La Razón (Madrid)

De los ERE a la corbata de Sánchez

- Jorge Fernández Díaz

EnEn la reciente Cumbre atlantista de Madrid donde disfrutó ampliament­e del espectácul­o sintiéndos­e cual líder entre los «top ten» de Occidente, Sánchez asumió unos importante­s compromiso­s de inversión y gasto en seguridad y defensa que con sus 120 diputados y la evidente oposición de sus socios y aliados no podía asegurar. Así se comprobó poco después en las conclusion­es del Debate sobre el Estado de la Nación, cuando ese compromiso se pudo aprobar gracias al apoyo del PP. Esta situación abre un debate inevitable acerca de si es acertado, ante una persona de las caracterís­ticas de Pedro Sánchez, actuar con «sentido de Estado», ya que preside un gobierno que está sometido a quienes actúan contra ese mismo Estado. Esta semana se ha comprobado una vez más cuando rechazó un pacto con el PP alegando que «ya saben que tenemos un pacto con ERC». Por si quedara todavía alguna duda al respecto, en su comparecen­cia de balance del curso político antes de las vacaciones, a la oposición no le dedicó más que un despectivo comentario aludiendo nuevamente a estar al servicio de «oscuros intereses». Están muy recientes las crisis vividas por los líderes –también asistentes a la cumbre de Madrid– , Boris Johnson y Mario Draghi, en la que al primero le ha cesado su propio partido, y sus socios al segundo. Para nuestra desgracia, a Sánchez el PSOE le cesó hace seis años para que no hiciera lo que está haciendo, y tras su retorno, aquel partido lo ha trasformad­o en su particular predio político. En cuanto a sus socios separatist­as, le mantendrán en el Gobierno pase lo que pase, porque mejor aliado para satisfacer sus intereses no es previsible que lo vuelvan a tener. Hasta diciembre del próximo año ha reiterado que no habrá elecciones generales, lo que es la prueba evidente de la anterior afirmación, ya que se sabe blindado ante cualquier eventualid­ad, incluida la posible debacle en las elecciones municipale­s y autonómica­s de mayo próximo. Él está a la espera del semestre de presidenci­a española del Consejo de la UE para utilizarlo como campaña de promoción personal, jugando a ganador en todo caso. O seguir en La Moncloa, o donde le paguen los servicios prestados esos «oscuros intereses», que sin duda el sí que los conoce muy bien. Mientras, se habla de apellidos empresaria­les y de la corbata, y no de los apellidos de los ERE. No da puntada sin hilo y ahora el debate no es la inflación ni la corrupción –tan próxima a sus personales y políticas siglas PS– sino del ahorro energético por no ir con corbata ni a la playa ni a la piscina.

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