Pedro: ¿vacaciones en una playa nudista?
Nada con sifón
La idea de descorbatarse para ahorrar energía quizá haya molestado a Rufián: llega cuando se ha gastado un dineral en corbatas. Ya no mola llevarla. María Jesús Montero, ahora número dos del PSOE y, por tanto, la madre superiora de Ferraz y aledaños, ha dicho que va a dedicarse en cuerpo y alma, con toda la fuerza de sus plegarias, exorcismos y flagelaciones, a luchar contra la desafección hacia el partido y el presidente del Gobierno que anuncian las encuestas y que ella misma podría palpar si se asomara a la calle. Dado el gran eco de la idea del sincorbatismo para ahorrar energía, debería seguir por ese camino.
Podría hacer pedagogía sobre todo lo que se puede conseguir prescindiendo de la corbata. Por ejemplo: ahorrar en corbatas, en camisas idóneas para corbatas, en chaquetas a juego con las corbatas, en el tiempo que se tarda en hacer en nudo Windsor o Príncipe Albert o en elegir la corbata adecuada cada mañana, en los reproches de la esposa por no haber elegido la corbata apropiada y por seguir sin hacer bien el nudo Windsor o Príncipe Albert, en pañuelos que combinen con la corbata, en alfiles de cortaba, en pasadores de corbata, etc. Montero podría ir incluso más allá: pedirle a Bolaños, ahora heredero de los Secretos Oficiales, o sea, el Fontanero Hermético, que le aconsejara a Él sobre la conveniencia de pasar algunos días en una playa nudista y así regalar a España y al mundo, a todas y todos sus fans, la foto que valdría infinitamente más que mil consejos: Él como Dios lo trajo al mundo, esto es, como Él se trajo al mundo.
Y como nota de humor y de color, con una corbata al cuello.
► Con el paso de los años, la obra de Manuel Puig comenzó a ser valorada poco a poco por la crítica especializada, pero no así por los escritores del boom, como Mario Vargas Llosa, que en ningún momento han cambiado, ni siquiera en un ápice, su apreciación sobre los libros que publicó el escritor argentino. Cuando se publicó la biografía de Manuel Puig escrita por Suzanne JillLevine, en una reseña sobre el libro, el autor de «La ciudad y los perros» señaló que la obra de Manuel Puig era más ingeniosa y brillante que realmente profunda, más artificiosa que innovadora y que estaba demasiado subordinada a las modas y los mitos imperantes en la época en que se escribió como para que alcanzara la permanencia de las grandes obras literarias, las que engendraron autores como Borges o Faulkner, por ejemplo. La realidad es que su obra goza de una nueva vida y que la adaptación al cine de «El beso de la mujer araña» incrementó el número de sus lectores.
mejores novelas del bienio 19681969), el nombre de Manuel Puig comenzó a ser reconocido. Así, una vez terminada, su segunda novela, «Boquitas pintadas», fue enviada al premio que organizaba la revista «Primera Plana», pero la novela, como la novela anterior, también fue desestimada por el jurado. Esta vez, por otro peso pesado del «boom», Juan Carlos Onetti, que dijo saber muy bien cómo hablaban los personajes de Manuel Puig y cómo escribían sus cartas, pero que no sabía, en cambio, cuál era el estilo de Manuel Puig. La novela, de todos modos, fue publicada en 1969.
Es que Puig, tanto en su primera novela como en «Boquitas pintadas», había instaurado una forma inédita de hacer literatura, un poco alejada, entre otras cosas, de una vieja noción de estilo. Una literatura, como decía Vargas Llosa, poco literaria, pero que, no obstante, había cambiado la manera de concebir una novela porque no sabía, precisamente, escribir novelas al estilo clásico. Aunque decía sentirse atraído por la obra de Kafka, de Faulkner o de Joyce (dijo que había hojeado un poco «El Ulises» y que le había gustado que fuera un libro compuesto por técnicas diferentes) lo cierto es que Puig, de algún modo, lo que hizo fue adaptar el género a su gusto y escribir las novelas a su manera y con los materiales que disponía, extraído del mundo del cine, del arte pop, de los teleteatros y de la vida las amas de casa argentinas.
Una novela sospechosa
En 1973, con «The Buenos Aires Affair», Puig no sólo se permite escribir otra novela a su manera, sino que lo hace recurriendo a un género más literario como es el policial, además de utilizar recursos como el monólogo interior y coquetear con el discurso psicoanalítico. Pero así como sus dos primeras novelas fueron desdeñadas por la crítica y por el establishment literario, «The Buenos Aires Affair», que narra una historia de desapariciones, obsesiones y pistas falsas y en la que el lector es el detective, fue leída con sospecha por el gobierno peronista de entonces, que censuró y prohibió la novela y acusó a Puig de antiperonista. Amenazado por el grupo parapolicial y anticomunista Triple A, Manuel Puig se marchó a México y ya nunca más regresó a su país.
Después, en 1976, en plena dictadura dictadura militar argentina, con la publicación de «El beso de la mujer araña», alucinante juego de espejos entre un guerrillero y un homosexual encarcelado y con el cine como telón de fondo, el nombre de Puig comenzó a circular y a ser reconocido, aunque su lugar dentro del canon literario no dejaba de resultar incómodo.
Dejó México, se instaló por un par de años en Estados Unidos y publicó su obra «Pubis angelical», donde su apuesta literaria se mantuvo en todo lo alto, y a la que siguió «Maldición eterna a quien lea estas páginas», publicada en 1980, con un Manuel Puig ya muy bien instalado en Brasil. Escribir novelas, decía, era hacer novedad tras novedad. Así, con «Sangre de amor correspondido», en 1982, la novedad fue el registro de la voz del protagonista, que Puig transcribió casi de manera directa, y que narra una historia de amor, de locura y de muerte.
En 1988, después de la publicación de «Cae la noche tropical», vivió un par de años en Italia hasta que se mudó a Cuernavaca, donde murió en 1990. La noticia de su fallecimiento apenas se reflejó en el ámbito cultural y hubo que esperar varios años hasta que su obra, sus ocho novelas, empezara a ser reconocida por miles de lectores, aunque, como era de esperar, tampoco resultó demasiado fácil su aceptación dentro del sector literario. Su formación cultural no era rígida ni tampoco aristocrática. Estaba más interesado en el arte, sobre todo el Pop Art, en el cine de Hollywood, en la música popular, los radioteatros y la televisión que en los clásicos griegos. No era tampoco un escritor de izquierdas ni lo que se dice un escritor comprometido y era, además, homosexual. Alguien que veía el mundo de la literatura lleno de «bluffs», como escribió en una de sus cartas, pero que irrumpió en ese mundo como un rara avis dispuesta a quedarse.
Su apuesta literaria fue reconocida en otros países, pero recibió críticas de Vargas Llosa y Onetti
Fue censurado por el gobierno peronista y amenazado por el grupo anticomunista y policial Triple A