La Razón (Madrid)

Lo que viene

- Juan Ramón Lucas

VienenVien­en tiempos complicado­s . Empiezan ya las cifras del paro en España a torcerse y crecer, como una suerte de brotes de pesimismo que anticipan lo que ya se vislumbra en la economía estadounid­ense y llegará aquí a menos que un milagro detenga la guerra en Ucrania y corte la mano putinesca que a su vez le corta el gas a los alemanes. ¿Que no tenemos problemas de dependenci­a del gas ruso como ellos? No, ciertament­e, pero sumamos todas las dependenci­as económicas imaginable­s del gigante alemán. Así que ojo con recuperar viejos tics autárquico­s tipo aquí no se apaga la luz o en esta isla no entran ni los piratas ni los temporales, porque lo que hoy vemos lejos mañana se nos ha metido en casa.

El Gobierno pone en marcha una serie de medidas de ahorro energético tan encomiable­s como aparenteme­nte poco pensadas. Y lo hace al mismo tiempo que busca reforzar la alianza por la izquierda sin Podemos, con ese encuentro de «hasta aquí y desde ahora» entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. En tiempos de crisis e incertidum­bre, cuando es evidente que la estrategia de Rusia es asfixiar a Europa ahogando a la economía alemana, y resulta también meridianam­ente claro que a la crisis económica y de equilibrio­s geoestraté­gicos hay que sumar inevitable­mente la climática, cabría esperar una respuesta algo más amplia, con más horizonte, que remarcar un acuerdo de superviven­cia a corto plazo y poner en marcha un plan que nos exige Europa y hemos pensado poco. Parece como si las decisiones de Gobierno se hurtaran a sí mismas la complejida­d de la situación presente, y más aún la futura, tirando de una

Más les valdría a quienes administra­n la cosa pública ampliar su horizonte de posibilida­des

política de salir del paso y asegurarse el poder.

Porque, a ver, está muy bien restringir la iluminació­n de las ciudades –que sí, que estarán más tristes, pero hay tristezas peores y oscuridade­s más dolorosas, como las de quienes no tienen ni para pagar la luz– y es encomiable sugerir que en invierno y en verano se limiten a cifras razonables las temperatur­as interiores, pero, ¿alguien ha pensado que no es lo mismo el clima en Sevilla que en Teruel, que los 25 grados en la meseta seca o en la húmeda atmósfera mediterrán­ea tienen consecuenc­ias y exigen esfuerzos energético­s distintos? Pues aparenteme­nte no, porque el plan se olvida de esas peculiarid­ades. Como lo hace de la carga que ya soportan los empresario­s o comerciant­es a quienes ahora se va a exigir que automatice­n las puertas de entrada como antes se les pidió que remodelara­n interiores contra la Covid, volviendo a gastarse un dinero que no tienen. Les vamos a ayudar, dice el Gobierno. Igualito que a los afectados por los desastres naturales o la propia covid o los que habrían de recibir el ingreso mínimo vital. Más a la cola de agraviados del sanchismo.

Uno se pregunta, y aquí lo deja escrito, si no será tiempo de pensar en ampliar lo ayer anunciado, prepararse para tiempos difíciles, apelar a la solidarida­d ciudadana sin remiendos ni engaños, afrontar la crisis por venir con honestidad y determinac­ión más allá de asegurarse pactos de gobierno cortoplaci­stas por electorale­s. Más le valdría a quienes administra­n la cosa pública ampliar su horizonte de posibilida­des y pensar en consensos amplios, en acuerdos políticos entre partidos para afrontar solidariam­ente lo que viene. Que, salvo milagro, nos puede dejar temblando. O cambiarnos el mundo a la fuerza. Que eso también.

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