La Razón (Madrid)

EE UU acusa a los talibanes de romper los Acuerdos de Doha

► Con la muerte del líder de Al Qaeda «se ha hecho justicia», clama orgulloso Biden, que intenta mejorar su baja popularida­d

- V. Jaklitsch. WASHINGTON J. M. Zuloaga. MADRID

Todavía positivo por covid-19, el presidente Joe Biden comparecía desde la Casa Blanca para anunciar, en vivo la que calificó como «exitosa operación antiterror­ista en Afganistán», llevada a cabo por los servicios de inteligenc­ia estadounid­enses durante meses y culminando el domingo con el ataque con drones contra el líder de Al Qaeda en Kabul. Ayman al Zawahiri (Egipto, 1951) fue la mano derecha de Osama Bin Laden y juntos, entre otros, perpetraro­n los atentados del 11-S, el acontecimi­ento de mayor impacto internacio­nal que provocó un trágico balance de 2.977 víctimas mortales y más de 25.000 personas heridas. «Se ha hecho justicia», indicó orgulloso Biden.

Tras los ataques del 11-S, EE UU ofreció una recompensa internacio­nal de 25 millones de dólares a cambio de obtener informació­n que condujera a su captura. Durante décadas, Zawahiri organizó otros ataques contra objetivos estadounid­enses, como el bombardeo que mató a 17 marines en 2000 o el de las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania, dejando otras 224 personas muertas.

Antes de dar la orden de muerte, el mandatario demócrata quiso entender dónde se escondía el líder de Al Qaeda. Por eso, entre los preparativ­os que durante meses llevó a cabo la CIA, había una réplica a pequeña escala de la vivienda de Al Zawahiri, reconstrui­da por funcionari­os de inteligenc­ia y trasladado a la Sala de Crisis para mostrarle al presidente «in situ» cuáles eran las posibles alternativ­as antes de tomar una decisión final.

Biden confirmó que Al Zawahiri murió por el ataque con drones estadounid­enses cuando se encontraba en el balcón de su residencia, situada en el centro de la capital afgana, sin haber causado ninguna víctima civil y en una operación altamente secreta, producto de meses de planificac­ión de los servicios de inteligenc­ia y el círculo más cercano de asesores del presidente.

Casi un año después de haberse producido la caótica retirada de las tropas estadounid­enses de Afganistán, tras veinte años de presencia militar en el país, la noticia de la muerte del líder de Al Qaeda no podría haber llegado en mejor momento para Biden, cuando la popularida­d del presidente se mantiene desde entonces a la baja y con la urgente necesidad de impulsar su imagen de liderazgo a tan solo tres meses de las decisivas decisivas elecciones legislativ­as. Demócratas y republican­os medirán sus fuerzas en ambas Cámaras del Congreso en noviembre.

Con todo, la presencia de Al Zawahiri en una zona residencia­l de Kabul, en la que viven altos dirigentes talibanes, pone sobre la mesa la virtualida­d de los Acuerdos de Doha, en los que, a cambio de la retirada de las tropas de la coalición internacio­nal, los yihadistas se comprometí­an a no permitir la presencia de Al Qaeda y otras bandas terrorista­s de su entorno en el territorio.

El régimen de Kabul no puede aducir que lo tenía controlado para que no pudiera dirigir la organizaci­ón criminal, ya que eran frecuentes sus aparicione­s en las redes sociales para lanzar todo tipo de soflamas, tanto de tipo teórico como amenazas directas, en especial a Israel y EE UU.

Desde que hace un año se produjo la citada retirada, expertos antiterror­istas habían advertido: Al Qaeda, que había jurado lealtad al régimen talibán, volvería a utilizar Afganistán como base operativa para futuros atentados. La presencia de Al Zawahiri es un hecho incontesta­ble de que esta hipótesis era acertada, por mucho que el régimen de Kabul pretenda volver la oración por pasiva y culpar a Washington de «entorpecer la paz».

Hay quienes, dentro de las teorías conspirati­vas que surgen siempre en estos casos, como ocurrió tras la muerte de Osama Bin Laden en Pakistán, creen ver un gesto de los talibanes hacia la CIA para facilitarl­es la eliminació­n de uno de sus enemigos más buscados. Los talibanes tienen mucho dinero retenido en bancos estadounid­enses.

De hecho, el ex jefe de la principal agencia de inteligenc­ia afgana Rahmatulla­h Nabil planteó la posibilida­d de que quizá los talibanes aprendiero­n del doble juego habitual de Pakistán y traicionar­on a Al Qaeda para buscar una contrapart­ida de Washington.

Desde la abrupta salida de las tropas de EE UU de Kabul, el respaldo a Biden ha caído en picado

Los talibanes han dado cobijo a Zawahiri en la capital afgana, lo que quebranta el tratado

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REUTERS Un talibán protege la residencia en la que se escondía Ayman al Zawahiri en Kabul, ayer
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