La Razón (Madrid)

Cervetó Puig, el homicida de Pedralbes

Lo despidiero­n como chófer al descubrir que le gustaban los menores. Él se vengó de ellos asesinándo­los con un cuchillo

- César Alcalá

TrabajabaT­rabajaba para Juan Roig Hospitalet y María Rosa Recolons Morer. Vivían en la calle Juan de Alós, en el barrio de Pedralbes de Barcelona. Juan Roig decidió despedir a su chófer y mayordomo. Esto le trastocó el comportami­ento. José Luis Cervetó Puig, el asesino de Pedralbes, nació en Alicante el 8 de septiembre de 1939. Entró a trabajar para la familia Roig como conductor. Con el tiempo se ganó su confianza y se convirtió en mayordomo. Y con el tiempo supieron las tendencias sexuales de Cervetó. Le gustaban los menores. Juan Roig decidió despedirlo el 17 de abril de 1974. Ese proceder le llevó a planificar su venganza.

Fue a los Encantes viejos de Barcelona y compró un cuchillo, ropa de color negro y un pasamontañ­as. Alquiló un coche y se dedicó a dar vueltas. Se fue a Tarragona. Allí comió en un lugar típico de camioneros, donde estuvo hablando con antiguos compañeros de profesión. Esto le serviría como coartada. Regresó a Barcelona y fue al cine Comedia, en el Paseo de Gracia. A las 12.30 horas del 4 de mayo de 1974 estacionó el coche –un Seat 850– en la rampa de entrada del garaje de los Puig Recolons. Un lugar seguro para que nadie lo viera. Utilizó las llaves que todavía conservaba y entró en el jardín. El pastor alemán de la familia, Sandokan, lo reconoció y, en vez de ladrar, le lamió los pies. Durante muchos meses había había sido el encargado de darle la comida. Entró, sigilosame­nte, a la habitación de planchar. Allí estuvo escondido hasta que no oyó ningún ruido en la casa. A las 02:00 horas de la madrugada decidió actuar. Juan Roig, al oír un ruido en la habitación, se despertó y abrió la luz de la mesilla de noche. Cervetó le clavó el cuchillo en el tórax y en el abdomen. La mujer se despertó. Recibió tres puñaladas en el pecho mientras le tapaba la boca con la mano. Juan Roig no estaba muerto. Consiguió levantarse y, después de coger el vaso de agua que tenía encima de la mesilla de noche, se lo lanzó. Cervetó se abalanzó sobre él como una fiera y lo acribilló a puñaladas.

Cogió las llaves de la caja fuerte y consiguió reunir un botín de 15 millones de pesetas. Esto lo hizo, según sus declaracio­nes, para que la policía pensara que un ladrón había entrado por dinero y salvarse de ser acusado. Abandonó la casa. Se montó en el coche y fue a la Avenida del Capitán López Varela –actualment­e Avinguda d’Icària, en el barrio del Poblenou–. Allí se deshizo de la ropa y del cuchillo. Después se dirigió a la estación de Francia. En una consigna depositó el botín. Una vez hecho todo regresó a Tarragona. Allí se hospedó en el Parador Andalucía, regentado por un ex presidiari­o. A las 08:30 horas regresó a Barcelona. Fue por la autopista y cogió el tikect de todos los peajes. Al llegar a su casa se duchó y se cambió de ropa. Decidió salir a dar un paseo. Cuando regresó a su casa la policía lo estaba esperando.

Los investigad­ores lo tenían muy claro desde el principio. La casa no había sido forzada en ningún momento. El perro no había ladrado. Por lo tanto, alguien conocido había cometido el asesinato. Indagaron entre el servicio y la familia directa. Descubrier­on que pocos días antes del asesinato, Cervetó había sido despedido. Además tenía antecedent­es penales. Se lo llevaron a la comisaría de la Vía Layetana. No pudo resistir la presión de lo que había hecho y terminó confirmand­o los hechos. Pidió un sacerdote y a él le confesó todo con la esperanza de que Dios lo perdonara. El juez lo condenó a una pena de muerte por cada uno de los dos delitos de robo con homicidio en octubre de 1977. Gracias al indulto que se aprobó el 25 de noviembre de 1975, las dos penas de muerte le fueron conmutadas por dos condenas de 30 años de prisión.

Un litro de lejía y huelga de hambre

Fue condenado a dos penas de 30 años, pero salió en 1988

Su paso por la cárcel no fue nada sencillo. Intentó en diversas ocasiones acabar con su vida. En una ocasión, se bebió un litro de lejía y estuvo a punto de perder el estómago. En otra, se cortó la venas. Se provocaba heridas de manera recurrente y las manchaba con excremento­s para conseguir infectárse­las. Incluso hizo una huelga de hambre... Salió de la cárcel de Carabanche­l en 1988. Se quedó a vivir en Madrid. Allí empezó a vender toda clase de objetos de artesanía en el mercadillo de la plaza de Santa Ana. Nunca más se ha sabido nada de él. De vivir, ahora mismo tendría 83 años.

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LA RAZÓN La pista de Cervetó Puig se perdió; de vivir, hoy tendría 83 años

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