas de los móviles que seguían la melodía de «la niña de la linterna» recordando que «odos los días sale el sol» y lanzando esa pregunta al aire, hecha canción: «¿Dónde guardas tanta luz? Todos los días sales tú». Fueron dos horas de diálogo entre el público, su piano y sus canciones donde, en cada una de sus letras subrayó ese principio de que «se empata, queriendo».

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UNIVERSAL MUSIC El cantautor malagueño puso en pie al Teatro Real con un formato de voz y piano

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