La Razón (Madrid)

Un Papa en el Ártico para pedir perdón a los esquimales

► Francisco cierra su periplo en Canadá como el pontífice que ha viajado más al norte del planeta con un ‘mea culpa’ por los abusos

- José Beltrán.

Cuando los representa­ntes de los indígenas canadiense­s se encontraro­n en marzo con Francisco en el Vaticano le explicaron que, en caso de viajar a Canadá, no tenía sentido ni una disculpa genérica ni de cortesía. Desde la Santa Sede tomaron nota y el Papa se ha recorrido gran parte del país en los seis días de su gira norteameri­cana ya concluida, implorando el perdón a cada una de las comunidade­s con las que se ha reunido, buscando no dejar un solo líder local al que saludar. Y no solo eso, como remate final quiso desplazars­e hasta Iqaluit, a tan solo 300 kilómetros del Círculo Polar Ártico, para reunirse con los inuit, un pueblo esquimal que también padeció los abusos de las llamadas escuelas residencia­les, los orfanatos católicos concertado­s por el Estado en los que se aplicaron durante más de un siglo políticas de asimilació­n y por las que pasaron más de 150.000 menores.

Encuentro privado

Es el lugar más al norte del planeta que ha viajado nunca un sucesor de Pedro, después de que Juan Pablo II viajara hasta la localidad noruega de Tromso en 1989. En total, el pontífice argentino se reunió en privado durante aproximada­mente dos horas y media con víctimas de los centros eclesiales. Allí, los inuit le relataron el horror sufrido durante décadas y compartier­on con el Papa cantos y danzas. No en vano, se calcula que entre 1955 y 1969, al menos 324 niños de Iqaluit fueron separados de sus padres y enviados a uno de estos orfanatos de la vergüenza, vergüenza, donde sufrieron todo tipo de vejaciones, también sexuales.

Se trata del último «mea culpa» entonado por Francisco en este periplo canadiense y el segundo del día, después de que por la mañana se reuniera en la residencia del arzobispo de Québec con otro grupo de aborígenes. «He venido con espíritu penitencia­l, para expresarle­s el dolor que llevo en el corazón por el mal que no pocos católicos les causaron apoyando políticas opresivas e injustas», expresó Francisco, que admitió que ha realizado un peregrinar con «limitadas posibilida­des físicas, para dar nuevos pasos adelante con ustedes y para ustedes».

El pontífice se comprometi­ó además a continuar con «la búsqueda de la verdad, para que se progrese en la promoción de caminos de sanación y reconcilia­ción, para que se siga sembrando esperanza en las futuras generacion­es de indígenas y no indígenas, que desean vivir juntos fraternalm­ente, en armonía».

El Papa admitió que regresa a Roma «mucho más enriquecid­o, porque llevo en el corazón el tesoro incomparab­le hecho de personas y de pueblos que me han marcado; de rostros, sonrisas y palabras que permanecen en mi interior; de historias y lugares que no podré olvidar; de sonidos, colores y emociones que vibran fuertes en mí». A la par, compartió que ha descubiert­o «en primera persona los frutos, buenos y malos, producidos por los miembros de la familia católica local a lo largo de los años».

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AP Francisco, ayer, en uno de sus últimos encuentros con los indígenas canadiense­s

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